Cap 49

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Un mes después...

—Si, que divertido—río cuando Peyton suelta un chillido emocionado, sentada en mis piernas mientras nos deslizamos por el tobogán del parque—. Mira esa sonrisa, le encanta—me levanto y beso la mejilla de la pequeña, sonriendo a la cámara cuando noto que Simón nos está grabando.

—Ambas parecen encantadas—apunta la cámara en mi dirección—. Estás sonrojada de tanto reír, preciosa.

—Seguro que si—acaricio la espalda de Peyton y le señalo la cámara—. Mira ahí, sonríele a papá—doy un pequeño salto en el sitio y ella ríe.

Es una risa preciosa, como si fuera lo más maravilloso del mundo. Verla en su etapa de descubrimiento a los cinco meses es maravilloso.

«A veces no puedo creer que su madre se arriesgara a perderla»

La situación con Luisa ha sido complicada el último mes. Citas en el juzgado solo dos veces en lo que va del mes porque contrató un abogado que apeló a la situación de custodia.

Luisa puede ver a Peyton, bajo supervisión de un intermediario, pero la custodia completa es de Simón.

Y el que me insulte a cada nada dejando que los soldados la escuchen no va a ayudar a su situación. Ningún juez con un poco de sentido dejaría que una niña se quedara con una mujer que habla como loca alegando que la prometida de su ex le robó a su esposo. Sobretodo si el juez se entera que ya estaban separados y ella no quería firmar el divorcio cuando yo llegué a Londres.

Por supuesto, las amigas de Luisa la apoyan a morir. ¿Me importa? Por supuesto que no. Tenemos el apoyo de mis propias amigas, del resto de la élite y de las familias de Simón y mía. No necesitamos nada más.

—¿En qué piensas?—Simón baja el celular y besa mis labios antes de tomar a Peyton—. Ven, vayamos por un helado.

Sonrío, entrelazando mi mano con la suya mientras nos encaminamos al carrito de helados.

—Pienso en nosotros—aprieto suavemente su mano—. Este mes ha sido de subidas y bajadas para ambos, pero aquí estamos.

—La vida es una constante montaña rusa, preciosa—besa mi mano—. Sabemos como lidiar con ella, y ambos ponemos de nuestra parte.

—Te amo—rodeo su cintura con mi brazo, pegándome a su costado mientras caminamos y él besa mi sien—. Estuve pensando en la boda, ¿sabes?

—Mhm, ¿y eso?—me mira brevemente y yo respiro profundo.

—No quiero atrasarla—digo y enarca una ceja—. En verdad, Simón. No diré que en el fondo no me sigue doliendo lo que pasó, pero no voy a echarme a llorar toda la vida. Es hora de seguir adelante, y no quiero seguir esperando para casarnos—lo miro con ojos de cachorrito.

Él ríe, besando mis labios suavemente.

—Atrasar la boda era para darte tu tiempo por lo del bebé—dice—. Sin embargo, si quieres que sigamos con ello, podemos casarnos la semana que viene y yo estaría complacido. Cuando quieras hacerlo, yo también.

Sonrío, tirando de él para pararlo un momento antes de tomar su rostro en mis manos y besarlo. Una, dos y tres veces, derritiéndome ante la sonrisa en sus labios y el amor que llena sus ojos cuando me mira.

—Te amo tanto—acaricio su mejilla—. Mi hombre perfecto.

—Mhm, suena bien—me besa la frente y cierro los ojos cuando me atrae a su pecho—. Me gusta más ese apodo.

—Que humilde—me burlo, recostando mi cabeza en su pecho—. Quizás... deberíamos volver a Londres—murmuro.

—Si eso es lo que quieres—retomamos la caminata mientras Peyton mira las burbujas que vuelan por el aire por los niños que juegan con ellas—. Creo que Christopher estará aliviado de tenerte cerca de nuevo.

Río.

Si, mi hermano ha sido... intenso. Llamando todos los días, preguntando cuando volveré a Londres porque Cristal no lo deja en paz sobretodo a una semana de terminar la campaña electoral.

Sip, las elecciones son el próximo lunes. De todas formas ya era hora de volver.

Cristal también me ha mantenido ocupada aquí. Gracias a dios las entrevistas han sido a través de Zoom, pero he visitado orfanatos, hospitales y un montón de lugares que al parecer no han sido la prioridad de Alex.

Entiendo que seamos la milicia, pero como rama secreta internacional también contamos con muchas otras cosas para el servicio de nuestra gente. Y algunos necesitan de mucha atención e inversión para mejorar.

He estado trabajando junto a Leska en un programa para ello. Vino de visita un par de veces y casi reí por lo intensa que era con Christopher llamándole a cada nada para saber de los gemelos.

Pero mi hermano lo ha estado haciendo bien. Puedo notarlo en la forma en la que Leska se relaja cada vez más cuando se trata de él cuidando a los niños.

—Christopher solo quiere que le quite trabajo de encima—resoplo cuando paramos frente al camión de helados.

—Uno de fresa y otro de menta, por favor—pide, sacando su tarjeta para pagar mientras la chica sirve los helados.

—A veces se me olvida tu mayor defecto—arrugo la nariz—. Helado de menta, ¿en serio, Simón?

—Disculpa, se me olvida que eres única y diferente porque te gusta el helado de fresa—rueda los ojos y yo golpeo suavemente su costado.

Mi celular suena en mi bolsillo y frunzo el ceño cuando veo una llamada de Parker.

—Hola—saludo cuando contesto.

—Rosalie, ¿dónde están?—pregunta agitado—. ¡Muévanse, tenemos que salir ya mismo, joder!

Me tenso ante sus gritos y los de gente al fondo que parecen decir algo sobre... ¿una bomba? ¿Qué diablos está pasando?

—Estamos en el parque, ¿qué pasa?—tomo el brazo de Simón y él me mira confundido—. Algo pasa.

—Si, jodidamente algo pasa—gruñe Parker—. Tienen que ir a la central ahora mismo, ¿me entiendes? Necesitas tener soldados que puedan protegerte porque tu equipo probablemente no será suficiente.

—Parker, no entiendo—unos disparos resuenan en el parque y el caos estalla.

Gritos comienzan a oírse en todos lados, Simón tira de mi hacia detrás del carro de helados y Peyton comienza a llorar asustada por el bullicio que acelera mi corazón activando todas mis alarmas.

—¡Joder, que hubo un maldito ataque a tu hermano y todos fuimos allí pero era una distracción para que pudieran sacar a Antoni de Iron Walls!—me grita, disparos siguen sonando y Simón intenta calmar a Peyton mientras miro a nuestro alrededor en busca de la salida más cercana—. ¡Van por ti! ¡Tienes que ir a la maldita central!

—Joder—cuelgo la llamada y me asomo, notando que hombres armados se enfrentan a mi escolta—. Antoni escapó, tenemos que salir de aquí—miro a Simón.

Todo en él cambia. Su cuerpo se tensa y sus ojos se vuelven oscuros y amenazantes.

Mira a nuestro alrededor antes de entregarme a Peyton.

—Hay una salida detrás de esos arbustos—señala unos arbustos a lo lejos—. Saldremos por ahí, tenemos que llegar a la central.

Lo sé.

«Mierda»

First and Only Love [Simón Miller]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora