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ESPAÑA, MAYO DEL 2017

¿En qué momento nos estábamos graduando de la universidad? Siendo sincera jamás pensé que lo lograría. Años atrás pensé que abandonaría y me iría a vivir bajo un puente lo cual me parecía más sencillo que seguir con la vida que llevaba.

Luego me di cuenta que no, que a pesar de que no me gustara mi vida lo tenía todo en una bandeja de plata.

La Alicia de dieciséis años no se creería todo lo que ha vivido desde entonces. Se sacó la secundaria con una muy buena media y a pesar de que los dos años de bachillerato fueron quizá los peores de su vida los sacó adelante como pudo haciendo así que su media también fuera igual de buena que la de secundaria.

Julia me preguntaba de vez en cuando cómo fue vivir con aquellos bajones constantes y no rendirme a nivel académico. No logré encontrarle una respuesta sencilla, no tenía opción. La situación por más que lo deseara cada noche mirando las estrellas desde mi ventana, por más que rezara a un Dios en el cual no creo, no iba a cambiar. A ese punto llegué.

Me pasaba días enteros escuchando música mientras estudiaba, no me relacioné con nadie en esos dos años que no fueran Rodrigo. El pobre intentó por activa y por pasiva que saliera de casa o hiciera algo más que no fuera música y estudios, spoiler: no lo logró.

Estaba deprimida y sin ganas de nada, era como si alguien me hubiera roto por completo y estaba convencida de que era mi madre. De verdad, juro que yo pensé eso. Pero me engañaba a mí misma.

A fin de cuentas, Leo tenía un sueño y era viajar por el mundo, sin ataduras, que su madre viviera en paz, tranquilos y felices. Yo no iba a cortarle las alas nunca, en algún punto él hubiera echado a volar y me hubiera quedado igual así que intenté mantener ese pensamiento en la mente.

Tardé años en procesar eso, quizá era muy joven y por eso me costó. Tenía que madurar como persona y ahora con casi veintidós años me he dado cuenta de muchas cosas.

Seguía sin tener buena relación con mi madre, en mi interior sabía que jamás podríamos conectar porque a pesar de que no queríamos tampoco podríamos. Mi padre siempre intentó ayudarme en todo lo que le fue posible, aún tengo su trato en la mente algo que me martiriza muchas noches puesto que han pasado años y sigo estancada en el tiempo.

Así que, no sabría que contestarle a Julia. Nunca lograría decirle como seguí adelante aun cuando todo lo veía negro porque simplemente anduve sin detenerme, apartando a un lado todo y seguir andando. ¿Estaba bien? Quizá no era la forma de seguir adelante, pero era la mía y solo con eso me bastaba.

Mi padre alguna vez me ofreció la opción de ir a terapia, aunque mi madre negaba que eso fuera posible puesto que dejaría mal el nombre de la familia. Negué esa oferta, ¿fue por algún motivo en concreto? Pues sinceramente no, me convencí que un mal de amores se pasaría con el tiempo a pesar de que según mi padre no solo era eso.

Aquella tarde, cuando estábamos en una plaza tomando un refresco y mi padre me dijo que se sentía mal por cómo me veía y me comentó qué veía.

Insistí que tenía el corazón roto, que era eso lo que tenía en un malestar constante y sin embargo mi padre no dudó en decirme que era más que eso.

A palabras suyas, no solo tenía un corazón que para mí estaba más que destrozado, sino que siempre fui una niña que nunca tuvo opción a nada. En ciertos aspectos él se sentía culpable, años de extraescolares de matemáticas e inglés cuando yo solo quería ir al parque a columpiarme; cuando me inculcaron siempre que yo era el futuro de la familia y que por ende debía seguir con los estudios establecidos.

Una niña sin opción a nada. Alicia no puedes ir al parque porque te ensucias el vestido, Alicia no puedes jugar con cualquier niño hoy hemos quedado con los de la empresa y ahí verás muchos para jugar, Alicia un siete en inglés es muy poco para tu inteligencia, Alicia recuerda que vas a estar trabajando en la empresa.

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