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ESPAÑA, AGOSTO DEL 2024

Hace un par de horas que salió Rodrigo con lágrimas en los ojos, Leo había llegado a los diez minutos con la cámara y estuvimos charlando con mi padre un rato. Luego subimos de nuevo a la sala de espera con el resto de la familia.

La espera se nos hizo a todos eterna, no nos daban mucha información y las dos horas fueran desesperantes. Miré Instagram más veces de las que puedo contar, hablé de temas triviales con todos los presentes y mantuve una charla acerca de la boda con mi padre.

―Nos han dicho que vayan entrando los abuelos y luego el resto ―decía Rodrigo limpiándose las lágrimas.

Los abuelos entraron a ver a Teo mientras nosotros esperábamos fuera, aproveché para hacer algo que no hubiera hecho en otro momento y desbloqueé el móvil buscando el contacto de mi madre.

―Hola Alicia, ¿cómo estás? ―Dijo al segundo tono.

―Bien, bueno ―dije algo nerviosa―. Estoy en el hospital con papá y Leo, Julia ha dado a luz hace un rato. Ahora están los abuelos ahí y luego podremos entrar nosotros.

―¡Qué felicidad! ―Decía entusiasmada―. ¿Me llamas por si quiero ir?

―Si quieres claro.

―Por supuesto, dame media hora y estaré ahí.

La llamada colgó. Estaba nerviosa, aun me costaba acostumbrarme el esfuerzo que estábamos haciendo ambas por llevarnos bien y limar asperezas. Rodrigo había vuelto a salir para que les hiciera varias fotos familiares, este no dudó en entrar a ello.

―Hija... ―Me decía mi padre―. ¿Tú has pensado en ser madre?

Me giré de golpe, sobresaltada ante aquella pregunta. ¿Quería ser madre? Era algo que ni se me había cruzado por la mente, estaba convencida de que con Daniel no quería y que tampoco estaba preparada, pero, ¿y ahora? Lo más probable es que me viniera a vivir a Madrid con Leo, iba a casarme con él... Pensar en una familia con él hacía que se me escapara una sonrisa.

―Antes no, ahora puede ser que se me cruce por la mente ―fue lo único que comenté.

―A mí me gustaría ser abuelo ―me picaba mi padre.

Reí flojo ante lo que había dicho, estaba convencida de que sería el abuelo que más consentiría al bebé. Mientras hablábamos salió Leo anunciando que las familias se iban ya y que podíamos entrar a ver al pequeño.

No tardé en levantarme la primera de aquella dura y horrorosa silla, Leo nos dejó pasar y no pude evitar que se me saltara una lágrima. Ahí estaba el pequeño Teo, el culpable de que el viaje en coche fuera de lo más entretenido.

―¿Puedo cogerlo? ―Le pregunté a Rodrigo.

―Claro que sí ―decía con una sonrisa de oreja a oreja.

Agarré con cuidado y delicadeza a Teo, llevaba puesto la ropa que le regalamos Leo y yo que consistía en un body de color naranja pastel con naranjas estampadas. Era muy veraniego para esta época, pero no pensé fuera su primera muda. Estaba tan pequeño, con esas manos tan pequeñas, los pies arrugaditos y aquellas mejillas tan achuchables y sonrojadas. Apenas tenía pelo y el poco que tenía era oscuro como el de sus padres. Abría los ojos mirándome mientras intentaba sonreír, unos ojos que a simple vista parecían marrones. Acuné a Teo con dulzura mientras me paseaba de un lado a otro,

Miré a Leo de reojo, estaba con la cámara de fotos en mano y una sonrisa de oreja a oreja. Iba a cuidar a este niño como si fuera lo más valioso, me sentía muy orgullosa de mi mejor amiga y de la vida que estaba formando (a parte de la que ha creado). Teo iba a ser un niño muy querido.

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