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ITALIA, NOVIEMBRE DEL 2023

Aquella mañana tenía que ir a casa de Greta, así que una vez con el pelo seco me puse mi lazo en función a mi ropa como siempre. Ella me decía que me daba personalidad y que se sentía orgullosa que no hubiera dejado de llevarlos durante tantos años.

Me puse unos tejanos algo anchos normales; mis Converse blancas; un jersey a rayas blanco y negro por lo que mi lazo era blanco. Me coloqué mi abrigo, revisando que en mi mochila tuviera todo lo que solía llevar encima y salí de casa cerrándola con llave.

Eran las nueve de la mañana así que no tardaría ni diez minutos en llegar, hoy Alejandro no vendría puesto que eso de ser mecánico se le daba tan bien que incluso algunos días tenía que desplazarse a Pisa.

Cuando llamé al timbre me abrió una Greta con el pelo desteñido en un moño algo deshecho, pero con su bata habitual de ir por casa. Siempre con aquella sonrisa de oreja a oreja,

―¿Cómo está mi Alicia? ―Decía preparándome el zumo de siempre.

―Bien, como siempre Greta.

―Mira que tener la decencia de mentirme a la cara, cariño... ―Negaba con la cabeza, pero con una sonrisa.

Casi me atraganto bebiendo zumo.

―A Alejandro le va el chisme como a su abuela ―reía―. El famoso chico de tu vida es ni más ni menos que Leo...

―Vaya como vuelan aquí las cosas.

―Tranquila si nadie sabe nada y aunque lo supieran poco les importaría, yo porque os conozco a ambos ―dijo poniéndome unas galletas en la mesa.

―De todas formas, estoy bien... o todo lo que una puede estar cuando el pasado se presenta en tus narices.

―Es que quizá lo que es pasado no debió serlo... ―Decía con una sonrisa pícara―. ¿Hoy me tiñes de azul?

―Por supuesto, en cuanto desayune preparo el tinglado ―reí.

Con Greta me llevaba fenomenal, Alejandro era un poco bocazas, aunque no me importaba si ella lo sabía puesto que iba a decírselo yo, pero vaya no me han dado un poco de cuerda para ello.

Greta era muy observadora no solo por el hecho de que siempre que venía aquí me tenía un zumo de naranja o de piña preparado especialmente para mí ya que ella bebía café sino porque también se dio cuenta de que el dulce no me iba mucho y cuando veía que solo comía un par de galletas me hacía unas tostadas con mantequilla.

Eran pequeños detalles que hacían mucho, eso hizo que me acordara cuando Daniel me llevó el desayuno a la cama y se plantó con una gran taza de café y una tostada de mermelada de melocotón. Quizá él no prestó atención a las veces que tomaba una tostada de mermelada de melocotón, que equivalían a cero unidades de veces.

Así que cuando ayudé a Greta a recoger toda la cocina de forma que quedara limpia y ordenada después del desayuno. Me fui al comedor a acabar de ordenarle un poco la mesa, le gustaba mucho bordar y tenía todo desperdigado por todos lados. Un día decidí comprarle una cesta de mimbre para que guardara ahí todo bien ordenado, lo coloqué todo en su sitio tirando los trozos de hilo innecesarios.

―Muchas gracias ―decía ella con una sonrisa.

―Ni las des Greta, qué menos ―sonreí―. Voy a preparar el baño para teñirte.

Me dirigí al baño, teníamos una cajita especial para teñir de colores a Greta. Aunque realmente aun llevaba el pelo de un rosa que ya no parecía ni de ese color sino más bien ya casi no tenía nada. Preparé una toalla para ella, el pote de tinte azul, guantes, un delantal para no ensuciarme yo... un poco todo para que nada ni nadie estuviera de azul.

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