Reescribiendo la historia | pt.11

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Rachel.

No quiero ver a Antoni. No quiero ni que respire a cinco kilómetros de mí. Y ahora resulta que tengo que testificar en su contra.

Y ni siquiera puedo negarme. Me frustra, demasiado, me acostumbré a hacer lo que me viniera en gana, a no tener que responder a nadie. Y ahora las cosas cambian de nuevo, ya que vuelvo a tener un jefe.

Es lo único bueno. Me regreso mi puesto.

Lo malo: ya no tendré el mismo tiempo para compartir con mi hija.

Estaba ya tan acostumbrada a verla más veinticuatro horas de el día y eso cambiará.

—Ayer cumplí tres —enseña tres deditos.

Regreso a ella, que habla con Sara y le responde lo que le pregunta. La sorpresa en el rostro de la mujer es notoria.

—¿Por eso me pediste un pastel? —le pregunta a su hijo.

Bufa.

—No. El pastel me lo comí yo, esa niña no se lo merece.

—¿Me doblas las mangas? —le pregunta con un puchero. Oculto la risa cuando el va a ella de inmediato—, gracias —le da un beso en la mejilla y se pone a comer—, entonces, ¿Tu hiciste mi pastel?, Papá es mentiroso a veces, porque si me dió uno de chocolate y sabía muy rico.

—Vuelve a decirme mentiroso, mocosa... —le advierte.

—Es que a veces si eres.

—Si, lo hice yo —le sonríe—, te podría hacer otro, ¿Cuál es tu favorito?

—De chocolate relleno de fresas.

—Lo haré hoy y te lo doy mañana, ¿Que dices?

—¿Mañana vamos a estar aquí? —nos mira.

—Aquí precisamente no, Lizzie —murmuro.

—¿Entonces? —frunce el ceño, llevándose el Nugget a la boca.

—No seas chismosa —habla Christopher antes de que yo pueda hacerlo—, puedes ir a el penthouse —le dice a la mamá.

—¿Y si...? —sacude la cabeza—, está bien, yo te voy a dejar tu pastel, muñeca.

Christopher enarca una ceja, pero se encoge de hombros, limpiandole la boca a su hija cuando le señala el ketchup en su barbilla. Puede no admitirlo, pero se que la ama y si la fastidia es porque así es el.

Además de que la procura y cuida con celo. El otro día se cayó y el fue el primero en correr a ella. Y no es solo de ese día, todos los días pasa. No deja de cuidarla cuando está con ella, siempre mantiene los ojos sobre ella, sin importar que esté haciendo.

Termina de comer y ella se despide de su abuela con un abrazo corto. Es mucho avance.

Pasamos por su hamburguesa y el nos lleva directamente a el penthouse, escuchando a Eli parlotear sobre una película que vio.

...

—Y aquí es donde vamos a vivir de ahora en adelante —finalizo mientras veo sus ojitos comenzar a cerrarse.

—¿Y papá ya no se va a ir? —bosteza.

—No, mi amor, papá se va a quedar contigo —murmuro.

Asiente y me inclino a dejar un beso en su frente, comprobando que ya se durmió por completo. Christopher entra en ese momento y suelta un bufido, sosteniendo el vaso de chocolate en una mano. Avanzo hasta el y le quitó el vaso, dejando un beso en su mentón.

—Sabías que se iba a quedar dormida mientras lo hacías —señalo.

—La voy a despertar para que se lo tome.

—No, no vas a hacer eso —dejo otro beso y me voy.

No me gusta el tipo de chocolate que toma Elizabeth, es por eso que dejó el vaso en la nevera y avanzo a la habitación donde estuve antes. Recuerdos me golpean y siento que se me erizan los bellos de la nuca.

Entro a la ducha, reparando en mi aspecto, mi cabello creció mucho estos tres años y nunca retoque el tinte, así que mi cabello es azabache, con los medios a las puntas rubias. Si, voy a quitarme eso y lo pintare todo azabache.

Mis ojos brillan y me gusta. Tengo miedo de lo que pasará en unos cuantos días, pero ahora mismo solo pienso en lo que quiero hacer.

Así que pongo mi mente en ese solo pensamiento, me quito la ropa y saco el conjunto azul de la maleta pequeña que traía.

Conjunto que me coloco después de una corta ducha, ya que mi cabello  lo lave ayer, solo quería que mi cuerpo se refrescará con agua tibia.

Me gusta como reluce el encaje, me encanta, de hecho.

—Rachel —me llaman en la habitación.

—¿Si? —me coloco la bata que va sobre la lencería y salgo.

—Ven aquí —ya se lo que quiere. Y se lo voy a dar con gusto.

Lo observo colocar el pestillo y avanzo, paseando las manos por el torso marcado de mi coronel.

—¿Que quiere, coronel?

—Voy a follarme a mi mujer. Me duele la polla.

No me sorprende la crudeza de sus palabras.

Retrocedo, lo que hace que voltee, enarcando una ceja.

—Yo quiero dormir, mi amor... El viaje me agoto —hago un puchero.

Me muestra una sonrisa ladeada, viniendo a mi y arrojandome a la cama, separa mis piernas con su rodilla y se comienza a deshacer de mi bata.

—Amor...

—Me voy a follar a mi mujer —repite, estampando sus labios contra los míos.

Un beso que me hace jadear y corresponder con la misma vehemencia que el. Adentra la lengua en mi boca y recorre cada espacio de mi boca mientras me terminó por quitar la bata.

Me encanta su reacción. Jadea al ver el conjunto que adorna mi piel. No importa que siempre lo reciba con un conjunto distinto, parece que no se cansa de verme con ellos y sus reacciones me comprueban que le gusta.

—¿Para quien compraste esto? —pasa las manos por el encaje en mis caderas.

—Para mi prometido —jadeo cuando se inclina y muerde la piel de mi cuello.

—¿Y quién es su prometido, teniente? —baja a mis senos, mordiendo mi pezón sobre la tela delgada de el sostén.

—Usted, mi coronel —me retuerzo.

—Mía, solo mía —marca la parte superior de mi seno derecho.

—Solo suya —afirmo.

Cuánto treinta segundos hasta que siento cuando destroza la tela.

—Era nuevo —reprocho con fingida indignación.

—Sabe cómo es su promedio, teniente, así que se jode —muerde la cima fruncida de mi pezón y un gemido involuntario escapa.

Joder.

Comienzo a sacarle la ropa, si yo estoy desnuda, el también.

Vuelve a mis labios, magreando todo lo que encuentra a su paso, antes de bajar a mi sexo, suspiro.

Introduce dos dedos y después son tres, antes de que sea su polla. Se mueve con estocadas rápidas y con fuerza. Me tensa todo y el también lo hace, entonces ambos estamos corriendonos.

Lo abrazo, sin dejar de besarlo, en verdad lo amo tanto.

—Te amo mucho —murmuro, dejando besos en todo su rostro. Me encanta hacerlo.

Y me encanta más cuando el también lo hace.

Sonrió ligeramente al sentir sus labios en toda mi cara, no dudo de lo que siente por mi y yo tomo estas pequeñas acciones a las palabras que no dice, pero que tampoco hacen falta, pues a cada segundo con estás mismas acciones me reitera que lo que siento es mutuo.

One Shots ChrischelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora