Me desperté sin reconocer en dónde estaba. En mi mente me convencía de que acababa de tener un mal sueño, pero me asustaba el hecho de no recordar mi ubicación. La confusión duró solo unos segundos, que para mí fueron interminables. Ver a Daniel de pie a pocos metros de mí me dio seguridad, aunque no pudiera confiar en mi memoria. Él me daba la espalda, no llevaba camisa. Revisaba unos pergaminos extendidos sobre la mesa frente a él.
—Aerethem —pronuncié.
No era lo que quería decir, pero fue la palabra que salió de mi boca. Una expresión zansvrika traducida literalmente como dulce, usada como apelativo es una variante de "cariño".
Me levanté sintiéndome extraña con mi cuerpo, la percepción de este no era familiar. Estaba más alta, y mi cabello era lacio, sin los bucles naturales en los que se me enrosca en las puntas. La ropa que me vestía no era una prenda que hubiera podido elegir según mis gustos. Cuando mi esposo volteó a verme, el rostro que vi reflejado en sus pupilas era el de Akie.
Permanecí callada mientras evaluaba la situación. Según entendía podía moverme a voluntad sin estar condicionada a un recuerdo, hasta ahora lo único sobre lo que parecía no haber tenido control fue en la expresión con la que me había dirigido al Zethee... quién, me di cuenta en ese instante, no tenía los tatuajes alusivos a su investidura.
—¿Qué pasa? —preguntó.
—Algo está mal...
Ahora sí que mis labios emitieron lo que había querido, eso solo acentuó mi preocupación.
—¿Tienes un presentimiento?
Claro, pero ninguno que pudiera compartir con él. No era mi esposo. Caminé con cautela por el sitio, era una casa, el modelo correspondía con aquellas que fueron entregadas al personal del ejército zansvriko para que habitaran allí.
—Esto no puede ser real, en los recuerdos compartidos solo somos espectadores.
—¿De qué hablas? Nada más estamos tú y yo. No te estoy transfiriendo pensamientos. ¿Te sientes bien?
Me tomé unos segundos para analizar el déjá vu que aunque superficial, me hacía ruido. Ya había sentido esto, pero no era como un sueño, ni una experiencia vivida a través de otros ojos. Era algo mío. Algo atado a una práctica perturbadora, me causaba ansiedad la idea de identificar el origen. ¿Serían las pesadillas que tuve durante los días de conversión?
—Zarina...
Miré a Daniel con mi vista periférica. No era eso. Cuando soñaba esas cosas horribles mientras cambiaba mi sangre, quería huir de mi propia mente. Lo que percibía ahora era más bien lo contrario, se parecía a algún momento en el que me quería refugiar.
Ahí lo supe. La sensación era familiar a la que tuve cuando me encerré en recuerdos antiguos, al querer aislarme del dolor de los intentos frustrados por dominar mi alto poder. Estas eran vivencias de Akie, en las que quizás se recluía para consolar sus emociones. Pero si había logrado transferir allí mi conciencia, ¿Estaba ella ocupando la mía?
—¡Zarina!
Me deslicé al exterior, completamente aterrada. ¿Tendría esa mujer el poder de expulsarme de mi propio cuerpo?, ¿Estaría manipulando el mío tal como hacía con los cadáveres?
Sola y sin saber a dónde ir, lo único que se me ocurrió fue moverme. En cuánto puse pie fuera de la casa, no fueron los jardines de Montemagno los que me recibieron, sino un club nocturno de mucho lujo, enorme, con luces vibrantes parpadeando al ritmo del jazz. Olía a alcohol, nicotina, sudor, sangre envuelta en el mejor empaque del mundo: piel humana. Daniel hablaba con una chica de grandes tetas. No era una conversación simple. La tenía abrazada contra la pared. El cuerpo de él tapaba el de ella, le susurraba al oído mientras la masturbaba por encima de la ropa.
ESTÁS LEYENDO
Herencia Roja | Libro 13
VampireContinuación cronológica de Reverdecer Vampírico - Saga Crónicas Zansvrikas ♥ Sinopsis: La dinastía León se fortalece. Un nuevo comienzo emerge de las ruinas, soplan vientos buenos de transformación. Sombras del pasado regresan como peligrosas amena...