Capítulo 21. a través de mi ventana.

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Quizá es normal el modo en la que cada uno lleva sus problemas de diferente forma pero por algún motivo nadie suele verlo de esa manera, nadie acepta el hecho de que el otro esté cansado sin preguntar aquella estúpida pregunta del ¿cansado de qué? Como si esa persona estuviera en tu cuerpo y sintiera que no hubieras hecho nada, que lo que hacen ellos es realmente cansador y que tu solo te quejas por tonterías, como si supieran el peso enorme que uno lleva cargando el resto de su vida, las opiniones o el rechazo, las palabras que finges no haber escuchado y las veces que te quedas callada para no entrar en un conflicto en el que sabes que perderás aun sabiendo que tienes la razón, y si, la palabra cansado abarca un montón de posibilidades, es una variedad de cosas es un mar de emociones negativas en el cual aquellos comentarios en tono de burla para sentirse mejor por creer hacer más, creyendo saber el sentido de la vida, termina por hundir aún más profundo a aquella persona la cual convierte aquellas frías y despectivas palabras en un ancla atrapado en el fondo del mar, dejando pocas chances para lograr salir de allí, demasiados monstruos hay en la oscuridad del mar para que alguien con sus palabras se convierta en uno más, pues yo solo quiero ver la vida pasar, a través de mi ventana.

Me mantenía abrazada al aroma a rosas mezclándose con la fragancia de Elí, durante ese tiempo me sentía en el paraíso, se detuvo todo y pude ser feliz, no quería que termine, que nadie venga a molestar, estaba en mi edén.

—¿Te encuentras bien zanahoria? estás muy callada, algo raro en ti —él recostó su mano sobre mi cabeza la cual yacía apoyada en su regazo.

—Hace mucho tiempo que realmente vengo sintiéndome mal emocionalmente, lo peor de todo es que si me preguntan el motivo, no lo sé, es una ensalada de cosas que suceden y no sabes cuál de todas es el detonante de tu malestar así que no tienes respuesta a esa pregunta, es una acumulación de cosas que salieron mal, por eso a veces exploto, me siento impotente, llena de angustia y sin saber por cual motivo detonó, pero llegas tú y de alguna manera logras detener el contador de la bomba que está a punto de estallar volando todo en mil pedazos, cuando no estas me siento en soledad.

—Sabes, dicen que las personas están más

acostumbradas a llover que a brillar, sin darse cuenta que las gotas de lluvia siempre están acompañadas, detrás de una gota llegan aún más, aun así se ven solitarias, a diferencia del sol que es uno solo, ellas se encuentran apagadas aun siendo muchas más, quizá no es la compañía la que te saca del frío si no es uno mismo. Mira tú conmigo eres Míah, no necesitas ser alguien más para brillar, solo tienes que ser tú —Elí mantenía su mirada en mí, como si no hubiera nada más alrededor, solo nosotros dos.

—Tengo miedo a que llegue un día en el que no sepa quién soy, mi reflejo ya me abandonó, la chica a la cual veo al espejo ya no soy yo, estoy llena de miedo e inseguridades, ya no sé cómo afrontarlo —gire mi cabeza sobre el regazo de Elí, acurrucandome contra él como un pequeño gatito en busca del calor que lo saque del frío de la soledad.

—Todos tenemos temores más allá de la realidad, los ángeles temen a la muerte, incluso a volar, las sirenas tienen miedo de nadar y a la profundidad del mar, el humano a lo desconocido pero, no por eso dejan que ese temor los apague, los ángeles vuelan, las sirenas nadan y algunos humanos se atreven a ir más allá de su miedo, por eso tú siempre debes de brillar, más allá de que siempre te mantengan en la oscuridad, porque con ese brillo siempre te lograras encontrar —el acaricio mi cabeza suavemente, el tacto de su mano sobre mi lograba calmarme —tienes un corazón tan bonito y grande que aún no se ha acostumbrado a vivir en soledad sin derrumbarse.

—¿De qué sirve tenerlo si nadie puede comprenderlo? —pregunte mientras dormitaba ante las caricias de Elí sobre mi pelo.

—Las personas no comprenden las cosas que están fuera de lo común, tu eres diferente, tu no sigues las etiquetas, tú no eres igual que el resto y esas cosas molestan a los demás, tienen miedo a lo inusual, por eso lo rechazan, sin darse el tiempo a intentar de comprenderlo y ver lo maravilloso que puede llegar a ser, Miah tu eres especial —Elí tomo mi rostro y acerco lentamente su boca hacia mí, sentía que mi corazón se podía detener en cualquier momento así que cerré los ojos y me deje llevar, dejando mi boca a su merced, debí haber quedado como una idiota porque solamente beso mi frente —tu boca parece que chupo un limón, te encuentras bien. —dios mío, que me trague la tierra, no quería abrir los ojos así que me hice la dormida y comencé a gesticular.

Me mantuve completamente en silencio, quería abrir los ojos para saber si aún me estaba mirando pero tenía demasiada vergüenza de lo que había pasado, el temor a su reacción era enorme, no quería recibir sus burlas, no quería explicar nada, me sentía una idiota, de seguro se había dado cuenta que estaba a la espera de sus besos, de seguro le parecía una niña inmadura la cual buscaba ser besada en un lugar hermoso como en las películas o aquellas obras de teatros o historias que nos cuentan ajenos, donde el amor siempre triunfa pero, quien podría amarme, solo me mantenía quieta a la espera de que Elí diga algo o que me despierte, pero se quedó callado acariciando mi cabeza por un largo tiempo.

—Sé que estás dormida pero quizás es que en tus sueños me escuchas—. Rompió aquel silencio mientras acomodaba mi cabeza en su regazo—. Cuando ya no esté, búscame en alguna estrella, por qué, solo somos átomos formados por materia de ellas, polvo estelar que al unirse de manera química en el universo nos forma dando vida a algo que nunca habría estado vivo pero aquí estoy, puedes tocarme, sentirme mirarme, por qué, todos somos estrellas es solo que tú no lo puedes ver por qué irradias demasiado brillo y tapa tus ojos.

—Beso mi mejilla, sus labios se sentían cálidos y húmedos, quería ser besada, deseaba despertar y besarlo pero no tenía la suficiente valentía —incluso el silencio se vuelve cómodo estando en tu compañía.

Eli se mantuvo acariciando mi cabeza y sin darme cuenta caí rendida, mis ojos se cerraron y soñé, soñé que sus labios chocaban con los míos como si fueran constelaciones creando diferentes planetas y sistemas, me sentía plena, no quería despertar de aquel sueño, quería morir en él, estaba cansada de las pesadillas, solo deseaba soñar así siempre pero... los deseos a veces tardan mucho en concretarse.

—Oye pequeña zanahoria. —escuchaba la voz de Elí a lo lejos, me encontraba en un sueño profundo. —se está haciendo tarde, deberías despertarte, también deberías limpiar esa baba de tu boca. —abrí mis ojos lentamente, dejándome abrazar por la imagen de rosas volando alrededor de él, una inminente noche que estaba por llegar y aquellos misteriosos ojos cafés que se dejaban ver mientras se levantaba el viento a nuestro alrededor. —alquile una bici mientras dormías, esta si tienes frenos pero igual te puedes agarrar de mi cintura. —me demostró una pequeña sonrisa detonando una pequeña cuota de felicidad mientras despegaba mi rostro de sus piernas.

—Lo siento mucho, ayer no he dormido nada, estaba realmente cansada. —él dio un pequeño golpecito sobre mi cabeza.

—No te preocupes, aunque te ves rara al dormir, abrías mucho la boca y hacías muecas —dios mío, qué vergüenza.

—Cállate caraculo, no hago muecas, no soy como tu gnomo feo —saque la lengua como una pequeña niña intentando burlarme de él y demostrándome molesta.

—Sabes, vivimos con el miedo constante de decir que algo nos gusta por el temor de la reacción de los demás, por eso nos vivimos ocultando detrás de paredes blandas que hacen endurecer nuestro corazón —miro fijo mis ojos, comiéndome con la mirada —Me gusta pasar tiempo contigo Meraki Miah, creo que se ha vuelto una obsesión —no supe qué decir, sus palabras me tomaron por sorpresa.

—Lo sé, soy genial y lo sabes —me pregunto a mí mismo porque soy tan idiota, debería decirle lo que siento también —Es obvio que de mí no te quieras separar —me devolvió una sonrisa que hizo que mi corazón se acelerara. —¿por qué lees, que te llevó a hacerlo? —pregunté intentando cambiar la conversación.

—Para viajar lejos, muchas veces la realidad puede parecer una mierda, gracias a leer, puedo vivir diferentes vidas, de distintas maneras, escapas de lo que te mantiene encerrado, el día que lees entenderás de lo que hablo —Elí se levantó y tomó la bicicleta, no sabía en qué momento la había alquilado, tan fuerte fue mi sueño ¿tan profundo para no darme cuenta que me había corrido de encima de sus piernas? —Prepárate que ya nos vamos, debo pedalear hacia la escuela.

Tome mis cosas y subí detrás, agarrando la cintura de Elí, quien empezó a pedalear con fuerza mientras los paisajes más hermosos pasaban a mi alrededor, mis ojos solo se quedaban pegados a su espalda, porque él era lo más bello a mi mirada, lo que siempre quería ver a través de mi ventana.

Durante el viaje no dijimos nada, nos quedamos así, en silencio, pero no un silencio de esos que matan, un silencio callado, era un silencio en donde no se necesitaban palabras, solo estar así, callar y poder disfrutar callados, sin nada que decir, mientras mi roja melena volaba con el viento y el viento me traía parte de su aroma y su aroma me hacía sonreír, todo eso se abarcaba aquel silencio, y eso me hacía pensar que de qué sirve tener alas si no tienes alguien que vuele al lado tuyo, a veces ser libres también se puede convertir en una prisión llamada soledad.

La verdad detras de sus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora