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ITALIA, OCTUBRE DEL 2023

Aquel miércoles volví a casa de Greta, su nieto aun no le había visto el pelo cosa que me daba algo de pánico que sucediera. Aunque en algún momento iba a suceder.

―Buenos días, Greta ―dije entrando dentro.

―Te he preparado un zumo esta vez ―dijo con una sonrisa.

El lunes al final me quedé con ella todo el día y pudimos hablar un poco más. Siempre decía que no le gustaba hablar de su marido, pero luego acababa haciéndolo con un destello en sus ojos, se querían con locura.

Su marido falleció hace un año y medio a causa de un infarto. Tenía problemas de corazón y un día sin venir a cuento no le dio tiempo a llegar al hospital. No tiene miedo a decir que no está en su vida porque dice que es la realidad, pero le tiene miedo a la soledad porque se siente demasiado sola.

No quiere volver a Pisa con ninguno de sus hijos, le gusta el pueblo, pasear por las calles, comprar en la pequeña tienda e ir a la playa cuando hace buen tiempo. Le gusta la tranquilidad del lugar.

―¿Y eso? ―Dije dejando el abrigo colgado en la entrado.

―El lunes observé que de verdad no te gusta tanto el café ―reía.

―Gracias ―dije de corazón.

―Es de naranja, espero te guste.

―Es de mis favoritos ―reía―. ¿Galletas de mantequilla?

―Qué buen olfato tienes ―reía ella―. Esta vez sí, ¿quieres hacer unas de canela luego?

―Estaría muy bien, dicen que se me da bien cocinar, pero no hice nunca repostería.

Cuando Greta iba a responderme a aquello sonó el timbre, iba a levantarme a abrir, pero me dijo que ya iba ella y que desayunara con calma.

―¡NONNA! ―Alejandro.

―Estoy preciosa lo sé. Anda pasa he hecho café, zumo de naranja y galletas de mantequilla.

―Alicia, ¿cómo has dejado que se hiciera eso en el pelo? Parece un helado de fresa ―decía Alejandro sin dejar de mirar a su abuela.

―Le pedí yo a Alicia que me lo hiciera y las trenzas me duran, ¿has visto que bien hechas? Aunque hoy cuando me lave el pelo me las tendré que quitar, me sabe más mal...

―Ya te haré otras distintas Greta, no te preocupes.

―¿Le has teñido el pelo de rosa a mi nonna?

―Bueno, tiene un arsenal de tintes de colores para dar y regalar ―negué con la cabeza―. Me dijo que le apetecía, le dije que ibas a matarme y luego pues aquí estamos.

―Mi amigo dice mucho un dicho de esos españoles algo de mear y gotear... ―Intentaba pensar Alejandro.

―Para mear y no echar gota ―contesté por él.

―¡Así me siento! ―Decía Alejandro.

―¿Qué quiere decir eso? ―Inquirió Greta.

―Que no se cree lo que está viendo ―respondí yo.

―Pues acostúmbrate, que tengo muchos más colores y en cuanto se me vaya el rosa igual acabo azul. Entonces no me llamarás helado de fresa y me dirás pitufo ―reía Greta.

Alejandro se sentó en la mesa y se sirvió una gran taza de café, cogió unas cuantas galletas mientras negaba con la cabeza.

―Definitivamente no se os puede dejar solas ―argumentaba él.

A TRAVÉS DEL TIEMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora