Daniel Zethee León
Aunque me confieso de pensamientos agudos, siempre me sentí más cómodo entre cuchillos que entre palabras. En mi juventud nunca consideré que un hombre de guerra como yo se vería envuelto en el juego político, porque no me creí nacido para lidiar con intrigas conspiratorias, ni tenía la paciencia para elaborar discursos elocuentes. Pero Itrandzar confió en mi astucia para liderar no solo el ejército, sino también Montemagno. Me entregó el poder, no por mis habilidades políticas, sino por mi lealtad, tanto a él, único a quién conocí como padre, como a los cimientos sagrados de la sociedad a la que ambos servimos. Mucho había por hacer. Rodeado de murmullos ponzoñosos aprendí a descifrar las complejidades de la política zansvrika, asumiendo sobre mis hombros la carga que la historia depositó en ellos. Pero tras décadas de ejercicio ininterrumpido de mis funciones, he descubierto algo mucho más fascinante y a lo que vale más la pena dedicarle la vida, pues los brazos de mi diosa roja son mejor que cualquier trono. Montemagno, el eterno glorioso, seguirá su curso, guiada por aquellos a quienes, a través de mí, el destino designe. Ahora, el crepúsculo de mi carrera se avecina. No es un acto de abandono, ni de traición, sino una rendición ante las pasiones de la mujer en cuyo cuerpo anhelo desgastar el mío. La única corona que quiero son las piernas de Damara en torno a mi cabeza cada vez que su vulva me dé de comer, sus flujos siempre serán mi alimento predilecto. Pero para retirarme como se debe, estoy obligado por moral a traspasar el legado a manos capaces.
Chupo los pulgares de mi diosa, que se ríe ante lo que le hago sentir. En un salón revestido de mármol negro, bajo un techo abovedado, el éxtasis femenino hecho carne está situada frente a mí con rodillas desnudas, sentada sobre la superficie de una robusta mesa elíptica. A Damara me gustaría más bien estarla follando, pero por ahora las palmas de sus manos dejan fluir sangre desde sus dedos hacia mi garganta, vertí en ellas el contenido de una copa, acunó sus nudillos para complacerme.
Lamo los residuos que quedan en su piel, incitándonos a ambos de cancelar la reunión establecida. Si me propongo no caer en provocaciones, es solo porque retrasar lo planeado para hoy atentaría contra la prisa que tengo de consagrarle a mi esposa el resto del tiempo que me quede en el mundo.
—No puedo suspender la sesión, es muy importante —advierto.
Mi mujer se yergue. Su vestido liviano lucha contra el peso de sus tetas, que quedan cerca de mi boca. Tiene las clavículas descubiertas. La falda enrollada en torno a su cintura me da una vista exquisita de su monte de venus bajo encajes de lencería delicada. Sus pies descalzos empiezan a frotarme la polla dura por encima del pantalón. Me cuesta encontrar la voluntad para resistir a sus tentaciones.
—¿Más que yo? —sube las piernas a la mesa, acomodándose en una posición felina y lasciva.
Una parte de mí quiere ceder. Al ponerme de pie, nuestra diferencia de alturas sugiere que con solo bajarme la cremallera podría penetrarla. La sujeto completa, arrastrando su cuerpo hacia mí que me le pongo encima. Mi derecha manoseándole los pechos, la izquierda apretándole el rostro. Me drogo con su efluvio al pasarle mi nariz a lo largo del cuello, cabello, nuca. Mí índice choca contra sus labios. Saca la lengua y lame mi yema en círculos, cada vuelta húmeda me produce placer reflejo en todo el glande, que palpita por ella. Claro que codicio tirármela, pero el salón quedaría clausurado por el resto de la tarde. De entre mis hijos que cuentan, dos ya son vampiros, no puedo faltarle el respeto a su olfato. Más allá de que en esta familia todos sepan que mi mujer y yo somos altamente sexuales, hay límites. No los recibiré en un ambiente oloroso a semen.
—Es precisamente para estar contigo que he de celebrarla —le susurro, y chupo el lóbulo de su oreja.
Me voy separando de ella dándole pequeños besos en confortación al rato que debemos esperar para satisfacer nuestra dependencia lujuriosa. Al apartarme, camino un poco. Lo que me ronda en la cabeza basta para bajarme la erección, y para que Damara se preocupe.
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Herencia Roja | Libro 13
VampireContinuación cronológica de Reverdecer Vampírico - Saga Crónicas Zansvrikas ♥ Sinopsis: La dinastía León se fortalece. Un nuevo comienzo emerge de las ruinas, soplan vientos buenos de transformación. Sombras del pasado regresan como peligrosas amena...