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ESPAÑA, SEPTIEMBRE DEL 2012: LA DESPEDIDA.

LEO

Mis padres por fin se habían divorciado y no había nada que me causara más alegría que aquello. Mi madre merecía ser feliz y no vivir atada en una relación de este tipo, le costó ver la realidad de una relación tóxica y que le hacía infeliz.

―Leo ―me llamaba mi madre desde el comedor.

Cuando fui a ver qué quería encontré varias cajas cerradas, en un momento pensé que serían de mi padre (el cual no estaba ahora en casa) pero eran suyas.

―¿Qué es todo esto, mamá?

―Nos vamos ―suspiró―. De España, una nueva vida de cero.

―¿Por qué?

No quería irme de España, indicaba abandonar al cien por cien a Alicia y tener menos oportunidades de tenerla en mi vida, aunque no fuera a ser fácil estar en la misma ciudad y no cruzarnos. O cruzarnos y hacer como que no nos conocíamos de nada que era todavía peor.

―De acuerdo ―dije sin que me respondiera.

―¿Tan fácil? ―Dijo ella con asombro.

―No puedo estar en la misma ciudad que ella ―agaché la cabeza limpiándome las lágrimas―. Me duele ahora y sé que la tengo a dos horas de aquí, prefiero estar lejos.

―No habría funcionado de todas formas, Leo.

Levanté rápidamente la mirada.

―Quiero decir que en un principio sí pero que tú quieres viajar, ir por todos lados haciendo fotografías. Ella debe sanar, no todas las familias son perfectas y lo sabes. La suya no lo es y tiene daños que reparar, cosas que debe superar ―hablaba mi madre, con demasiada sabiduría―. Su relación tóxica es con su madre, en el momento en el que tú viajarías mes sí y mes también ella querría seguirte.

―No lo veo un problema eso último.

―Si te sigue, ¿qué son de sus sueños? ―Suspiraba mi madre―. Que te siga cuando tiene su vida aclarada y tiene unas aspiraciones lo entiendo, adoro a Alicia como si fuera mi propia hija. Es una chica increíble a la que le han hecho un daño innecesario, debe encontrarse a sí misma.

―¿Y si no nos encontramos nunca? ―Me daban náuseas de pensarlo.

―El destino es muy caprichoso Leo, si tiene que ser será ―dijo mi madre abrazándome―. Sé que vendrá Rodrigo en cuanto vuelvas.

Me limpié las lágrimas y salí escopeteado de casa. ¿Quién mierdas dijo que los hombres no lloran por amor?

***

Dejar ahí a Alicia fue una tortura que me dolerá mucho tiempo. Jamás olvidaré su cara empañada ni sus ojos rotos, sé que su padre estaba ahí porque lo vi de reojo al llegar. Solo me asintió con la cabeza, sé que al menos tendrá a su padre.

Ella guardaría mi MP3 como paño en oro, a fin de cuentas, siempre nos quedará algo del otro. Jugueteaba con el collar que llevaba, aquella chapa metálica donde tenía grabado una cámara de fotos y una A.

Mientras esperaba el metro no podía evitar no llorar, porque dolía es cierto. Lo peor era pensar que mi madre tenía razón, no era el momento por más que los dos quisiéramos. Cada uno tenía su vida y sus asuntos pendientes, yo era un alma libre dispuesto a volar sin miedo y Alicia era el ave enjaulada que debía romper los barrotes.

Las decisiones correctas también duelen. Sé que cada uno vivirá su dolor a su manera. No sabe cuanto amor me está costando dejarla ir.

Quizá yo lo lleve distinto y el hecho de estar fuera de España me ayude, seguramente siendo como es Alicia le haya dicho ya a Rodrigo que no quiere saber nada de mí y lo veo totalmente válido. Rodrigo sería el punto de unión entre los dos y sería un bucle que no avanzaría.

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