Capitulo 48. (El libro de Eli, a veces el corazón puede fallar)

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¿Qué es lo que más te duele en este momento y te impide sentirte feliz?

Solo quería darte amor, aquel amor que nunca yo había recibido, pero tú veías que me prendía fuego y solo echabas más leña a la hoguera para poder calentar tus heladas manos, mientras yo me consumía, solo tú te veías como la víctima cuando en realidad solo había una pequeña brisa de viento. Aún así, sabiendo eso, permití que me hicieras cenizas solo por ti, mientras cada vez te volvías más fría, intentaba darte más y más calor, pero ya me estaba apagando, ya no podía mantenerme prendido para ti, mientras daba hasta el último pequeño suspiro para intentar calentar aquello que me estaba matando, lo que me estaba consumiendo. Aún así, te amaba, te sigo amando, pero tú sigues siendo fría y afuera está lloviendo, comenzó a llover, así que me hizo imposible darte aquello que necesitabas y por eso te fuiste, en busca de alguien más, alguien que sí te pueda mantener tibia, mientras yo solo me mantenía bajo la lluvia esperando alguien que quiera prender fuego de una hoguera casi desecha la cual tenía tanto para dar, pero poco a poco fue consumida. Con tu marcha me llenaste de dudas, ¿realmente me amaste? Así como decías que lo hacías, ¿por qué dejaste que me consumiera si en verdad me amabas? No lo sé, la verdad solo sé que fue mi error intentar calentar tu frío corazón invernal con el poco fuego que me quedaba, aún así lo intenté porque te amaba, y ahora no soy más que solo restos de una hoguera en medio de una lluvia que no quiere parar. Te abracé más allá de tus espinas, mientras más te incrustabas dentro de mí, llenándome de heridas, yo lo permitía. Te di mi corazón porque me di cuenta de que tú no tenías. No le deseo tu invierno ni a mi peor enemigo.

Sin darme cuenta, me quedé junto a Miah en aquella fría azotea, charlando casi toda la noche hasta que sus ojos se cerraron, rendida completamente al sueño. La recosté sobre mi hombro y puse mi campera encima de ella, quien mientras dormía, tomó mi mano diciendo "aun no quiero irme". Me quedé toda la noche despierto junto a ella, intentando que su cuerpo no se congelara. No sabía el por qué, pero estando junto a ella, me sentía diferente. Sentía que esa pequeña niña de pelo carmesí se convertiría en alguien especial, alguien que cambiaría toda mi vida, al menos lo que queda de ella. Así que me quedé mirando su cara mientras dormía. Era como ver las estrellas sonreír, eso era Miah.

—Lo siento, me he quedado dormida. —dijo ella mientras limpiaba la baba de su boca.—Dios mío, te vas a congelar. ¿Por qué no me has despertado?—Tomó mi campera poniéndola sobre mí, luego tomó mis manos y las puso junto a las de ella intentando calentarlas.

—Es que te veías realmente dormida, no quería molestarte en realidad. —respondí. Realmente se veía diferente al dormir. Su rostro reflejaba paz y se veía bonito.

—Lo siento, soy de tener el sueño pesado. Dios, te he babeado todo. Lo siento mucho. —Ella realmente se puso vergonzosa.

—No importa. Por cierto, ¿dónde te encuentras? Podríamos vernos y charlar sobre libros. —dije entusiasmado.

—En la sala 23, habitación 202. ¿Y tú? —La habitación de internación cardiológica. Me había recorrido todo el hospital de pequeño y sabía dónde quedaba cada una de las salas del enorme lugar.

—En la sala 1. —Se giró a verme, con sus ojos mostrando preocupación.—lo siento, no sabía, dios mío te has congelado, vayamos dentro.—se mostró realmente preocupada, cómo no estarlo, la sala uno era la llamada la ultima sala, era donde eran mandados aquellos quienes ya no tenían chance y allí estaba yo.

—No te preocupes por eso, si quieres puedes venir a mi habitación. Está llena de libros con historias increíbles. Podría mostrarte o prestarte algunos. —si ella aceptaba, sería la primera vez que alguien aparte de mis familiares, médicos y enfermeras, estaría en mi habitación.

La verdad detras de sus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora