Capítulo 54. Hipoxia cerebral: una memoria que se perdió sus mejores días.

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Imagínate por un momento que eres una célula del cerebro y que tu función es procesar información y comunicarte con otras células para asegurarte de que el cerebro funcione correctamente. Para llevar a cabo tu trabajo, necesitas oxígeno y nutrientes que se suministran a través de la sangre.

Sin embargo, de repente, te das cuenta de que algo no está bien. La sangre que te proporciona oxígeno y nutrientes no está llegando a ti y a tus vecinas células del cerebro. Puede haber una obstrucción en las arterias que suministran sangre al cerebro o una disminución en la presión arterial que reduce el flujo sanguíneo al cerebro.

Al principio, te sientes confundida y un poco mareada. Pero a medida que pasa el tiempo, te das cuenta de que tu función está disminuyendo. No puedes comunicarte con otras células del cerebro como solías hacerlo, y tus procesos cognitivos se vuelven más lentos. Tu capacidad para procesar información y retenerla disminuye cada vez más.

Finalmente, te das cuenta de que no estás sola. Muchas otras células del cerebro están sufriendo lo mismo que tú. La falta de oxígeno está provocando daño cerebral irreversible y cada vez es más difícil realizar tu función.

Entonces buscas la manera de mejorar eso, de que el oxígeno llegue hacia ti para que tu cuerpo no se vaya muriendo. Sientes que tu cuerpo te tiembla y comienzas a sentir temor porque tu cuerpo está reaccionando a un enemigo que no se sabe desde dónde viene. Lo ves, al fin y al cabo, la hipoxia y la depresión no son tan distintas, ambas te pueden matar. Entonces, me pregunto por qué se le da tanta importancia solo a una de las dos.

Me dirigía junto a la doctora hacia la habitación de Miah, ella no sabia nada que aquel donante que tanto esperaba era yo, quería mantenerlo oculto hasta que despertara luego de la operación, ella no lo sabia pero aquella despedida seria la ultima que tendríamos, mientras caminaba junto a pog pensaba que me hubiera gustado pasar mas tiempo junto a ella, me hubiera encantado realmente disfrutar mas cosas, cumplir cada uno de sus deseos, esos que nos quedaron por cumplir.

Mientras caminaba junto a la doctora, traté de mantener la compostura y mantener una conversación casual. Ella hablaba sobre la operación y cómo iba a ir todo bien, pero yo no podía evitar sentirme nervioso por dentro.

Cuando la doctora me preguntó si tenía algún amigo o familiar que pudiera estar conmigo durante la operación, tuve que admitir que no. Solo quería asegurarme de que Miah estuviera bien, y no podía pensar en nada más importante que eso en ese momento.

Cuando finalmente llegamos a la habitación de Miah, sentí un nudo en mi estómago. Quería entrar y abrazarla, pero solo me quede a un costado de la habitación mientras la doctora le explicaba todo a Miah.

La doctora se sento al lado de ella y le dijo con una sonrisa tranquilizadora: "Hola Miah, ¿cómo te sientes?"

Miah respondió con una voz débil: "No muy bien, tengo mucho dolor".

La doctora se acercó a ella y la revisó. Luego, le explicó detalladamente todo lo que iba a suceder en la operación y cómo se iba a llevar a cabo.

Miah preguntó con preocupación: "¿Y si algo sale mal? ¿Qué pasa si no funciona?".

La doctora respondió con calma: "No te preocupes, estamos haciendo todo lo posible para asegurarnos de que la operación sea un éxito. Además, tienes un donante muy compatible, así que las probabilidades de éxito son altas".

Miah pareció aliviada por un momento, pero luego sus ojos se llenaron de lágrimas. "No quiero morir, quiero vivir y hacer tantas cosas".

La doctora le sostuvo la mano y le dijo con amabilidad: "Lo entiendo, Miah. Pero tienes que ser fuerte y positiva. Vamos a hacer todo lo que esté en nuestras manos para asegurarnos de que te recuperes completamente. Y luego, tendrás toda la vida por delante para hacer todo lo que quieras".

La verdad detras de sus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora