Capitulo 62

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La noche se cernía sobre el imperio sumido en la tristeza y la desesperación. Diana se encontraba en su habitación, envuelta en una profunda melancolía. La desaparición de Kaizen y el demonio había dejado un vacío en su corazón, un abismo oscuro que amenazaba con consumirla por completo.

El eco de los lamentos llenaba el aire mientras el imperio lloraba la pérdida de sus seres queridos. Cientos de vidas se habían perdido, sin importar rango ni estatus social. La muerte no discriminaba, y su presencia era un recordatorio cruel de la fragilidad de la existencia humana.

En aquel momento, Diana se encontraba sola en su dolor. La tragedia había absorbido a todos, sumiéndolos en un mar de lágrimas y desolación. Mientras el emperador se mantenía oculto en su palacio, Diana observaba cómo la gente buscaba consuelo entre sí, apoyándose en su dolor compartido.

Evans, asumió un papel protagónico en la búsqueda de sobrevivientes y en la asistencia a los afectados. Dirigió a los soldados brindando apoyo tanto a los nobles como a los plebeyos. Para un pueblo lastimado una pequeña acción como es se volvió un rayo de esperanza en medio de la oscuridad reinante.

Diana caminaba por los pasillos de la academia, sintiendo el peso de la tragedia sobre sus hombros. Observaba los rostros desconsolados, escuchaba los sollozos de aquellos que habían perdido todo allá afuera de las paredes de la academia y se preguntaba si alguna vez encontraría la fuerza para superar su propio dolor.

-...No es que no los entienda.

Pero Diana no puede sentir pena por otros en este momento por mucho que los vea llorar, porque su propio corazón parecía que dejo de latir ese día.

En su soledad, Diana recordaba los momentos compartidos con Kaizen, sus conversaciones, su conexión profunda. Cada recuerdo era como una daga que se clavaba en su corazón, recordándole lo que había perdido.

-...Estas ahí afuera ¿verdad?

La tristeza y la desolación se habían adueñado de los días y las noches en la academia. Diana, atrapada en su propio tormento, se había convertido en una sombra de lo que solía ser. Su rostro pálido reflejaba el peso de un dolor insondable, mientras su mirada vacía y apagada revelaba el vacío que había dejado la desaparición de Kaizen.

El paso de los días se había convertido en un torbellino interminable de agonía. Diana vagaba por los pasillos de la academia, su figura solitaria envuelta en un manto de melancolía. Sus pasos eran arrastrados, como si llevara sobre sus hombros el peso de todo el mundo.

El silencio se extendía a su alrededor, solo interrumpido por los susurros de los estudiantes y profesores que se apartaban a su paso. Pero Diana parecía estar en otro mundo, en un abismo oscuro donde solo existía el eco de su propio sufrimiento.

Las paredes de la academia parecían retener el dolor y la desesperación que se habían apoderado de Diana. Theor y sus padres que tenía prohibido ingresar a la academia, trataron de traerla devuelta a casa para que pudiera descansar pero fue imposible. El emperador no lo permitió debido a todos los problemas que estaba pasando el imperio, fue por eso que Diana tiene que pasar todo su dolor en la fría academia.

Argenis y Cesar, los dos confidentes más cercanos a ella, habían intentado con todas sus fuerzas brindarle consuelo y apoyo, pero sus esfuerzos parecían en vano. Los ojos sin vida de Diana reflejaban una tristeza profunda, y sus palabras caían en el vacío, como si no fueran escuchadas por su propia alma.

Argenis y Cesar se encontraban en el jardín trasero de la academia, alejados de las miradas indiscretas. El sol de la tarde se filtraba entre las ramas de los árboles, creando un juego de luces y sombras que reflejaba la turbulencia de sus corazones.

El Loco Tirano se Obsesiono ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora