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ESPAÑA, MAYO DEL 2022

De vez en cuando había unas cenas de empresa de aquellas que comías marisco y te arreglabas como si fueras a una boda. Creo que no hace falta decir que me parecían un coñazo, aburridas y con falta de temática a la hora de conversar.

Podía decir que no podía ir y faltar perfectamente. Eso era lo que tenía en mente para no tener que encontrarme con mi madre.

―No creo ir, no me encuentro muy bien ―le comuniqué a Daniel.

―¿Qué te pasa? ―Por un momento sonó preocupado.

―Me duele bastante la cabeza y no creo que vaya a estar muy entera en la cena. Encontrarme con mi madre va a hacer que me duela más y...

Desapareció por el pasillo y regresó con un vaso de agua y una aspirina.

―Vas a tomarte esto ―dijo tendiéndomelo.

―Daniel, he dicho que no me apetece encontrarme con mi madre y que no me encuentro bien ―repetí.

―¿Recuerdas aquella camiseta que le tienes tanto cariño como para tenerla bien colgada en el vestidor?

Avril Lavigne. Lo miré a los ojos, me temblaba el labio y los ojos querían empezar a soltar agua.

―¿Qué le pasa?

―Que es fea de cojones, pero es tu ropa, yo lo respeto y creo que merezco que tú a mí me respetes ―dijo colocando la aspirina en mi mano―. Pero vas a ir a la cena, vas a poner buena cara y no me vas a dejar mal solo porque no te apetezca cruzarte con tu madre.

―¿Me estás amenazando con romper algo que es mío y que sabes que tiene un valor sentimental para mí? ―Tragué saliva.

―No, es solo una advertencia. La tal Avril Lavigne no tiene la culpa. Vístete que nos vamos en media hora ―dijo yéndose por el pasillo.

Me tomé la pastilla porque realmente si me empezaba a doler la cabeza y tenía muchísimas ganas de llorar. Estaba convencida de que todo mejoraría, solo debía poner más de mi parte.

Cuando me dirigí al vestidor, Daniel estaba eligiendo que traje ponerse.

―Tienes tu vestido en esa funda ―señaló.

Visualicé la funda negra, ¿me había comprado un vestido? Cuando abrí la funda para verlo, me horroricé. Era de un color rojo todo con pedrería, de tirantes, ajustado al cuerpo y hasta los pies.

―Daniel, sabes que los vestidos con pedrería no me...

―Póntelo.

Me puse el vestido con unos tacones blancos, me recogí el pelo con un lazo rojo en honor al precioso vestido que llevaba puesto y que para nada parecía sacada de una película de Hollywood.

Me maquillé como una puerta, todo sea dicho. Cierto es que el rímel era algo fundamental en mí y que me gustaba pintarme los labios de aquel color rosa palo, que era como nude y quedaba muy bien con mi pelo negro.

―Estás increíble ―dijo Daniel cuando me vio salir del vestidor.

Me cogió por la cintura y me besó con bastante pasión. Este era el Daniel del que me había enamorado, por el que seguía aquí con él.

―Te queda como un guante ―me dijo cerca de mis labios.

―Llegaremos tarde ―dije mirando el reloj.

Daniel conducía el coche, me limité a mirar por la ventana con el bolso en mi mano. Lo bueno es que estarían Julia y Rodrigo, también mi padre. Lo malo era mi madre y Guille. No se podía tener todo en esta vida.

A TRAVÉS DEL TIEMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora