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SEPTIEMBRE DEL 2011

Le pedí al taxi que me dejara una calle atrás para que si estuvieran mis padres me vieran llegar andando y no en un taxi. Metí la chaqueta de Leo como pude dentro de la mochila y me encaminé a casa.

Ya en casa le escribí rápidamente a Leo que había llegado a lo que él me respondió un: "Alicia no se perdió por el país de las maravillas" y un guiño.

―¿Qué tal tu sesión de estudio? ―Decía mi padre mientras pasaba la hoja del periódico.

―Bien, este curso la biblioteca y yo pasaremos muchas horas con tantos deberes y exámenes ―expliqué.

―Vete a cambiar, pronto estará la cena ―decía mi madre.

Asentí y fui andando rápido para ponerme el pijama. Deshice la mochila guardando la chaqueta de Leo en uno de los cajones del armario, olía a él. Era una mezcla como afrutada y tenía claro que ese olor siempre me recordaría a él. Me puse el pijama y preparé la mochila para el día siguiente.

Mi madre había hervido verdura y... verdura. Esa era mi cena, decía que debía cuidar mi dieta para que la mente estuviera activa a la hora de estudiar. Si ella lo decía.

―¿Son buena gente las chicas esas? ―Habló mi padre.

Podría haberme atragantado con un guisante porque estaba claro que era una mentira piadosa que ellos no sabían. Llevaba mintiendo casi toda mi vida, tenía bastantes condiciones y prohibiciones así que era un don.

―Sí, son de clase ―dije yo.

―Espero te traten bien, cualquier cosa puedes decírnoslo y actuaremos ―hablaba mi madre.

―Lo sé, pero todo va bien, me alegra tener a gente con quien contar ―dije, aunque no pensaba en amigas que no tenía sino en Leo, que era mi compañía.

―Sí tú eres feliz ―decía mi madre con una sonrisa, más falsa que un billete de ocho euros.

Asentí lentamente. ¿Era feliz? En cierta parte podía decirse que sí ya que no me faltaba nunca de nada y la compañía de Leo me hacía feliz, pero si lo mirabas por otro lado no lo era. No me gustaba la vida que llevaba, no me gustaba tener que aparentar que tengo dinero por la gracia de mis padres ni asistir a ciertas fiestas de la empresa porque en teoría yo trabajaré ahí en un futuro. Me gustaba la vida que llevaba con Leo, salir a la calle sin un plan en mente y escuchar mucha música, hablar de todo y a la vez de nada. Sencillez.

―Este sábado debes asistir a la gala que celebra la empresa, sé que nunca te pedimos que vayas, pero sabes que hay alguna que es esencial tu presencia ―comentaba mi padre.

―Sí claro ―dije cual robot.

―¿Tienes vestidos en el armario o te doy dinero para que compres alguno esta semana? ―Preguntaba mi madre.

―Tengo todo lo necesario ―dije la verdad, no necesitaba más ropa.

―Me alegro, todo solucionado ―decía mi madre feliz.

Ayudé a mi madre a recoger la mesa y me fui de nuevo a mi habitación cerrando la puerta, ellos no tardarían en irse a dormir a pesar de ser las diez de la noche. Me dediqué a meterme entre las sábanas de mi cama, tenía un par de mensajes de Leo.


―Sabes el problema de mis datos, ¿verdad?

―Pues llámame, Alicia.

―Qué bonito es decir por favor jeje.

―Por favor, Alicia del País de las Maravillas, ¿puedes hacer el favor de llamarme tú y yo no gastar datos?


Después de reírme un poco, fui a su contacto y lo llamé.

A TRAVÉS DEL TIEMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora