Cap 44

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Rosalie.

—¿Simón?—frunzo el ceño, subiendo las escaleras del departamento mientras un sonoro llanto de bebé se escucha en el fondo.

La urgencia se extiende en mi pecho y me hace subir rápidamente, caminando apresurada por el pasillo en busca del origen del llanto. «¿Peyton?»

La puerta de la última habitación, la de invitados, está abierta de par en par.

Me acerco rápidamente, sintiendo que un malestar se extiende en mi pecho con cada paso que doy cerca del sonido.

Cuando entro, encuentro la habitación completamente distinta. Todo es azul, hay osos de peluche en un estante, un cambiador y... una cuna.

Frunzo el ceño, acercándome a la cuna a paso lento hasta que lo veo.

Un bebé. Un pequeño bebé de cabello negro y mejillas sonrojadas, tan hermoso que hace que los ojos se me llenen de lágrimas.

—Hey—lo tomo entre mis brazos con suavidad y respiro profundo cuando ese malestar desaparece dejando paso a un enorme amor en mi pecho—. ¿Quién eres tú?

—Es tuyo—una voz masculina me hace levantar la cabeza y mi garganta se seca cuando lo veo.

—¿Elijah?—me acerco a él, acunando al bebé en mis brazos mientras las lágrimas se acumulan en mis ojos—. ¿Qué haces aquí? ¿Por qué...? ¿Cómo?

—Mi pequeña niña—toma mi rostro entre sus manos y se inclina a besar mi frente—. Eres Morgan. El acero corre por tus venas. Nada te derriba. Sé fuerte.

Y entonces despierto.

Estoy sola en la habitación.

En realidad, agradezco la soledad que me ofrece estar aquí sin que nadie sepa que ya desperté.

Ese sueño...

Me siento como si me hubieran arrebatado algo. Y lo hicieron. No necesito a un médico para saber que mi bebé no sigue ahí.

Si yo hubiera puesto cuidado. Si me hubiera asegurado que mi anticonceptivo estaba al día este dolor horroroso en mi pecho no me estaría jodiendo.

¿Qué le digo a Simón? ¿Cómo le explico que yo soy la culpable de este sufrimiento

Yo sabía que tener un bebé no era bueno en este momento. Tenía un maldito blanco sobre mi cabeza, Ilenko vendría por su venganza a Leska y lo hemos tenido sobre nosotros durante años.

—Rosie—la voz de Simón me hace levantar la cabeza y es como si todo mi mundo se derrumbara.

Cada mal escenario pasa por mi cabeza en los segundos en que nos vemos a los ojos.

¿Qué tal si quiere dejarme por esto?
¿Qué tal si cree que es mi culpa igual que yo?
¿Qué tal si cree que me embaracé a propósito?
¿Qué tal...?

—Lo que sea que pase por tu cabeza, déjalo—se acerca a mi y yo me aparto cuando intenta tocarme. El dolor baña sus ojos—. Preciosa...

—Simón...—el terror que se filtra en mi voz se vuelve un sollozo—. Es mi culpa—repito—, mi culpa, mi culpa. Oh, dios, yo causé esto—mi pecho duele como si me lo estuviesen arrancando.

—No, Rosalie—niega—. ¿Por qué sería tu culpa?

—Es mi culpa, Simón, es...—lágrimas corren como cascadas por mis mejillas y el dolor en mi pecho se vuelve infernal—. Te juro que no me di cuenta, pero es mi culpa haber quedado embarazada—llevo mi mano a mi pecho—. Es mi culpa sentir este dolor que me asfixia...

Simón niega, acercándose tan rápido que no me da tiempo de retroceder cuando toma mi rostro entre sus manos y me obliga a verlo a los ojos.

—No es tu culpa, preciosa—las palabras me suenan a mentira. Mi cabeza solo me repite una y otra vez que es mi culpa—. No lo es.

—Si lo es, yo... debí fijarme antes—trago grueso—. No era mi intención quedarme embarazada, te lo juro. Yo no quería esto aún, yo no quería que nuestro bebé muriera...

Las lágrimas que comienzan a mojar sus mejillas solo me rompen más el corazón aumentando el dolor en mi pecho que me hace querer arrancarme el órgano vital.

—No es tu maldita culpa, Rosalie ¿me oyes?—besa mis labios mientras yo ahogo un sollozo—. No es tu culpa, preciosa. Te juro que no es tu culpa.

Asiento débilmente, sin creer ni una sola de sus palabras mientras me atrae a su pecho permitiéndome esconder mi rostro en su cuello.

Y es como si le quitaran el seguro a una granada.

Me deshago en sus brazos. Quejidos se me escapan mezclados con sollozos mientras tomo la camiseta de Simón en mis puños para impedir que se vaya.

Porque lo necesito. Lo necesito más de lo que nunca lo he hecho incluso si el peso de la culpa por la muerte de nuestro bebé cuelga sobre mi.

—N-no pude ni siquiera procesar la noticia—sollozo—. Ni siquiera sé cuánto tiempo tenía. No sé absolutamente nada Simón y... aunque no sabía que estaba ahí, la pérdida de nuestro bebé me está matando.

Habría amado a mi bebé. Habría amado verlo crecer y estar embarazada incluso si estaba asustada como la mierda.

Pero me lo arrebataron.

—Lo sé, preciosa—se sienta conmigo en la camilla y me deja subir a su regazo mientras me aprieta con fuerza y acaricia mi cabello—. Sé que duele. Duele muchísimo.

—Lo siento tanto—tomo una respiración temblorosa—. Debí poner atención con mi anticonceptivo...

—No es tu culpa, fue un descuido—toma mi rostro entre sus manos—. No es tu culpa, Rosalie. Aún si esto no hubiera pasado habríamos amado a ese bebé—me besa los labios—. Me rompe el alma escucharte culparte. No te castigues.

Odio causarle este dolor a Simón. Jamás querría causarle dolor y ahora soy culpable de uno que va a marcarnos a los dos tan profundamente que dudo que esta vez pueda ser yo la más fuerte de los dos.

Y no quiero serlo.

—No puedo...—cubro mi rostro con mis manos cuando las lágrimas aumentan—. Era mi deber cuidarlo, yo lo llevaba en mi vientre y ahora... no hay nada.

Simón intenta quitar las manos de mi rostro y yo niego.

—Mírame—pide y niego—. Rosalie, necesito verte.

—No puedo—un quejido se me escapa de los labios—. No fue a propósito. Sé que no era el momento par un bebé...

—Déjame ver tus ojos, mi amor, te lo suplico—toma mi cintura y apoya sus labios en mis manos, besando mis nudillos una y otra vez—. Me pondré de rodillas de ser necesario. Déjame verte...

—Odio esto—me quito las manos del rostro—. Odio sentir que me ahogo, odio sentir que me arrebataron una pieza grande de mi, odio... sentirme débil de nuevo—me limpio las lágrimas—. Odio llorar, joder.

Y odio al maldito Ilenko Romanov. Voy a asegurarme de acabar con su negocio y cada jodido miembro de su familia.

—Llorar sana, preciosa—me besa las mejillas y me atrae a su pecho de nuevo. Levanto la cabeza y lo miro—. Te veo. Veo el dolor y sé que sin importar lo que diga vas a seguir culpándote—toma mi mano y la besa, viéndome con una mezcla de amor y dolor que me destroza—. Pero yo no creo que sea tu culpa. ¿Si?

Pero yo si lo creo. Mi cabeza prácticamente me martiriza recordándome que debí proteger mejor a mi bebé.

»Déjame ser tu roca, mi amor—prácticamente es una súplica—. Apóyate en mi, déjame cuidar de ti—me sujeta con fuerza—. Seré todo lo que necesites, Rosie. Estamos comprometidos, te amo y vamos a superar esto juntos. No me alejes.

Cierro los ojos, escondiendo mi cabeza en su hombro mientras dejo salir todo lo que se me acumula encima.

Duele. Muchísimo.

First and Only Love [Simón Miller]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora