Capítulo 56

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Dazha Zarém Krasny

Terminada mi reunión con el lyrgarius y el dievezyr descanso un momento en el balcón que antecede mis aposentos de meditación, los mismos donde suelo recibir a quién lo necesite. Ahora mismo me espera una pareja de vampiros cuyo encuentro con ellos, anticipo, no será fácil.

Reposo mis brazos en la barandilla de piedra. Me concentro en la brisa nocturna que se mueve entre las hebras de mis cabellos. El viento helado me acaricia la piel a través de los bordados de mi vestido. Esto representará un nuevo desafío para mí, así lo presiento, pero no sé por qué. Lo que sí es que me causa curiosidad porque también tengo un claro presagio de que sea lo que sea me hará más fuerte.

Retomo mi andar, por lo que un guardia de los que me acompaña abre las puertas al adelantarse. Mi atención va directa hacia el varón y hembra que se levantan cuando me ven. Ambos lucen igual de desolados.

—Krasny— habla el hombre —Me llamo Jevames. Ella es mi mujer, Kandra. Acudimos a ti porque Velárica nos sugirió verte. Necesitamos saber si nuestra hija encontró paz en el mundo de los muertos.

Kandra ya no logra contener el llanto que reprime. Entre sus manos entierra el rostro, agitando cada músculo al entregarse al dolor. Sin embargo ella solo está aquí para complacerlo. Jevames ha hablado en nombre de los dos, pero solo él cree en el reposo del espíritu. De todos modos, mi instinto me dice algo que no coincide con lo que él habla. Sin comentar, pero queriendo entender, agarro las cartas que tengo sobre una mesa y las tiro para una lectura. Lo que veo es lo mismo.

—Eirene está viva.

Los dos alzan su cara hacía mi. Interpreto en sus gestos la clara contradicción de su sorpresa por mencionar el nombre de la joven sin que me lo indicaran, y su incredulidad confusa por mi aseveración atrevida. La mujer tiembla, cierra los ojos pasando de la tristeza al odio. Se siente ofendida ante lo que considera una falta de respeto imperdonable.

—Krasny... — sigue él, paciente —Cremamos su cuerpo.

Vuelvo a ver las cartas. De nuevo las palabras carecen de absoluto sentido ante lo que veo yo: una línea que se extiende hasta el futuro, un libro que, aunque impalpable y abstracto, está escrito ante mis ojos, lleno de sucesos que estoy convencida transcurrirán a lo largo de esa vida que ellos aseguran no existe.

—Tu hija está viva.

—¡¿Por qué eso lo dice?! —la mano de Kandra hace un gesto de desprecio —¡¿Es una burla o es un juego para persuadirme de que después de morir hay algo?!— golpea a su hombre —¡Estás loco!— a leguas se nota que lo acusa porque no puede injuriar contra mí.

Sus lágrimas y sus gritos me llenan entera de su dolor, de su amor. Me lo transmite sin intención y siento cuánto le hace falta. Kandra se aferra al pecho de Jevames, sujetándole la ropa, rindiéndose, llorando entre sus brazos con amargura. Dudo de repente. Analizo. Me obligo a tener fe. Veo tan claro en las cartas el futuro de Eirene, no son hechos del pasado, y no puedo equivocarme.

—Pero está viva —repito más para mí que para ellos.

Lo visualizo tan nítido como también sé que la desgracia fue real, entonces no entiendo lo que ocurre.

—Necesito privacidad para determinar el tipo de ayuda que puedo ofrecerles, ¿Esperarían el resto de la noche?

Kandra no levanta la cara, Jevames asiente por ambos. Le dedico yo también un gesto afirmativo antes de pasar al salón de junto, que es parte también de mi estancia, donde ahora mismo el olor de los leños quemándose se mezcla con inciensos de laurel y canela. Este acertijo espiritual lo resolveré, así que simplemente me dejo llevar poniendo mi cuerpo a disposición de los impulsos de la energía que me mueve. No pienso, solo cedo al antojo espontáneo que me surge. Junto los dedos en mis manos, masajeándome unas yemas con otras. Suspiro. Retengo. Exhalo. Camino hasta donde Mikael suele apostarse, es mi escolta principal. Es un vampiro de complexión fuerte, cabello largo de color claro y barba poblada.

Herencia Roja  | Libro 13Donde viven las historias. Descúbrelo ahora