Capítulo 16. Bailando con mi ansiedad en una oda depresiva.

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(Dedicado a la bagguetita)

10 de septiembre del 2140 a 05 de marzo del 2142

Desde cuando comencé a hacerme daño, no lo sé, solamente sucedió, me acostaba en la cama a llorar completamente vacía, incluso sin saber el motivo por el cual lo hacía, ya no quería comer, mordía mis dedos y no me podía mantener quieta, pensaba demasiado las cosas, sentía que todo el mundo me odiaba y estaba sola, que a nadie le importaba si estaba bien, si estaba mal o si solo estaba, me recostaba en mi cama pegándole gritos a mi almohada, comencé a lastimar mi piel, se sentía bien, pero solo era algo pasajero, el dolor luego volvería y sería peor, no había nadie que entendiera lo que sentía, ni yo misma me podía entender.

Me daba risa, las personas solo creían que estaba en busca de atención, pero que tipo de atención, si con el tiempo deje de hablar con la gente, solo sentía que se burlaban o hablaban mal de mí, incluso cuando llegan esos momentos en que las horas no avanzan y comienzas a temblar de manera repentina, sientes que te asfixias y buscas con quien charlar pero ninguna palabra que te digan te ayuda y te vuelves a quedar sola luego de palabras como "ya pasara", "deberías distraerte" o "deberías pensar positivo", llegas a un punto donde te acuestas mirando al techo y te preguntas que pasará conmigo, algún día lograré ser alguien más o momentos en los que piensas que mejoras, te sientes mejor contigo misma pero te vuelves a cortar, las marcas en tu piel las cuales nadie ve pero allí están, incluso el bañarse te miras al espejo y te odias, odias ser tú, te da asco lo que ves y te reprochas que todo lo que haces para cambiar, nada es suficiente, incluso bañarte se vuelve tedioso, dejas de comer para verte más flaca luego de palabras dolorosas, te maquillas pero te ves horrible y te sacas el maquillaje, dejando solamente la mascara de una falsa sonrisa mientras el rímel recorre todo tu rostro, los peores momentos son en los que sientes que te falta el aire y la habitación se vuelve más pequeña, todo a tu alrededor gira, se te empieza a cerrar la garganta y sientes una presión en el pecho, una horrible presión, comienzas a temblar, te pones contra una pared para sentirte más segura y solamente te largas a llorar, sin motivo alguno, de la nada lloras, te haces una bolita poniendo tus rodillas contra el pecho y las aprietas, comienzan los pensamientos intrusos a rodear en tu cabeza, si, esos mismos pensamientos que te atacan por las noches y no te dejan dormir, y otra vez vuelven esos sentimientos de odio hacia ti, verse al espejo y sentir que no eres nada, que no eres suficiente para nadie y que nunca mejorará, creer que todo estaría mejor sin ti, que solamente eres un estorbo, te sientes vacía y que ya nada puede llenarte, que todo seguirá igual y nada cambiará, por eso sigues con la misma rutina todos los días mientras más te hundes en esa gran enemiga llamada depresión, la soledad no es tu amiga solo por estar junto a vos, lentamente te va consumiendo, te vas convenciendo a ti misma que es lo mejor, sufres en soledad, lloras en soledad y eres quien en realidad eres junto a ella, te acostumbras a llevar un nudo en la garganta durante el día, sabes que todo es un desastre pero aún así sonríes como si nada para que luego llegue la noche y ahogarlo en tu almohada junto a la soledad, la habitación se mantiene oscura tomas algo con filo y lo pasas suavemente sobre tu piel, sientes un alivio momentáneo pero luego todo vuelve a ser lo mismo.

Allí estaba de nuevo sentada sobre ese mismo sillón mirando el techo, esperando que comenzaran sus preguntas.

—¿Cómo estás hoy, qué es lo que sientes? —la señorita Miho, se cruzó de piernas y preparó la lapicera para comenzar a escribir sobre mí.

—Últimamente siento que me da lo mismo estar viva que muerta. —respondí con indiferencia.

—¿Realmente sientes ganas de morir? —preguntó ella con tono de preocupación.

—Siento que si algo malo sucediera estaría mejor, no le encuentro propósito a la vida, siento un enorme peso al tener que sonreír cuando realmente no quiero, mostrar que estoy bien cuando realmente me siento de la mierda—. La terapeuta se acomodó de una manera más seria, mientras anotaba cosas en su cuaderno comenzó a mirarme fijo.

La verdad detras de sus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora