67

6 0 0
                                    

ITALIA, AGOSTO DEL 2024

Tras tres días habíamos vuelto a Vernazza, el tren había llegado a su destino después de tanto paseo para llegar hasta aquí. He de admitir que mi corazón se encogió un poco cuando abandoné Madrid, cuando estaba en el aeropuerto de Barajas y tuve que decir adiós.

Sabían que íbamos a casarnos, pero no los habíamos visto en persona por lo que la oleada de abrazos, felicitaciones y chillidos de emoción vino en cuanto pisamos un pie ahí y nos rodearon entre los tres. Greta, Alejandro y María estaban esperándonos al llegar, la triste verdad era que no tenían el conocimiento de que queríamos irnos a vivir a Madrid y aunque lo entendiesen me dolía un poco la situación.

―¡Qué alegría lo vuestro! ―Exclamaba María―. ¡Llevaba años esperando este momento!

―No seas exagerada ―reía Greta―. Aunque cierto es que de tanto saber de la chica misteriosa, vosotros teníais que acabar juntos.

―Espero ser uno de los padrinos ―le señalaba Alejandro a Leo.

―Tío, no sé por qué dudas eso ―decía este mientras se daban un abrazo.

En un momento había dos chicas (Greta y María) que estaban mirando mi anillo con detenimiento. Solo decían que era precioso, que me quedaba fenomenal en aquella mano que parecía tan delicada. O que la felicidad me estaba sentando bien porque tenía otro brillo distinto en los ojos, mi mirada había cambiado y mis expresiones también. No parecía aquella chica asustada que había llegado perdida con el propósito de encontrarse, ya no era un cervatillo corriendo de un lado a otro.

Me sentía orgullosa de mí misma y no podía negarlo, no era egocentrismo lo que sucedía había sido que toda mi vida iba aceptando todo lo que me ponían por delante, aunque no estuviera de acuerdo o no fuera de mi agrado. Cada vez fue a peor puesto que una va creciendo y con ello aumentando las responsabilidades, las mías iban cada vez a más y llegó un punto que se me había ido de las manos. Me apoderó el miedo, no supe actuar y quizá fue eso lo que me llevó a lo que sucedió después.

Ahora mi vida adquirió otro rumbo, tuve miedo cuando vi a Leo y a lo mejor mi huida a la playa no ayudara, pero fue algo que me dejó paralizada. El amor que sentí por él siendo tan joven se me quedó grabado en el interior tan a fuego que quemaba y fue ahí cuando pensé que no iba a enfriarse, que conforme pasaban los meses e incluso los años ese fuego se avivaba. Todos me decían que lo superaría, que el tiempo lo cura todo, pero para mí no eran más que mentiras. Yo siempre quise a Leo con toda la intensidad que alguien puede hacerlo, mis mejores momentos han sido con él, los mejores recuerdos y las mayores risas fueron a su lado. Y justo cuando me voy de Madrid, a un pueblo pequeño de Italia para olvidar, para superarme a mí misma, a mis miedos y a encontrarme... no solo me acabo encontrando a mí, sino que lo encuentro a él. El destino estuvo gracioso.

―¿Alicia? ―Escuché con lejanía, Leo.

Volví a perderme en mis pensamientos como solía hacerlo desde que tengo uso de razón.

―Sí, dime.

―Que si te apetece ir a comer a casa de Greta ―susurraba Leo.

―Sí por supuesto, echo de menos la pasta boloñesa italiana ―sonreí.

Pasamos primero por casa a dejar las maletas antes de irnos a la de Greta, estaba todo lleno de turistas de todos los lugares habidos y por haber. Las calles cobraban vida, gente risueña que se hacían fotos o los artistas dibujando a los turistas, la gente comprando el helado italiano o comiendo en los bares las típicas pizzas que tanto echaré de menos.

Fuimos dirección a la casa de Greta, esquivando el gentío que había en las calles sobre todo en la principal. Cuando logramos llegar no dudamos en encender el ventilador, sí que estábamos en la costa y el calor no era tan asfixiante pero la humedad era horrible.

A TRAVÉS DEL TIEMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora