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ITALIA, NOVIEMBRE DEL 2023

Habíamos entrado a Pisa y yo esta vez estaba mirando por la ventana, me fascinaba todo. Quizá porque tampoco había visto nada más que Madrid y cuando venía con Alejandro era para ir directos a comprar.

―No veremos mucho, pero si lo esencial de Pisa ―decía él aflojando la música.

―¿Primera parada?

―La torre de Pisa, pensé te gustaría verla.

Aparcó en un parking cercano, de hecho, había que pagar para ver la torre y la Catedral de Pisa. Insistí en que pagaba mi parte, pero Leo decía que no, que corría por su cuenta.

―En serio Leo, puedo permitírmelo ―bufé.

―Y yo también puedo permitirme pagarlo ―se encogía de hombros―. Estas fotos puedes subirlas, total no vives en Pisa ―me dijo con media sonrisa.

―Aquí hay mucha gente y no sé si mi ropa...

―Alicia, naturalidad es lo que significa que hayas reabierto tu cuenta de Instagram ―decía él―. Si te arreglas, te maquillas y posas forzadamente, tu cuenta pierde el significado y tampoco serías tú. Créeme cuando te digo que vas bien.

Me miré a mí misma, con mis tejanos azul oscuro y ajustados; llevaba un jersey azul clarito que claramente no se veía con el abrigo negro que me llegaba por encima de las caderas; mis Converse negras y mi pelo ya ondulado, suelto y el lazo azul pastel.

―Va ponte como la turista que eres ―reía Leo colocando la cámara.

Me quedé algo embobada, la forma que tenía de coger la cámara que parecía el profesional que claramente es. Estaba ajustando algo que yo no entendía y me decía como debía colocarme para parecer que estuviera empujando la Torre de Pisa. Vamos, turista de manual.

―Bien más a la derecha... ―Decía con la vista en la cámara.

La verdad de todo esto es que salí sonriendo, igual por la situación, porque jamás pensé en estar en Italia con Leo. Quizá porque todo empezaba a encauzarse poco a poco.

―Perfecta ―dijo mirando la foto.

Me acerqué a su lado para poder ver la foto que salía en aquella pantallita, hizo un poco de zoom para que lograra verme mejor a mí junto a la torre.

―Sales demasiado bien ―dijo en un hilo de voz, bajando la mirada hacía mí.

Un punto de inflexión. Un momento en el que nuestras miradas conectaron por un breve instante, como si nuestro alrededor se vaciara y no quedara nadie más que nosotros dos. El reloj, poniendo en pausa nuestras vidas. Tragué saliva con dificultad, tenía la boca seca de repente.

Me separé de él inmediatamente porque su mirada hablaba por si sola, porque olía demasiado bien y lo tenía extremadamente cerca.

―Sí, ha quedado bonita ―murmuré.

Estuvimos paseando por la zona en silencio, como si aquel momento hubiera sido una clara evidencia de que algo sucedía. A veces hasta intentaba olvidarme de que ahí estaba Leo, me paraba en lugares a admirar lo que tenía delante como si estuviera de nuevo en El Prado y observara aquellos cuadros que tanto me conocía ya. Hice fotos con el móvil para tener en el recuerdo, estuvo bastante bien.

Incluso habíamos cogido el coche para irnos de ahí e irnos a un sitio más céntrico donde pudiera comprar. Que, de hecho, fue lo que sucedió, tampoco es que fuera cargada de bolsas. Llevaba una en la que había ropa interior y algún pantalón extra y otra con los regalos de Navidad.

A TRAVÉS DEL TIEMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora