Capítulo 71

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Anneiméd

La apertura dancística es tan anzenhandrika que me dan ganas de llorar. Tengo tantas emociones en mi corazón que me cuesta controlarlas todas a la vez.

Pasé toda la mañana nerviosa, ansiosa por lo que pudiera pasar respecto a estar en este lugar acompañando a Kham Lezanger. Mi madre me ayudó a vestirme. El traje es color verde agua, hecho con tela ligera de acuerdo al diseño que la zrasny ordenó confeccionar para mí. La falda es corta por delante, larga por detrás, muestra el frente de mis piernas a partir del muslo, y va sujeta por un cinturón grueso de perlas que me cubre desde el ombligo hasta las caderas. Dos franjas gruesas de la misma tela se entrelazan formando una trenza ancha en la base de mi cuello, cubriéndome completamente el busto y el abdomen. En los brazos llevo mangas cortas conectadas al top y que caen con soltura hacia mis codos. El broche del top, a la altura de mi nuca sostiene una línea de perlas que baja a lo largo de toda mi espalda hasta el broche de la falda. Aún ahora siento mariposas en el estómago al recordar la mirada del Zrlaj al verme. La ternura y el deseo se combinaron en sus ojos conquistando los míos. Pero el momento más preciado vino un instante después, al dar cumplimiento a su promesa de llevarme a su lado no como amante, sino como cortejada.

—Como siempre, el efecto que me provocas es superior a cualquier cosa— me dijo —Cuando te veo, fuera de ti el mundo no existe.

Hizo una pausa, estudiándome con una intensidad que atraía mis labios a los suyos, necesité de toda mi voluntad para resistirme.

—No puedo permitirme perderme por completo en ti, aunque lo desee. El mundo debe existir, y para que lo haga como lo soñamos debemos ocuparnos de él. Quiero hacerlo, pero contigo. Sin ti, sin la fuerza vital que me das, sin la inspiración que encuentro en tu compañía, no tendría sentido ese esfuerzo. Tú moldeas el propósito de lo que hago. Te necesito para complementar lo que soy y para construir el Montemagno que quiero ver. El que quiero darte.

Se arrodilló ante mí, abriendo el baúl que traía en sus manos. Lo que este contenía era una tiara de plata cuya circunferencia era la base de una corona de calas blancas. Una prenda que acorde a ritos antiguos, representa el compromiso que un miembro de la familia real tiene con una mujer.

—Este es el símbolo de mi amor— dijo —Y el sello de un pacto. No puedo prometerte una vida fácil, pero te juro mi fidelidad a ti y a nuestros sueños.

—No necesito más promesas. Con tu amor lo tengo todo. Tampoco me asustan los peligros que pueda correr contigo— me arrodillé yo también —Lo único que me asusta ahora es la posibilidad de perderte.

—No lo harás.

Se levantó y colocó la tiara en mi cabeza. Yo permanecí en aquella posición. Extendió las palmas de sus manos hacía mí, y yo que conozco el rito, con mi corazón palpitando fuertemente hice un corte en las yemas de sus dedos con la uña de mi pulgar derecho. Sangrando de sus rasguños pasó el puño sobre las calas, manchándolas a la vez que me declaraba suya. Un acto íntimo que ahora se revela ante todos los vampiros que me ven aquí, sentada a su lado en el palco real, pues luzco la prenda con el orgullo que Lezanger se merece. La mayoría de miradas que atraigo son femeninas.

Desde este lugar he disfrutado el desfile como en ningún otro, solo la familia real tiene un lugar tan cercano al espectáculo. Entre el bullicio, un griterío repetitivo me saca la atención de los trajes impresionantes que admiraba entre los grupos folklóricos que acaban de pasar, es que las voces de cientos de vampiros se unen en un mismo tono celebrando a Moisés.

Lo miro, él no parece darse cuenta todavía, el Zethee le dedica un gesto que le hace reaccionar y se levanta para agradecer los vítores. Su sonrisa ilumina. Él es la luz naciente en este circo despiadado que lleva siglos maldiciendo a los vampiros por abusar de sus dones. La forma en que Kham Lezanger ve el mundo es como deberíamos verlo todos. No lo ciega la ambición. Lo que lo impulsa es defender lo que muchos olvidan. Es su bondad, su valor, su dulzura, y su corazón humilde lo que me enamora de él, y lo que me hace creer en él como líder, porque sé que priorizará el cuidado de lo que otros desprecian.

