Capítulo 1

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Hacía mucho que no tenía pesadillas. Después de lo de Elizabeth, las últimas recurrentes fueron en la época del distanciamiento de Aevë, seguidas del abandono de Adrián. Luego, aunque me torturaba con las crisis de Lezanger, por lo general lo sufría despierta. Mis desvelos se acentuaron más de lo que debería, incluso para alguien como yo. Pero sueños angustiantes y sobre todo vívidos, ninguno como el de aquella noche.

En una sala de Montemagno me sentía desorientada. Escuchaba sí, pasos recorriendo los pasillos adjuntos, movimientos que asocié al de los esclavos durante la preparación de alguna ceremonia. Mi propia respiración hacía eco en las paredes. Acaricié mis manos con inquietud, solo entonces noté la ligereza de mis dedos. ¿En dónde estaba mi anillo de zrasny?

Como una revelación onírica, tomé consciencia de que ese instante podría ser un fragmento del futuro. Me desesperé por entender. Bajé mi rostro para examinar mis ropas, mi vestido me recordó a las antiguas flores, y no cargaba encima ninguna de mis alhajas de costumbre. Algo raro pasaba, lo sentía en mi corazón. Me costaba mucho dominar mi cuerpo, quería buscar cualquier pista que me revelara las circunstancias, pero era muy difícil andar. Igual que antes. Igual que en Londres cuando soñé que mi casa de infancia se destruía completa.

En contra de mi propia resistencia miré a lo alto, entonces me encontré de pie frente a la exposición de escudos zansvrikos que resaltan cada nombre entre los hombres que han sido Zethees a lo largo de la historia. Había uno nuevo. El nombre de Daniel León adornaba el último, y quise llorar porque solo se glorifica allí cuando este ha sido sucedido.

Retrocedí sacudiendo la cabeza, recordando aterrada una vez más las amenazas de Enevra Sinnis. ¿Por qué mis hijos no aparecen? Recuperando movilidad eché a correr, empujé las puertas, pero lo que descubrí en la cámara contigua acabó por destrozarme. Con las piernas temblorosas y sintiendo que se me iba el mundo, me acerqué al pedestal sobre el que reposaba un cofre. Dentro de él estaban los diez anillos que fueran de mi esposo. Listos parar ser entregados a un nuevo líder.

Me despertó el dolor al soltar un grito espeluznante. Las manos que en seguida reconocí eran de Daniel me sujetaban, el terror hizo que me sacudiera para apartarlo de todos modos, golpeándolo a puños.

—Estabas soñando— dijo con un tono sereno.

Me aferré a él clavándole mis uñas, concentrándome en mi realidad. Repasando en un segundo mi vida, diferencié los hechos de las ilusiones. Daniel estaba vivo. Juntos teníamos cuatro hijos que estaban a salvo. Aris Delyam bajo control, prisionero, pero custodiado por nosotros. Kham Lezanger atravesando una neoemia muy bien supervisada. Leohark Anleid creciendo sano y a un ritmo bastante normal. Dazha Zarém en observación todavía, a los antiguos gracias que sin ninguna atención especial necesaria hasta ahora, a pesar de todo lo que nos explicó Mary Angelle.

—¿Te vas sintiendo mejor? —me acarició, humedeciendo sus dedos con el sudor que me corría a gotas gruesas.

—¿Me amas? —pregunté con los ojos cerrados.

—Hasta el fin de los tiempos.

—Bien— lo miré —Demuéstralo de la mejor forma que puedes: No dejes que te maten.

—No tengo intenciones de morirme. En todo caso eres la única a la que podría darle el gusto de quitarme la vida.

Se metió entre mi mentón y mi clavícula para besarme el cuello, la sensación viajó en seguida hacia mis zonas erógenas.

—Si te lo ganas— añadió en un susurro contra mi oreja, justo antes de pasar su lengua por mi pabellón y lamerme el lóbulo con un chasquido que me acabó de prender.

—Hablo en serio— me quejé con poca voluntad —Un descuido podría quitárnoslo todo. Si tuviera que elegir entre tu supervivencia y la corona, te diría sin ninguna duda que entregaras el poder, porque mi necesidad de ti es mucho más fuerte que mi avaricia. Pero nadie que se atreva a desafiarte se arriesgaría a dejarte vivo, y mis hijos correrían la misma suerte. ¡Así que nosotros somos Montemagno! Tú y yo, igual que nuestra descendencia. Si tu lealtad para con las obligaciones del trono dejasen de ser algún día suficiente motivación, entonces permanece por amor a mí.

Herencia Roja  | Libro 13Donde viven las historias. Descúbrelo ahora