¿Y que más da?

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Rachel. 

Le doy una calada al cigarrillo, apoyándome en la barandilla del balcón, estoy agotada, no sé cuánto tiempo me va a durar la luna de miel hasta que alguno de los dos salga con algo.

Aún así, voy a disfrutar mientras estamos en paz.

No sé por qué no se despertó cuando me levanté, pero creo que mejor lo dejamos descansar. Disfruto de mi cigarrillo, soltando el humo lentamente...

Y unas manos me rodean la cintura.

—Mis pensamiento te invocaron, ¿Eh?

Me da un beso en el hombro, alcanzando mi mano con el cigarro. Volteo a verlo.

—Eso era mío —protesto.

Le da una calada al cigarro. Eleva la comisura, dándome la vuelta completamente. Lleva el rostro a un lado, expulsando el humo.

—Lo tomaste de los míos, nena.

—¿Y que? —le quitó el mismo—. Es mío.

Agradezco que mi calada sea la última, me ve con una ceja enarcada cuando aplastó la colilla en la barandilla. Me toma del mentón, acercándome a sus labios, suelto el humo a milímetros del mismo, lo que hace que me pegue en seguida a sus labios.

Sonrió sobre ellos, echándome para atrás.

—Primero invítame un café —me le burló.

Me pellizca un lado de la cadera.

—Te invito lo que quieras, guapa —me muerdo el labio inferior—. Pero primero va la follada. Después vemos lo del café.

Le doy un beso en la mandíbula, pero el me vuelve a sujetar del mentón para llevar mis labios a los suyos. Me hace caminar hacia una de las tumbonas, se sienta y me sienta sobre su regazo, apartándome su camisa.

—Amo tus tetas —lleva los labios ahí.

Enredo las manos en su cabello, suspirando.

—¿Nada más de mis tetas? —me le burló.

Muerde mi pezón, haciéndome soltar un gemido.

Me aparta las bragas, rompiéndolas en segundos. Bajo una de mis manos para sacar su miembro y no es que haya mucho juego previo. Me sujeta las caderas cuando las elevó para introducir su miembro en mi.

Joder.

Guía los movimientos y lo permito, por qué me suelta las tetas para que sus malditos ojos se anclen en los míos. Intento acallar mis gemidos, pero no hago un buen trabajo en ello, estoy ahogada en el par de tormentas que parece me gritan lo que mi corazón anhela escuchar, pero sus labios no son capaces de pronunciar.

Siento que se me cristalizan los ojos al instante, sé que esto es pasajero, que llegará el momento en que Gema sea su maldita esposa y yo me quedaré en las sombras.

No quiero ser su amante más, no quiero migajas.

No quiero esta mierda.

Mis movimientos se alentan sin querer, él sube la mano a mi mandíbula, delineando la misma con lo que podría jurar, es delicadeza.

—No te haces una maldita idea de lo mucho que odio el que hayas elegido morir en vez de a mi —la primer lágrima resbala—. Odio tanto la mierda cursi, tanto como debería de odiarte a ti, Rachel.

Me detengo, pero el la otra mano me sigue instando a moverme.

—No puedo —susurra—. No puedo odiarte.

—Quizá...

Sacude la cabeza.

—No quiero abrirme contigo por qué eres capaz de clavarme un puñal por la espalda y lárgate con tal de que todos estén bien.

One Shots ChrischelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora