Capítulo 40

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Aevë Kishá

"Felis nocturna", en latín como les gusta a los cazadores, es el nombre que lleva este club. Iluminado en exceso con cortinas de luces doradas y lámparas colgantes, el brillo resulta escandaloso en cada salón. Todas las pistas de baile están tapizadas de alfombra negra. Las paredes recubiertas de espejos y paneles color cobre. Estoy aquí desde hace ya casi cuatro horas, sobria, fingiendo que los shots que he estado tomando me hacen el efecto que deberían, así que bailo como tal.

Este sitio es de administración humana. De acuerdo a mis predicciones sobre el comportamiento de Eliezer Gianluca, es probable que decida divertirse esta noche en este sitio. Mañana se reunirá con la crema y nata de GenoHeredis en la sede central, por lo que yo también estaré presente, pero necesito llamar cuanto antes su atención. Imaginé que aterrizaría hoy, cuento con que se aburra en el hotel. Tengo entendido que Felis nocturna es el único antro que llegó a pisar cuando venía a la ciudad siendo jefe de operaciones tácticas, antes de su ascenso. Espero que sus costumbres y gustos no hayan cambiado.

Muevo mi cuerpo como si me estuviera follando a un hombre invisible. Muchos han intentado acercarse a mí, juego con ellos durante media canción, pero no me quedo quieta con ninguno, cambio de pareja de baile como si todos tuvieran encima algo tóxico. Mi figura llena maravillosamente el mini vestido verde oscuro que traigo puesto, es de tirantes holgados, espalda abierta, la tela se transparenta en algunas partes de las pocas zonas que cubre. Llevo un collar de perlas bastante largo que deslizo entre mis pechos cada vez que me acaricio sobre la ropa. Cabello suelto, despeinado y salvaje. Sin ropa interior.

Los olores que predominan en el club varían entre los distintos tipos de licores, perfumes de la gente, sudor, algunas drogas, frituras, nicotina. Dos efluvios de una misma clase agudizan mis sentidos y activan mi suspicacia, son dos vampiros que acaban de entrar. Veo con cuidado en su dirección sin dejarme llevar por la rabia que la casualidad me genera. He camuflado mi naturaleza muy bien, pero si pertenecen al vorskazaho y me reconocen podrían no disimular como lo hago yo, eso jodería todo.

Coqueteo con dos hombres a la vez para atraerlos hacia mí. Pongo mis manos en el pecho de uno, contorneándome al arrastrar mis senos por su cuerpo, mientras meneo el culo contra la erección del otro que se me puso detrás. Con cada sacudida de mi cabellera vigilo a los vampiros. No los conozco. Traen armas cuyo aroma delata componentes químicos de GenoHeredis. Me parece que alguien los acompaña... No. Ellos a él. Se mueven en torno suyo como si fueran magnéticos, pero ese alguien es humano, superior a los dos en presencia física y estatura.

No puede ser. La única información relativa a una alianza de los cazadores con vampiros es la que se creó con Leun corel y Enevra Sinnis. Mucho menos contaba con que formaran parte de su seguridad. Mantengo la calma, girándome para frotar mi espalda contra el que me quiere meter la lengua en la boca. Acaricio el cuello del otro, obligándolo a apretarse contra nosotros y ya los tres juntos hacer un sándwich.

Aquel al que los vampiros cuidan es tan grande como un gladiador. Su estructura corporal es fornida. Pelo castaño, ondulado, con algunas canas. Cejas pobladas, mandíbula cuadrada, antipatía intensa en los ojos. Es a quién busco. Me asquea por quien es, por eso me molesta admitir que es muy atractivo, pero eso puede ser una compensación por lo que tendré que hacer, y un estimulante, supongo que es mejor con él que con el decrépito que se fue al infierno. Sin embargo, los vampiros me preocupan. Me frustra no conocer los términos del acuerdo que puedan tener en común. De haber sabido que ellos harían guardia tal vez no hubiera venido, menos sola.

El hombre que tengo atrás intenta meterme las manos por el vestido a través de la abertura que me desnuda la espalda, rasco el mentón de ambos, dejándolos para buscar algo de tomar. Es así como refuerzo la imagen de alcohólica sin remordimiento, y justifico mi actitud. Me concedo unos segundos para decidir qué hacer. Me fastidian mis propios temores, el riesgo de que las cosas se arruinen es angustiante.

Herencia Roja  | Libro 13Donde viven las historias. Descúbrelo ahora