Como si el público se hubiera puesto de acuerdo, de aclamar al Zethee han pasado al Zrlaj, y del Zrlaj a la Krasny. Sin embargo, parece no haber más tiempo para ovaciones, pues el Zethee da la orden más temida por Moisés y por mí, que es dar inicio a los asesinatos macabros. Mi príncipe me toma de la mano, invitándome a retirarme con él hacia el área que acondicionó para mantener un ambiente de celebración aislada del ruido de crueldad de los espectáculos sádicos, ofrecemos nuestro propio panorama.

En los alrededores del teatro que ya de por sí tiene una programación establecida, distintos cuerpos de baile congregan vampiros en círculo que se interesan por verlos sacudirse al ritmo de tambores. La música de distintas fuentes se combina en el aire. Los sentidos se dividen entre uno y otro foco de atención. Sonidos y aromas compiten por conquistar al público fascinando a todos. Las vestimentas de las muchas manifestaciones artísticas son extraordinarias, a donde quiera que mire hay faldas moviéndose con gracia, pulseras de madera, metal, y hueso chocando entre sí, pies descalzos acariciando la tierra con pasión.

Pero mi Zrlaj y yo vamos a otro sitio. Seguimos por el sendero de piedra hasta una nueva estructura, construida recientemente también y que se estrena hoy. Es grande, tiene ventanas arqueadas y puertas dobles. Dentro nos encontramos con una fila de crías que si pudieran medirse en edad humana irían entre los siete y doce años, todos custodiados con un equipo capacitado para acompañarlos aquí mientras sus padres asisten a los juegos brutales. Esta es una idea que ha tenido mí príncipe: ofrecer diversión a los pequeños, y nosotros nos uniremos a ellos para comenzar nuestra versión del festival y de cierta manera distraernos de lo que está ocurriendo del otro lado de la casa del sol.

Mi traje no es impedimento para jugar, ningún movimiento brusco me llevará a la desnudez. Saludamos al grupo de crías que está por entrar y que será al que guiaremos, la pareja de instructores que habría de animarlos nos da paso y se encargan del siguiente grupo. Son diez niños por turno. En el nuestro hay seis hembras: Zervonet, Kardine, Anzayr, Doenara, Vannajá, y Zhaizha. Los varones son: Anov, Ren, Korgy, Laradok. Kham y yo damos un par de palmadas fuertes.

—¡Cuellos! —gritamos a la vez.

—¡Colmillos! —responden los niños al unísono, ya que se trata de una dinámica de atención zansvrika infantil extendida.

—¡CUELLOS!— decimos más alto.

—¡COLMILLOS! —se desgañitan con euforia.

—¡Ay vampiro, qué emoción! —canta Lezanger.

—¡Ay vampiro, qué emoción! —repiten todos.

—¡Soy murciélago en el sol! —canto yo.

—¡Soy murciélago en el sol!

—¡Con mis alas volaré!

—¡CON MIS ALAS VOLARÉ!

—¡Mucha sangre tomaré!

—¡MUCHA SANGRE TOMARÉ!

—¡Bienvenidos, pequeños grandes detectives de historia! —hablo yo— Vamos a explorar para aprender sobre héroes del pasado. En esta aventura, su misión será encontrar y descifrar pistas sobre las hazañas de un héroe vampiro en particular. Deben adivinar su identidad para ganar el juego. ¡¿Están listos?!

Con la afirmativa general, el Zrlaj se acomoda en la entrada del laberinto que cruzaremos y gira una llave ubicada entre otras, la cual es con la que corresponde jugar y que retira el seguro de las puertas interiores que debemos abrir, ya que en cada turno se habilitan solo las secciones asociadas a cada héroe.

Las puertas se abren y las crías entran casi sin contener la emoción. Un olor suave a madera y arcilla nos envuelve. Estamos en un pasillo estrecho, rodeados de cinco puertas. Todos se apresuran a ver cuál de todas está desbloqueada, y Korgy es el primero en pasar a la sala habilitada. Dentro hay un escritorio iluminado con una lámpara de aceite, a su lado una vitrina llena de libros y pergaminos enrollados que el grupo empieza a revisar. Todo tiene a propósito un aspecto viejo y polvoriento. Kardine se sienta en el sofá de la esquina, junto al que está una pequeña mesa redonda sosteniendo un antiguo portapipas, y una kavoopia.

—¡Creo que esto es importante! —dice, agarrándolo y reclinándose sobre él.

La mayoría de las crías se ponen en torno a Kardine. La kavoopia muestra los puntos estratégicos de enemigos y aliados, marcados con figuras de escudos. Líneas de tinta indican direcciones de desplazamiento.

—Se me hace conocido —comenta Anov —Pero no me acuerdo de qué es.

—Llevémoslo entonces —resuelve mi príncipe —Hay que seguir reuniendo pistas.

Herencia Roja  | Libro 13Donde viven las historias. Descúbrelo ahora