Capitulo 66

827 98 7
                                    

Diana, arrastrada por las sirvientas, fue conducida hacia un amplio baño lujosamente decorado. Allí, las mucamas la rodearon con esmero y dedicación, lavándola y vistiéndola de pies a cabeza. Cada parte de su cuerpo fue pulida hasta la perfección, asegurándose de no dejar ni un solo lugar descuidado.

El vestido que le habían preparado era una verdadera obra de arte. Su color azul cielo evocaba la serenidad del cielo despejado, mientras los encajes delicados resaltaban la elegancia de su diseño. La falda amplia y fluida caía hasta el suelo, otorgándole un aire majestuoso. Cada detalle, desde los bordados meticulosos hasta los pequeños detalles brillantes dispersos por el vestido, resaltaba la belleza natural de Diana.

Al pararse frente al espejo, Diana no pudo evitar sentirse sorprendida y maravillada por su propia apariencia. El vestido realzaba su figura y parecía haber sido hecho especialmente para ella. Su rostro, demacrado por los días de viaje y las preocupaciones, parecía iluminarse gracias al maquillaje hábilmente aplicado. Por un instante, se preguntó si todo aquello era producto de la magia, ya que parecía haber salido directamente de un cuento de hadas.

Las mucamas, observando la expresión asombrada de Diana, se sintieron orgullosas de su trabajo.

-Oh, señorita Diana, estás absolutamente deslumbrante. El vestido resalta tu belleza natural de una manera mágica.

-Sí, es cierto. Te ves como una verdadera princesa. Estamos contentas de haber podido ayudarte a lucir tan hermosa en esta noche especial.

Diana, con una sonrisa radiante, agradeció a las mucamas por su arduo trabajo y los comentarios halagadores.

-Muchas gracias a todas por su dedicación. Han logrado que me sienta realmente especial y hermosa esta noche.

Las mucamas, con humildad, asintieron y se retiraron dejando a Diana sola frente al espejo. Mientras se admiraba una vez más en el reflejo, los recuerdos del pasado inundaron su mente. En su memoria, podía escuchar claramente la voz de Kaizen, elogiándola por su belleza con cada vestido que se ponía, sin importar lo sencillo que fuera. Aquellos recuerdos despertaron una mezcla de alegría y tristeza en su corazón.

Sin embargo, antes de que la melancolía la dominara por completo, una de las sirvientas que había salido de la habitación y se acercó preocupada a Diana.

-Señorita Diana, ¿está todo bien? Parecía estar perdida en sus pensamientos y nos preocupó.

Diana, intentando recuperar la compostura, forzó una sonrisa.

-Sí, estoy bien. Solo estaba recordando momentos del pasado. Gracias por su preocupación.

Al salir de la habitación, Diana se encontró con un hombre desconocido que la esperaba

Su apariencia misteriosa e imponente sorprendió y asustó a Diana, y no pudo evitar preguntar con cautela.

-¿Quién eres? ¿Y por qué estás esperándome aquí?

El hombre, avergonzado por su apariencia intimidante, se agachó ligeramente para no parecer tan aterrador.

-No debes tener miedo, señorita. Soy Johan, el guardia personal del príncipe Evans.

Diana, aun manteniendo una mirada sospechosa, se mantuvo a cierta distancia del hombre, sin estar completamente convencida de sus palabras.

-Si eres el guardia personal, ¿por qué no estabas con Evans en el salón? ¿Por qué estabas esperándome aquí fuera de la habitación?

Johan, sin saber qué hacer, se rascó ligeramente el cuello y mostró una expresión avergonzada.

-El príncipe me pidió que la acompañara y la guiara hasta el salón para asegurarme de que no se perdiera y nada malo le sucediera en el camino.

El Loco Tirano se Obsesiono ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora