Capítulo 44. Anhedonia, el libro de Elí.

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Y ese día me di cuenta de que las tristezas se mantienen ocultas en palabras a las que llamamos amor, y que ese amor podía con todo. Pero en el vértice de la destrucción, entendí por qué las catástrofes llevan el nombre de personas. La noche llegó y en la oscuridad solo quedaba el brillo de la luna, viendo cómo nos apagábamos cada vez más. La luna comenzó a brillar más fuerte al ver que, tristemente, en nosotros ya no quedaba nada más que iluminar. Nos consumió la oscuridad y a ella el silencio. Ambos callamos y nuestro amor, nuestro amor terminó muriendo. No hubo Romeo y Julieta, ni princesas a las que devolver el zapatito de cristal. Solo existió la realidad, la cruel y fría realidad. Romeo no quiso a Julieta y la princesa siguió durmiendo, esperando el beso de aquel príncipe azul. Y aquel cuento de hadas no fue más que una historia de drama, llena de dolor.

Solo fue cuestión de un momento, un segundo, un parpadeo para que todo lo que estaba a mi alrededor ardiera en llamas. No tardó nada, aquella pequeña chispa oculta detrás de una mentira había logrado arrasar con todo, dejando solo cenizas a su paso. Y ahí estaba yo, en medio de las ruinas, llena de emociones negativas. Sentía que otra vez había arruinado todo. El miedo se había apoderado de mí y había hecho lo peor posible. Quería hablar contigo, pedirte perdón por ser una adolescente idiota que no sabía cómo controlarse, por tener miedos a los cuales no podía afrontar y por no querer escucharte. No quería perderte y quería decirte cada uno de esos "te amo" que por miedo tenía atascados en la garganta y me ahogaban cada vez más. Así que me levanté, decidida a ir. Salí corriendo para verte. No podía dejar que todo se fuera a la mierda. No podía perderte, no esta vez. Mi corazón te necesitaba.

Salí corriendo hacia afuera, pero mi madre me detuvo.

— ¿A dónde vas? Ya tenemos que irnos. No te puedes escapar. — me había tomado fuerte del brazo.

— Tengo que ver a Elidha. No puedo perderlo — dije mirándole fijamente a los ojos, demostrándole mi determinación.

— Mira, te entiendo, pero debemos irnos — no quería. No quería esperar más tiempo. Necesitaba verlo.

— No. Debo irme — respondí con firmeza.

— Escúchame, te prometo que cuando lleguemos allá, te dejaré volver. Te daré el dinero para que viajes. Son seis horas, pero permitiré que te quedes con ellos. — por algún motivo, mi corazón decía que debía verlo ahora.

— Necesito que me hagas un favor, escucha. —le dije mientras acomodaba unas cajas. — ¿Puedes decirles que iré un poco más tarde? Tengo que ver a Elidha primero, por favor. —respondió con esa estúpida cara que siempre hacía al hablar.

—Necesito que busques a Elidha. —Tomé la cadenita que él me había regalado, la que había hecho para mí. —Dale esto y dile que volveré por ella, que le diré toda la verdad, le diré todo lo que siento de una vez. En tres días, que espere tres días por mí, que le contaré todo. —Estaba cansada de ocultar las cosas, tenía que vencer mis miedos de una maldita vez. Más allá de cómo reaccionara, estaba segura de que el amor que teníamos era más fuerte que cualquier mentira. Estaba decidida a quedarme toda la vida junto a él.

—Claro, no te preocupes, lo haré. —dijo mientras sonreía. —Gracias Pierce, no sabes cuánto esto vale para mí.

Nos quedamos acomodando todas las cosas y una vez que terminamos, saludamos a Pierce y nos dirigimos hacia el camión. El viaje era realmente largo, así que intentaría despejarme. Tomé el dispositivo que tenía en la mochila y comencé a poner distintas contraseñas intentando desbloquearlo para saber qué había dentro de él. Luego de probar varias, una tras otra, me pedía un tiempo para volver a intentar. Mientras tanto, charlaba con mi madre y matábamos el tiempo de esa manera.

La abuela se quedaría en la granja y viajaría dentro de tres meses, pero yo tenía pensado quedarme junto a Elidha, así que intentaba convencer a mi madre de poder hacerlo. Luego de una hora de charla y tanta insistencia, permitió hacerlo, solo con la condición de que una vez al mes viaje a verla, lo cual acepté con total alegría.

La verdad detras de sus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora