Capítulo 74

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Damara Zrasny León

Erguida frente a un espejo, observo mi reflejo perfecto. Detrás de mí, tres esclavas van cerrando los cofres de dónde extrajeron lo que me viste. Garras de oro cubren mis dedos desde sus bases, diez fundas con extremo puntiagudo, cada una adornada con un punto de rubí. Un par de pliegues de tela brillante color púrpura se ajustan contra mi pecho, resaltando la forma redondeada de mis senos y respetando la distancia natural entre los dos. Sobre ellos un arnés de perlas entrelazadas sujeto desde mi cuello, que me adorna desde la garganta hasta el torso. Del cinturón de lapislázuli, a juego con mis brazaletes, nacen dos pliegues púrpuras más, uno que baja sobre mi entrepierna y otro que cae en cascada hasta mis pantorrillas. Trenzas de oro esculpidas a mano hacen en mi cuerpo el mismo recorrido que el vestido, extendiéndose además hacia mis brazos y piernas como serpientes enroscadas. En mi cabeza un tocado de dagas incrustadas en simetría vertical, con la empuñadura en oro negro y la hoja pulida, donde cada punta atraviesa una de las joyas que llegaron a pertenecer a los usurpadores. Esto último fue una añadidura exigida por mi parte como símbolo de desprecio hacia los impostores inapropiadamente venerados.

Satisfecha con mi imagen admiro mi propia belleza. Rojo sangre en mis labios, tinta negra en torno a mis ojos, no necesito nada más, mi naturaleza me regala el resto. La preparación íntima ha terminado. Aquí en una cámara subterránea del palacio estoy lista para cruzar las puertas del fondo, que me conducirán a donde se llevará a cabo el sacrificio para el Zethee. Esto ha sido planeado por Dazha. A mi esposo no le interesa otra que no sea yo, y aunque haya sido para morir, tampoco estaba yo de acuerdo con la idea de que alguien más le fuera consagrada a él. Dakota lo ha resuelto diseñando una ceremonia que complaciéndonos a los dos cumple con las costumbres del Festival.

Puertas se abren, pero no son las que espero. Daniel entra sorprendiéndome tanto a mí como a las mujeres que me prepararon. Me molesta y desilusiona que lo haga, quería que me viera en mi entrada triunfal.

—Déjennos —ordena.

No me gusta lo que anticipa su tono, algo pasó. Ambos esperamos a que nos dejen solos.

—Los descendientes de la corte antigua enviaron a un vocero.

—¿En pleno festival?

—Me desafió en público pidiendo un elorkitud que abarcará todas las acusaciones que han acumulado en contra nuestra.

Gracias a mi uxembrizio no estoy perdida, sé exactamente de lo que se trata.

—¿Pueden hacer eso?

—Solo la corte podía exigirlo, pero si me negaba en frente de todos habría quedado como un cobarde. ¡Montemagno entero está hablando del asunto!

—¿Qué dicen?

—Las posturas están divididas. Algunos vampiros no sabían ni siquiera que la corte ya no existe. Hay sorpresa, rabia, confusión. Pocos parecen desinteresados, muchos teorizan que si caemos nosotros caerá todo, y no saben qué tipo de líder vendrá después. La mayoría sigue en las máquinas. Otros están dejando de celebrar, hay quiénes se retiran. Todos coinciden que esto es el principio de una crisis grave. El vocero demandó un juicio conjunto sobre nuestra legitimidad y los crímenes de Aris, además de exponer tu sangre sivreugma.

Me pierdo en mis pensamientos mientras acaricio las garras de oro, repaso en mi mente aquella pesadilla que tuve.

—Si los buitres ganan, ellos quedarán al mando— murmuro comprendiendo lo que soñé —Si Enevra está con ellos, me retendrá como una maldita flor después de haberte asesinado a ti y a mis hijos, después de haberme arrebatado mi alto poder, es probable que habiendo aprendido algo de los cazadores.

Herencia Roja  | Libro 13Donde viven las historias. Descúbrelo ahora