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ACTUALIZACIÓN 2/2

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ACTUALIZACIÓN 2/2

Slavik observó la camisa e, indudablemente, estaba limpia y sin ni una sola mancha de sangre. La examinó por unos segundos porque era extraño ver algún agujero en sus ropas. No estaba acostumbrado a eso.

Y lo admitía.

Siempre se confiaba demasiado en que nadie iba a tener la capacidad u osadía de dispararle, ahora se daba cuenta de que eso era un error garrafal.

Entendió que muchos le temían, lo respetaban y que no dudaban en arrodillarse si era necesario, pero no todos lo iban a hacer y, justo a ese porcentaje de personas, las tenía que obligar, dominar y doblegar. Lo cual no le molestaba. Entendía que eso era lo que todos los pobres debían hacer ante un rey.

No pensaba usar la camisa, no obstante, quiso tenerla limpia para poder mirarla. Pensando en qué, quizás, al mirarla iba a tener la respuesta de algo.

Ya tenía un plan y, cuando ideada un plan, siempre salía bien.

No pensaba ayudarlo ni en sus más locos sueños, nada más lo quería manipular porque lo veía como un estúpido. Suponía que, en uno o dos días, lo iba a estar buscando para comunicarle que aceptaba su ayuda.

No le sorprendía que su padre lo vendiera, pues debido al lugar en el cual había nacido, era algo natural. Después de la mayoría de edad era obvio que no se iba a poder negar a nada.

Pero el problema de Slavik es que creía que, el padre de Mika, podía ser igual que su madre, lo cual era una grave equivocación.

Dobló la camisa con cuidado para dejarla guardada. No quiso mezclarla con las demás. Simplemente, deseó tenerla ahí para que, en cualquier instante, tomarla y recordar el que ya no se podía confiar. También en que, de una u otra manera, iba a tener que extender sus dominios y el respeto que otros le tenían.

Avanzó para salir de su habitación. No estaba en la misma casa donde estaba su mamá, en Rusia tenía muchas y se pasaba algunos días yendo de una a otra verificando que todo estuviera bien.

Y, como estaba solo, entonces prefería salir a tomar desayuno a otros sitios.

El auto estaba encendido y nada más se subió para comenzar a avanzar. Con él siempre iban tres hombres: el chófer y otros dos guardias, además de los otros tres que iban en otro auto detrás. Siempre era acompañado por cinco.

Revisó su teléfono sin tener nada significativo que pudiera requerir su asistencia, así que lo guardó para ir observando por la ventana.

Como era costumbre en invierno, el paisaje siempre era de nieve, blanco, frío y más. Le agradaba. De cierta manera, se sentía parte de todo eso. La nieve le había gustado desde niño, en especial cuando se manchaba con sangre.

Lo blanco y el rojo siempre se iban a ver bien e iban a formar una combinación más que buena.

—Hemos llegado a su destino, señor.

AMOR LETAL [OMEGAVERSE] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora