Capítulo 29. La magia de nuestra piel.

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Algunos dicen que la magia no existe, que es solo una ilusión y que si prestamos atención, podemos resolver el truco. Pero, ¿qué es la magia? ¿Cuál es nuestro concepto sobre ella? Me gustaría preguntar a esas personas si alguna vez han besado a alguien mirándolo a los ojos mientras se les escapa una sonrisa directamente del corazón. Si con un simple cruce de miradas, este se estremece, acelerando el pulso y yendo más rápido mientras todo se detiene alrededor y solo son dos pares de ojos hablándose en el idioma del silencio que lo dice todo. ¿Si han sentido el roce de la piel desnuda, erizándose, dando escalofríos y electrificando todo su ser? ¿Si se han sentido en la luna o viajando en alguna estrella con la simple presencia que te lleva a cualquier lugar?

Así que me gustaría decirles, ¿cómo quieren que no crea en la magia si con solo una sonrisa puedo delirar, con solo un beso puedo soñar y con solo una mirada puedo viajar a lugares donde nunca creía estar? Y con solo su presencia, me sentía en esencia volando en una nube sobre el mar. Así que no me pidan que no crea en la magia cuando alguien ya me la ha hecho comprender con su piel contra la mía, cuando nuestras pieles se hicieron una.

Me desperté y el sol aún no se mostraba con claridad, pero daba indicios de que sería un bellísimo día. Me dirigí a la habitación de Elí, pero al verlo dormir como un niño chiquito, lo dejé descansando un rato más. Caminé hacia la cocina y todo estaba en absoluto silencio. Por lo que parecía, los abuelos ya se habían ido de la casa. Eran las seis de la mañana, así que me sorprendía el hecho de lo temprano que se habían marchado. Comencé a buscar en la cocina las cosas para empezar a preparar un nutritivo desayuno para ambos. Me hubiera gustado hacerlo para todos, pero como los abuelos ya se habían marchado, solo haría uno para Elí y otro para mí.

Dejé el pan tostando mientras ponía un omelette cocinándose en la hornilla. Comencé a moler unos granos de café para luego ponerlos en la cafetera. Corté queso y lo puse sobre el pan una vez tostado. Una vez caliente, puse el café en nuestras tazas. Ya estaba todo listo, así que me dirigí a la habitación de Elí para despertarlo. Al llegar allí, me quedé viendo a Elí un momento. Se veía lindo mientras dormía, pero se haría tarde si lo dejaba seguir descansando.

"Despierta, caraculo" - dije mientras le daba un pequeño golpecito en la cabeza con mi puño. Eli tomó mi brazo y me empujó hacia la cama, haciéndome caer a su lado.

"Todavía es temprano", dijo mientras se ponía encima de mí. Con su cara de dormido y su pelo todo despeinado, se veía realmente hermoso. "No hay nada más hermoso que verte por las mañanas". Comencé a forcejear para lograr escapar de él, no podía dejarme vencer, no podía perder ante sus encantos.

"Suelta, idiota. He preparado el desayuno. Vamos, comamos y luego nos marchamos hacia los puntos que marqué en el mapa", dije tratando de liberarme de su agarre. Pero sus ojos no paraban de posarse sobre mi boca.

"Solo un beso. Déjame probar tu boca solo un momento", dijo descaradamente.

No entendía cómo podía soltar eso así de la nada, tan descaradamente. "Solo unos besos y a lo nuestro", agregó.

No me podía negar a sus besos. Él se acercó lentamente a mí, realmente me ponía nerviosa, pero luego de sentir la suavidad de sus besos, mi cabeza no podía dejar de pensar en otra cosa. Podía sentir el olor a menta de su boca, me mantenía concentrada completamente en sus labios mientras sentía cómo lentamente una de sus manos comenzaba a deslizarse sobre mi abdomen. No podía dejar que fuera más allá, aún no estaba preparada, todavía tenía aquel pequeño trauma de ser tocada por el idiota de Pier, así que di un fuerte golpe reaccionando por instinto.

"He dicho unos besos, no te pases, caraculo", lo miré completamente enojada. "Deja de perder el tiempo. Vamos a desayunar".

Luego de eso, nos dirigimos a la cocina. Él comió a gusto, nos besamos algunas veces más aprovechando la soledad en la casa. Luego de eso, tomamos nuestras bicicletas y nos dirigimos hacia el observatorio situado en Durek. Fuimos escuchando música de un pequeño parlante que iba pegado a la bicicleta y se alimentaba por la fricción que generaban las ruedas. Así que solo necesitaba pedalear para darle energía. Escuchábamos las canciones mientras cantábamos y reíamos.

La verdad detras de sus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora