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ESPAÑA, SEPTIEMBRE DEL 2024

Había llegado el día, 21 de septiembre, sábado. Estaba realmente impaciente y no podía parar de moverme de un lado para otro a pesar de que el vestido pesaba un poco por la pomposidad de la falda.

Esta vez mi vestido me parecía precioso, era blanco y de palabra de honor con forma de corazón; la parte del pecho a la cintura tenía por encima una tela de encaje con pequeñas piedras que brillaban; de la cintura hacía los pies era pomposo como si fuera una muñeca y con varias capas, seda, tul y alguna más brillante. Mis plataformas que eran más bien unas sandalias con bastante altura con los dedos de los pies en azul pastel, aunque apenas se veían porque lo tapaba el vestido.

Paula estaba ahí acabando de arreglarme el maquillaje, confiaba plenamente en sus dotes y no iba equivocada. Era tonos azules de una forma que no quedaba ni de carnaval ni simplón, era adecuado y precioso junto mis labios nude. Su compañera me estaba ondulando más mi pelo haciendo que tuviera armonía todo, estaba claro que me hicieron un par de trenzas al lateral para unirlas con el semirrecogido que llevaba dejando algún mechón suelto y un lazo azul.

Los detalles eran importantes para mí y aun así no paraba de dar vueltas, ¿estaría bien mi discurso? No quería cagarla, quería que todo saliera a la perfección. Julia entró en la habitación, tuve algún pero esta vez no iba a decirle que me planeara la huida a un pueblo remoto.

―Me pones nerviosa a mí ―reía ella.

Estaba preciosa, las damas de honor (entre ellas estaba Paula y Sofía) iban con vestidos azul pastel y cada una a su estilo cosa que me pareció de lo más adecuado. Llevaba el pelo recogido en una coleta repeinada con algún brillo pegado en el pelo, cosa que no había pasado de moda.

―Histérica estoy ―puse los ojos en blanco.

―Es normal, el día de tu boda es especial cuando te casas con el amor de tu existencia ―sonreía ella.

Me pasé las manos por el vestido nerviosa, dando vueltas.

―Es que no es solo eso.

―No me digas que te prepare un plan de huida ―me señaló con el dedo―. Primero que Leo me cae de la hostia y segundo te recuerdo que soy madre, mi hijo tiene un mes y no sé si estoy preparada para correr en tacones con un crío.

―No me baja la regla desde hace dos semanas ―confesé.

―¿¡Qué!?

―Me tenía que bajar, pero pensé que por los nervios de la boda la regla se asustó, luego recordé aquella tarde que estábamos en... ―Recalculé―. Eso no importa, la cuestión es que hay muchas señales para que me preocupe.

―Al final voy a tener que correr ―suspiraba llamando a un taxi―. No tardo, voy a por un test, te lo haces y ya si quieres anunciarlo como fin de discurso para provocar más de tres infartos estás en todo tu derecho.

Y así fue como desapareció de la habitación, estaba al borde de ponerme a llorar, pero no de tristeza porque sí quería ser madre, pero todo venía de golpe. La puerta se abrió y di un respingo asustada, era Sofía.

―Ay dios, ¿estás bien? ―Se preocupó Sofía.

―Los nervios ―mentí―. Es un día muy importante.

―Y tanto, vuestra historia es digna de ser escrita ―reía―. Todo va a salir bien, ahí abajo está todo espectacular.

―Lo supongo, claro que lo supongo ―me froté las manos.

Ella miró el móvil que llevaba en el diminuto bolso y suspiró.

―Es Paula, he de irme que queda poco pero no te preocupes ¿vale? ―Me dedicó una sonrisa―. Si te soy sincera Leo está peor que tú ―me dijo guiándome un ojo.

A TRAVÉS DEL TIEMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora