42

5 1 0
                                        

ITALIA, NOVIEMBRE DEL 2023

LEO

Joder, de todos los sitios del mundo tuvo que acabar viniendo a un pueblo perdido de Italia.

Había venido hace un par de años, cuando me cansé de viajar por todo el mundo. La gente no entendía aquello puesto que todos sueñan con viajar y recorrer cada esquina, pero cuando llevas tantos años en los que has estado en casi todo el mundo necesitas una base sólida.

Mi madre se asentó en Pisa, abrió una floristería y no puedo evitar sonreír al recordar lo feliz que es ahí con su nuevo novio. Yo decidí que la ciudad me estresaba y me fui a un pueblo que encontré por internet.

En cuanto Alicia se fue por la puerta, no dudé en buscar el contacto de Rodrigo y mandarle el mensaje. Algo en mí me decía que Alicia había llamado a Julia y por lo tanto estaría Rodrigo por ahí. Él sabía dónde había ido ella, pero ellos no sabían dónde estaba yo, así que esto no es forzado para nada. Dios, no entiendo cómo la vida te pone en estas circunstancias.

―¿Qué acaba de pasar? ―Fue Gio la que habló.

La chica con la que empecé a salir hará un año, la conocí en este mismo pueblo. Ella es de Pisa, pero sus abuelos vivían aquí antes de fallecer, decidió quedarse en este pueblo conmigo a pesar de que ella quería ejercer de modelo en Pisa. Le dije que se fuera, que cumpliera sus sueños sin que nada se interpusiera en su camino, pero aquí está.

―Que es ella... ―Dijo Alejandro―. ¿Verdad? Es ese pasado del que no hablas, la A de la chapa de tu collar.

Gio estaba en silencio, se había sentado en el sofá. No vi ninguna expresión en su rostro ni felicidad, ni tristeza, ni si quiera rabia.

―Conocí a Alicia en 2011 ―suspiré―. Me había cambiado de instituto en el último curso y fue ahí donde empezó todo.

―O sea que tenéis una historia juntos ―decía Gio.

―Yo creo que más que una historia, tienen un cuento ―sonreía Alejandro.

―Empezamos a salir juntos durante casi un año, pero tuvimos que dejarlo, no fue porque los dos quisiéramos hacerlo. Su madre le prohibió juntarse con gente que no tuvieran su nivel económico, le obligó estudiar algo que no quería ―negué con la cabeza―. El día que lo dejamos fue cuando me fui con mi madre a otro país, con mi cámara de fotos y un sueño por delante.

Los dos estaban callados escuchándome bastante atentos, tanto que intimidaban.

―Podríamos haber seguido manteniendo el contacto de alguna forma, pero ambos sabíamos que no iba a ser sano, llegada la mayoría de edad o yo me hubiera vuelto a España solo por estar con ella o ella me hubiera seguido al fin del mundo ―me senté en la silla de la cocina―. Así que la única vía en común es mi mejor amigo Rodrigo el cual es el suyo, debes saber quién es ―le dije a Alejandro.

―Sé que tiene dos, pero no dijo nunca su nombre.

―Con Rodrigo nunca perdí el contacto, bueno últimamente hablábamos poco pero siempre ha estado ahí. Quiero decir, me decía cómo iba Alicia porque es una chica... digamos que debía sanar interiormente, en su casa nunca le dieron el cariño que unos padres han de darle a sus hijos así que cuando yo me fui para ella fue como dejarla rota y vacía.

Notaba como los ojos se me inundaban.

―No sabéis lo que me dolió hace diez años dejarla ahí, con todos sus problemas y sus líos mentales. Cuando se graduó de la universidad Rodrigo me llamó para que fuera a verla, aunque fuera entre la multitud para que no me viera.

A TRAVÉS DEL TIEMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora