Cap 54

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Cinco horas después...

—Capitana—me saluda Bernard cuando entro a su oficina con la enfermera a mi lado, que se ha negado a dejar de vigilarme debido a lo débil que ha estado mi cuerpo estas últimas horas.

—Bernard, lamento no haber venido antes pero el doctor se negaba a dejarme salir. —Tomo asiento frente a él en el escritorio—. ¿Qué pasa?

La central está muy tensa. Vi demasiados soldados caminando aquí y allá mientras venía hacia acá, todos demasiado tensos y alarmados.

Me imagino que la situación no es la adecuada. No saber absolutamente nada sobre Antoni, no tener ni la menor idea de cual va a ser su próximo paso nos tiene a todos tensos.

—Capitana, estuvo fuera por diez horas—me recuerda y asiento—. En ese tiempo, obtuvimos la señal de un radar y descubrimos dónde estaba Antoni.

Me tenso, porque la forma en que lo dice no es como si fuera a decirme que lo capturaron y no debo preocuparme por nada. Sino todo lo contrario.

»Su prometido y su hermano junto al capitán Linguini tomaron las tropas y fueron al lugar para una redada—sigue—. Pero cuando llegaron, no había absolutamente nadie dentro y todo estaba limpio y sin luces.

Asiento.

Bueno, eso es una gran mierda. Tengo que ponerme a trabajar y comenzar a presionar y hacer llamadas para conseguir esa maldita ubicación antes de que algo grave pase.

»Mientras estaban dentro, el capitán Linguini informó que era una trampa y que todos debían salir. —Mi cuerpo se tensa, tan dolorosamente que creo que podría hacerme algún tipo de daño permanente—. Ya todos los soldados habían inhalado el gas tranquilizante que los hombres de Antoni habían instalado en las rejillas de ventilación cuya existencia no sabíamos.

»Los encerraron, fueron atacados pero ninguno de los soldados tuvo fuerzas para responder porque cayeron gracias al gas. —Respira profundo—. Y a lo que voy con esto, capitana, es que el capitán Miller y el capitán Linguini se quedaron más tiempo dentro para buscar al coronel. Los tres estaban dentro y... cuando los hombres despertaron ya no estaban.

No.

»Llegó esto hace un rato. —Deja un sobre frente a mi y yo lo tomo rápidamente, escuchando mi corazón latir con fuerza. Con demasiada fuerza mientras el miedo comienza a calarse en mis huesos por la idea de lo que puedo encontrar dentro de ese sobre.

Las fotos que saco me hielan la sangre. Hacen que los ojos me ardan y que la cabeza me dé vueltas y vueltas.

Uno junto a otro. Simón, Patrick y Christopher; los tres encadenados, colgando, sin camisas. Las heridas de sus torsos, cortadas, quemaduras y golpes, me hacen apretar la mandíbula porque... se ve como el inicio de una tortura.

Siento que la sangre comienza a hervirme. Todos los escenarios posibles habidos y por haber comienzan a mostrarse en mi cabeza como alguna película.

Mi hermano. Mis hermanos, porque Patrick es prácticamente un hermano también, están siendo torturados porque fueron capturados por Antoni Mascherano.

Simón está siendo torturado. Mi Simón. Mi maldito prometido está siendo torturado por el maldito Antoni Mascherano y, por lo que veo, nadie está haciendo absolutamente nada por resolver toda esta situación de mierda.

Tengo un remolino de sentimientos ahora mismo. Ira, temor, ansiedad y, sobretodo, sed de sangre. Porque esto no se queda así.

—¿Qué han hecho para solucionarlo?—cuestiono, lanzando el sobre sobre su escritorio mientras me levanto—. Quiero que me pongas al tanto.

—Informamos al ministro, así que Londres está trabajando en ello. Mis hombres están barriendo la ciudad, pero no hemos encontrado absolutamente nada...

—Con eso es suficiente. —Lo corto, caminando a la salida—. Mándame la lista de los hombres que fueron asesinados en el fuego cruzado. Quiero a la central parisina fuera de esto.

—Pero...

—Nada. —Lo corto con firmeza y él se endereza—. La central parisina está fuera de esto y punto final. Si te atreves a desobedecer la orden, puedes olvidarte de la maldita jubilación—amenazo—. Y si algo les pasa a mis hombres secuestrados, puedes olvidarte de tu cabeza.

Cierro detrás de mi, sintiendo que todo va demasiado rápido mientras tomo camino a las habitaciones.

Necesito comenzar a hacer algunas llamadas.

***

3 horas después...
Londres, Inglaterra.

—¡Todos tienen que ponerse en esto, joder!—grito, harta de escuchar las excusas del concejo para las razones por las que no puedo llevarme a todos mis hombres de Turquía, Polonia, Rusia y Alemania.

—Capitana, no podemos poner a todas las centrales en esto por solo tres personas.

—No son tres personas. —La voz de Alex es tensa, amenazante, pero eso no hace retroceder al concejo—. Son tres soldados élite, tres de nuestros mejores hombres y dos de ellos son parte de mi maldita familia. ¡No voy a tolerar que todos crean que pueden joder a los Morgan!

—Ministro...—Martha intenta negar y yo me levanto de mi lugar.

—Bien, suficiente. —Niego, sintiendo que la sangre me hierve—. ¡Mi hermano y mi prometido están en las manos de un hombre que nos ha atacado por años y ustedes se sientan sobre sus viejos y asquerosos traseros creyendo que tienen el poder para negarme acciones!

—Capitana, si usted procede con eso nosotros...

—Pueden irse a la mierda—interrumpo al señor Lyons—. Las centrales de Moscú, Estambúl, Berlín y Varsovia van a estar bajo mi mando en esta misión. Todas van a contribuir con el rescate de nuestros hombres y eso no es algo que pienso discutir con viejos decrépitos que hace años que no manejan una maldita arma. —Miro a Alex—. Ministro, haré las llamadas.

Me limito a eso. Informarlo.

No me molesto en quedarme a escuchar las alegaciones de los miembros del concejo. Gauna sale detrás de mi y me encamino al campo de entrenamiento, donde nuestras dos mejores tropas y la élite están a la espera de órdenes.

—¡Todos atentos!—ordeno, poniéndome al frente y de inmediato todos hacen silencio—. El coronel Morgan junto a los capitanes Linguini y Miller están ahora mismo en manos de Antoni Mascherano.

»El concejo me ha negado la aprobación—les hago saber—, pero yo no pienso dejar a tres de nuestros hombres a manos del maldito Antoni Mascherano. Así que, ahora mismo tienen la oportunidad de irse y asegurar su trabajo. Los que quieran acompañarme, por respeto a sus superiores y compañeros, pueden hacerlo.

Los miro a todos, notando todas las caras completamente serias y con la mirada al frente. Todos como jodidos robots; nuestros mejores soldados y asesinos de alto nivel.

—¡Todos estamos dispuestos a arriesgarnos con tal de mantener a nuestra rama en la cima y proteger a los nuestros, capitana!—dice uno de ellos y el resto asiente en acuerdo.

Respiro profundo, volviendo mis ojos hacia Gauna, que también asiente como clara demostración de que tampoco dará un paso atrás.

—Que preparen los aviones. Volaremos a Italia.

First and Only Love [Simón Miller]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora