Capítulo 68

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Un golpe de adrenalina por la experiencia me hace volver en mí aunque antes estuviera desfalleciendo de cansancio. Me siento de inmediato, respirando a grandes bocanadas queriendo deshacer la sensación de ahogo, y aún más pronto que eso Mikael ya está junto a mí asegurándose en primer lugar que no estoy siendo atacada. En cuánto lo comprueba se acuclilla junto a la cama, permitiéndome entrelazar mis dedos con los suyos. Le aprieto la mano con fuerza, apoyándome en él para convencerme de que estoy bien y en la realidad. Tengo los ojos cerrados, pero siento su mirada sobre mí. El sudor me cubre. Mi corazón aún no recupera la regularidad de sus latidos. Me concentro en el tacto de mi escolta contra mi piel, en el sonido de su respiración, en su olor. Me doy el tiempo de que mis pulmones satisfagan su necesidad de oxígeno hasta que poco a poco las náuseas desaparecen.

—No pasará— digo suavemente antes de exhalar profundo.

—¿Qué cosa, krasny?

—Lo que quiere controlar es incontrolable. Nadie puede, ni siquiera él.

Lo suelto y apuño mis manos sobre las sábanas de forma involuntaria.

—¿Lo incontrolable? —Mikael frunce el ceño.

—¡Yo! —siento una presión creciente en el pecho que me desespera —El señor de los cadáveres tiene una destreza mental extraordinaria, pero nunca podría conmigo. ¿Entiendes?

Se nota que no sabe qué responder. Me acuesto con el cuerpo ladeado hacia mi oyente.

—En los sueños no hay límites. Y para interpretar el futuro se requiere una intuición compleja, que yo tengo. Eso me permite explorar posibilidades no estrictamente destinadas a ocurrir, pero que me entrenan. Puedo condicionar escenarios para anticipar soluciones. Las potenciales situaciones reales me enseñan a enfrentarlas. Las situaciones hipotéticas, aunque jamás lleguen a ocurrir, me dan experiencia en las circunstancias extremas o peligrosas. Me dejan explorar cómo se moldearían los hechos tras cada acto que pueda influir directamente— me muevo un lugar en la cama —Acuéstate.

—¿Krasny?

—Necesito calor. Acuéstate dándome la cara y pon tus manos sobre mi cabeza con tus dedos bien metidos en mi pelo.

Obedece con cierta inseguridad incompatible con su porte y carácter. Es la primera vez que nos acercamos tanto.

—He estado evaluando escenarios en los que todas las condiciones se dan al cien por ciento a favor del señor de los cadáveres. Lo hago porque así estudio sus deseos, y sus posibles acciones. Así preveo las reacciones y actitudes de todos los involucrados o afectados, incluyéndome a mí misma. Con ello anticipo hasta dónde podrían darse las circunstancias, y me anticipo a cualquier escenario por remoto que sea.

Lo miro a los ojos.

—Suéltame.

Baja sus brazos, cesando el roce en mi cuero cabelludo.

—Haz que sangre tu pulgar.

No me cuestiona. Desliza su uña por la yema y en seguida brota una gota escarlata. Le sostengo la mano, guiándola hacia mi rostro, lo hago llenarme de sangre bajo la nariz pues quiero respirar el olor metálico y salado que mi olfato tan solo me permite.

Necesito disipar mis dudas humanas sobre mi propia teoría: que el evento donde el señor de los cadáveres me controla es incluso estadísticamente improbable, porque para eso cada variable debería alinearse con sus deseos, cada factor que influya desde el presente hasta el futuro tendría que beneficiarlo de manera perfecta. Lo que vi no es el futuro, sino un contexto ideal para él, donde para su beneficio no existen imposibles, y lo demostraré repitiendo el ejercicio con algo más improbable todavía, pues jugaré con una época que ya pasó. Eso me dará tranquilidad y saciará curiosidades, pues oriento todas las posibilidades de éxito a los deseos de la corte antigua durante el poder Itrandzar.

Herencia Roja  | Libro 13Donde viven las historias. Descúbrelo ahora