el hubiera no existe (21)

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[Maratón 3k lecturas 2/2]

—No podemos fingir que nada pasó.

—Oh... no parecías pensar eso ayer cua...

—Shhh. Cállate, Charles, cállate.— lo silencio con mi dedo índice sobre sus labios haciéndolo sonreír y aprovechar nuestra posición para robarme un beso cuando lo quito.

—Carlos está dormido y está hasta el otro lado del avión, no me va a escuchar.

—No es que te escuche, es que...

—Ay, no me vayas a decir que te avergüenzas hablando de eso conmigo.

—Obvio no.

—Claro que pasó algo. Obviamente me hubiera gustado que todo fuera diferente, pero así pasaron las cosas y no podemos hacer nada para revertirlo. Y lo vamos a hablar, si. Pero ya llegará el momento, ahora solo disfrutemos el tiempo que nos queda antes de regresar a lo ajetreado, ¿si? Porque no quiero hacerte sentir presionada, con esto y la carrera de este fin de semana arremolinado en tu mente y atormentándola. ¿Podríamos?

Asentí y besó mi nariz.

—Señorita Giselle Vasseur de Leclerc...— sonreí y recargué mi frente con la suya —¿Acepta ir a dar un paseo por todo Austria conmigo, antes de que regresen a trabajar arduamente por un campeonato, que no van a ganar?

—Ay, mi amor, eres bien optimista.— le digo y suelta una risita —Pero si, si acepto. Daría un paseo por todo el mundo siempre y cuando sea contigo.

—Y te prometo que lo daremos, solo espera a que tengamos tiempo libre y con mucho gusto daremos un paseo por todo el mundo, bonita.

A decir verdad, aunque no son tantas horas este vuelo no lo he sentido tan pesado, por lo menos no como el que tomamos de Silverstone a Maranello, y no sé si tenga algo que ver que Charles no ha parado de abrazarme desde que terminó de leer el poema.

A pesar de que no hemos podido hablar... bueno, no es que no se haya presentado la oportunidad, pero nos pareció más justa la idea de mejor usar el tiempo en otra cosa.

En nuestra reconciliación, solo que sin hablar.

No diré que me arrepiento, porque pues no, pero si hubiera preferido arreglar todo de una vez por todas y no sentirlo tan raro e incómodo.

Estamos en una fila de asientos dobles, él tiene su espalda recargada en la pared, una pierna estirada a lo largo en los asientos y la otra doblada tomando soporte del piso. Yo estoy sentada en el espacio que queda entre los asientos y su cuerpo, sus brazos rodeándome y dándome la seguridad que necesitaba desde que tomé el avión de ida a Maranello.

Extrañé esto, no tener que preocuparme por arreglar ningún tipo de problema que no tuviera que ver con el trabajo, abrazarlo, tenerlo...

Aunque bueno, no hemos hablado-hablado.

No he parado de preguntarme ¿cómo habría sido todo si me hubiera ido estando bien con él, si Michael no se hubiera aparecido, para variar reclamando un puesto que no le pertenece?

Estaba a punto de hundirme en mis pensamientos, pero luego recordé que yo siempre he creído que debo vivir el momento, así que en vez de pensar tonterías y lastimarme decido sumergirme en lo que estoy viviendo en este momento y dormirme en sus brazos.

Destinados a ser / Charles Leclerc Donde viven las historias. Descúbrelo ahora