Capítulo 17. El monstruo que me visita por las noches.

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05 de marzo 2142 a 10 de abril del 2142

Me siento en medio de un frío océano, intentando buscar tierra pero, mi cuerpo ya está agotado, en cualquier momento siento que me puedo ahogar, pero intento arriesgarme una vez más, buscando un poco de tierra firme donde pueda respirar, que pasaría si me muero, si me dejó vencer y este inmenso océano me tragara, se llevaría mi frío y gélido cuerpo hacia el fondo mientras mi piel se tiñe lentamente de blanco o flotaría siendo arrastrada por la corriente, siento pesado los párpados y mi voz ya no se escucha, tanta agua la calló, intento gritar pero solo salen burbujas, ya no puedo respirar, tomo mi cuello intentando sacar el aire pero nada sale, me ahogó lentamente, no creía que llegara a doler tanto, que era una muerte tan dolorosa, las cicatrices de mis brazos arden como si la piel la quemará, todavía sigo en medio del inmenso agua azul, esperando llegar a tierra, pero nunca llegó, a veces veo un pequeño hilo de luz que me da esperanza pero algo me vuelve a arrastrar hacia el fondo y todo se vuelve frío y oscuro, así es como me siento, así es como vivo en cada momento o al menos intento vivir, hay veces en las que todo se torna rojo, de un hermoso rojo carmesí, un rojo que necesito sentir de vez en cuando, siento que es la única forma de calmar aunque sea un poco mis ataques, teniéndome de rojo, aunque sea un poco.

Me encontraba otra vez de camino hacia la escuela, luego de haber podido dormir más de cuatro horas, aun así realmente me sentía agotada, mi cuerpo pesaba y mi cabeza dolía, quizá no estaba tan bien dormir más de lo que ya estaba acostumbrada, esos pensamientos rodeaban en mi mente y otra vez sentía ese horrible sentimiento de sentir que todo estaba perdido, que realmente ya nada de lo que haga valía la pena, como que ya a nadie le importas, todo se volvía una repentina mierda otra vez, me encontraba a punto de llorar sin lágrimas, así como cuando sabes que estás llorando pero no lo demuestras, en cambio muestras una enorme sonrisa, esa sonrisa que todos quieren ver, la sonrisa que piden que muestres mientras por dentro te mueres pero como a nadie le importa no te quieres mostrar débil, no más débil de lo que ya te ven, así que otra vez sería un comienzo de calvario, esos de los cuales ya creía que me acostumbrado a superar pero jamás los superaba, terminaba encerrada en el baño o en la terraza llorando de manera callada para que nadie me escuchara, así era mi día a día en el instituto, profesoras que pasaban sin decir nada, gritos, insultos, golpes, burlas, algo que ya se había vuelto una rutina, por eso a veces me escapaba sin que nadie sepa, me iba hacia un paredón que se encontraba lejos, ya sabía los horarios de los guardias e incluso los de la escuela, como tenia de las mejores notas, por más que faltara nadie diría nada, pero los días que no podía escaparme eran insoportables, se volvían realmente interminables y justamente hoy sería uno de esos, esos malditos días en donde me tenía que esconder en algún lugar en busca de tranquilidad con miedo de ser encontrada, pues si, ahí estaba otra vez, encerrada en la terraza, rogando que nadie suba y me encuentre, cuando de repente el sonido de unos pasos subiendo las escaleras rompieron con mi tranquilidad, mi seguridad estaba en juego si las pisadas eran de alguno de ellos, mi corazón se comenzó a acelerar y el tiempo comenzó a pasar más lento paso a paso comenzaba a temblar cada vez más, golpee mi cuerpo contra las rejas mientras el sonido se hacía más y más pesado en mi cabeza, quería llorar pero nada salía, sentía como mis uñas se clavaban cada vez más en la palma de mi mano mientras apretaba mis puños con más fuerza, cuando de repente una voz detrás de una puerta entreabierta comenzó a helar mi sangre era la voz de él, Pier la voz de Pier detuvo mi corazón.

—Te encontré, pequeña mugrosa.

Solo me pude quedar quieta y no pude hacer nada, realmente tenía tanto miedo que mis piernas no pudieron reaccionar ante su gruesa y molesta voz.

—Así que aquí es donde comes, porque no nos has dicho, hubiéramos venido a comer contigo para que no te sientas sola—. Pier tenía en sus manos una pequeña vianda la cual lentamente comenzó a desparramar sobre mi cabeza mientras alrededor todos reían.

La verdad detras de sus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora