ACTUALIZACIÓN 1/2
Cuando se vivía constantemente en peligro, en desconfianza, en traición, muchas cosas estaban en juego. Lo que se valoraba se debía cuidar como hueso santo y, quienes se acercaban, siempre debían ser recibidos con precaución, con cautela.
Un desconocido jamás se podía categorizar de bueno. Nadie mostraba su verdadera cara hasta que llegaba aquel momento y tocaba entender que, los que fingía ser buenos, en realidad eran malos.
Las traiciones siempre estaban presentes en la vida. En ocasiones, podían venir con lentitud, dejando marcas, huellas. No obstante, también podían llegar como un cuchillo siendo clavado en la espalda.
Y aquello se podía categorizar como imperdonable, como algo que merecía ser sepultado, crucificado.
Para Slavik, la traición era algo asqueroso.
Siempre cuidaba a los suyos, velaba por la seguridad de su madre. Para él su madre siempre iba a ser lo primero.
Ahora, tras todo lo ocurrido solo se dejó consumir por el enojo. Estaba colérico, energúmeno. Cada cosa o persona que se cruzaba frente a sus ojos terminaba con balas o siendo, simplemente, destrozado por alguna bomba que le pudiera caer encima. No se frenó. Ignoró el cansancio, su ropa ensangrentada, su respiración acelerada. Perdió la cuenta de las personas que asesinó y siguió avanzando sin frenarse.
Tenía claro que estaba herido.
Más de una bala estaba en su cuerpo y, por primera vez, después de tanto tiempo, muchos habían logrado lastimarlo, hacerlo sangrar. Sin embargo, ni mil balas se podían comparar con la sensación que lo estaba consumiendo.
Traición.
Mentiras.
Engaños.
Todas esas palabras podían categorizar a un zorro. Y los zorros no eran domésticos. No eran de casa. Los zorros eran animales libres que vivían en los bosques. Jamás se iba a poder tener uno.
Y se sintió estúpido por haber querido darle techo y comida a uno.
Sostuvo el arma con fuerza y, debido a la sangre, se le resbalaba de sus dedos. Miró al frente para disparar a quienes se acercaban y el ruido de otra bomba se escuchó.
Aquel ruido le dio ánimos para seguir, después de todo, a cualquier persona le provocaba felicidad algún espectáculo, alguna fiesta. La diferencia es que para Slavik los sinónimos de espectáculo o fiesta se limitaba a explotar todo lo que sus ojos veían y a provocar que, todo aquel que se cruce en su camino, gritara por el dolor.
Tragó saliva teniendo su garganta seca. Dio más pasos para doblar en la esquina y, cuando las balas se le acabaron, solo ocupo sus puños.
Rompió brazos, cuello, manos, piernas. No se frenó por nada y en su rostro no hubo nada más que deseo por matar. La seriedad era intensa donde, conforme los segundos fueron transcurriendo, los que se cruzaban en su camino, preferían salir corriendo.
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AMOR LETAL [OMEGAVERSE] ©
RomanceSlavik siempre estuvo en la cima. Todos se postraban a sus pies y nadie se atrevía a desafiarlo, a no obedecerlo. Siendo el líder de la Mafia dorada de Rusia, su pasado era oscuro, pero su presente estaba lleno de muerte, sangre y más. Nadie sobrevi...