One Shots Chrischel

Alterando un poco la historia | Pt.2 |

Rachel.

¿Que coño paso?

Me lo preguntó mientras mi cabeza da mil vueltas. Estoy en una lujosa habitación de sabrádiosdonde, cubierta apenas con una sábana negra.

Intento moverme, pero el sonido metálico y un ligero ardor en mi muñeca me detiene.

Joder.

Eso es lo que me hace reaccionar de golpe.

Un brazo se cierra entorno a mi, pegándome más a su cuerpo, se lleva mi mano consigo y ahí es cuando captó en anillo en mi dedo anular.

Me levanto de golpe, aunque eso implique que la esposa me roce la piel con fuerza, tanto que siento que quema. Christopher maldice por lo bajo, presionando sus dedos contra sus párpados.

—¿Algo afectó tu cabeza? —masculla con voz ronca—, ¿O por qué coño te levantas así?, te vas a lastimar...

—¡Me tienes que estar jodiendo!

El hombre vuelve a maldecir, pero no me importa.

Busco con la mirada, hasta que mis ojos caen en el papel que está del lado de la cómoda de Christopher. Mierda.

Me muevo sin cuidado hasta alcanzar el papel.

Certificado de matrimonio.

Mi nombre y el de Christopher ahí. Nuestras firmas. La fecha. Sellos.

Intento recordar algo, pero lo único que viene a mi cabeza son risas, más risas, mucho alcohol, varios bailes con insinuaciones sexuales...

«—Entremos —su voz me da risa—. Otra garantía —me rio otra vez».

Presiono mis manos contra mi cabeza, buscando más.

¿Cómo mierda de una pista de baile pasamos a las oficinas de registro?

«La blackcard se desliza en la terminal, poniéndome a pensar, pero ninguno de los pensamientos que llegan se conectan, todo es incoherente».

Doce meses. Eso dijo que duraba la licencia para poder casarse.

«—Por el poder investido en mi por el estado de Nevada, los declaro...».

—Joder, Rachel, ¿Que coño haces?

«—Lo hubiera escogido yo, pero estás aquí y esposada a mi. ¿Cuál te gusta?

Miro abajo, varios anillos, muchos. Mis ojos borrachos luchan por enfocar algo, pero nada. Solo logro señalar el que tiene un color azul.

La dependienta lo saca, poniéndolo sobre el mostrador. Lo veo mejor.

—Ese.

Su sonrisa amenaza con mandarme al piso».

Le estampó en certificado en el pecho, sintiendo que me tiembla todo.

—¿Por qué de todos los malditos lugares que hay en el mundo, viendo lo idiotas que somos... Nos trajiste aquí?

Frunce el ceño, tomando el papel.

Lee, haciendo una mueca. Una que no sé interpretar.

—Joder. No me acuerdo de nada.

Pues claro. No sé quién de los dos estaba más ebrio anoche.

—Levántate, hay que ir a ver cómo anular eso...

Suelta una risa baja que no me gusta mucho.

—¿Anular? —deja el certificado a un lado, llevando las manos a mis caderas.