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ESPAÑA, AGOSTO DEL 2024

Estaba arrodillada frente a Leo que estaba sentado en el sofá, tenía agua oxigenada para curarle los nudillos de la mano derecha con la cual le había propinado varias hostias a Daniel.

No quiero decir que no se las mereciera porque a fin de cuentas era un gilipollas integral, sin embargo, no quería que Leo se metiera en estos asuntos porque me sabía tremendamente mal por él. Claro que me sentó mal todo lo que dijo hace un momento, no dejan de ser puñales afilados hacía mi persona, pero no por ello iba a dejar que me arrastrara de nuevo.

―Te voy a poner una venda para que no te roces con nada ―dije envolviéndole el nudillo.

―Parece que hayas hecho esto alguna que otra vez.

Le sonreí apenada, Daniel pegaba a la pared alguna vez y yo tenía que ir a curarle así que supongo que por ello sé lo que estoy haciendo.

―Siento haberme comportado como un animal, Alicia. No puedo negar las ganas que tenía de partirle la cara, pero no son formas.

―No te preocupes Leo, te entiendo.

―¿Tú estás bien? ―Inquirió preocupado.

―Con Daniel nadie está bien ―suspiré―, pero es que él es así. Suelta las cosas de esa forma, ataca así y se comporta siempre con esa actitud de mierda.

Sonó el timbre y me levanté a abrir era Rodrigo que venía negando con la cabeza.

―Sigue abajo, me ha soltado cuatro insultos y se ha negado a irse del portal ―bufaba Rodrigo.

―Vaya pedazo de imbécil ―renegaba Leo.

―Lo sabemos de sobra, le habrás dado al gimnasio porque vaya hostia tiene en la cara. Literalmente ―decía Rodrigo.

―Voy a bajar a hablar con él ―dije agarrando las llaves.

―Ni de broma ―se levantó Leo de golpe―. Está borracho y agresivo, puede hacerte algo, Alicia.

―A la única persona que va a escuchar va a ser a mí, si bajas tú o Rodrigo no va a servir para nada más que liarse la de Dios ―negué con la cabeza―. Prometo que no va a hacerme nada, debo volver a ponerle el definitivo punto y final chicos.

Nadie se atrevió a impedirme este suceso así que metí las llaves en mis tejanos junto con el móvil en el bolsillo trasero y cerré la puerta tras de mí.

Cuando abrí la puerta del portal Daniel seguía ahí medio tirado medio sentado en el suelo del portal. Tenía la cara magullada y apenas quedaba líquido en la botella de alcohol que portaba en su mano.

―¿Por qué has venido, Daniel? ―Inquirí cruzándome de brazos.

―Para verte a ti pedazo de zorra ―bufaba―. Porque te sigo queriendo, quiero que seas mías y no lo eres. Me duele el puto corazón.

―¿No era que por mi culpa estabas jodido? ―Exclamé―. Creo que te confundes de versión.

Estaba agresivo, hablaba arrastrando las palabras, pero sonaba alterado a pesar de que no se acercara a mí puesto que apenas se mueve de ahí.

―No me quiere nadie, creen que soy un maltratador. Di algo en tus redes sociales, puedes cambiar mi vida.

―Tú cambiaste la mía y no para bien, has venido aquí a reclamar historias sin ni si quiera preguntarme cómo he estado o dónde ―suspiré―. No me quieres Daniel, quieres a aquella versión de mí sumisa que aceptaba todo lo que decías, pero lamento decirte que no. Tengo pareja desde hace unos meses y lo amo con locura ―admití en voz alta―. Estoy enamorada Daniel, no sé si lograrás cambiar o si te enamorarás tanto de alguien al punto que no desearas poseerla o no querrás hacerle daño ni física ni mentalmente.

A TRAVÉS DEL TIEMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora