Cap 55

730 143 10
                                    

Tres horas después...
Sicilia, Italia.

—Capitana. —Los pasos pesados que resuenan detrás de mi me hacen girar y sonrío al ver a todos mis hombres.

»Algunos están en misiones, pero de resto estamos aquí dispuestos a apoyarla. —Caleb, mi mano derecha en Moscú, se para firme y hace el debido saludo.

—Capitana. —Eli, mi hombre en Alemania. «Capitán a cargo»

—Morgan. —Steven, mi hombre en Polonia. «General de la central»

—Capitana. —Elif, la Capitana de la central de Estambul estrecha mi mano.

Mis ojos los repasan a todos y a los hombres que vienen detrás, con posición firme reglamentaria en tantas filas que apenas puedo contarlas.

—Gracias a todos por venir. —Mi voz resuena en la pista y todos los soldados se voltean a verme—. La información apunta a que nuestros hombres están en Annaba. —Asiento en dirección a Elif, porque fueron sus hombres acompañados por la tropa de Patrick quienes lograron ubicarlos.

Todos están aquí.

Rick James, Gauna, Reece; las tropas de los miembros de la élite, las tropas de las centrales que estuvieron bajo mi mando antes de llegar a Londres y algunos de mis hombres que trabajan de forma independiente en una delgada línea del bien y el mal que varias veces cruzan.

Es decir. «Hombres retirados que trabajan para quien sea que les pague. Y los cincuenta de ellos aquí están siendo pagados por mi para ayudar en el rescate»

»Es imposible que los Halcones o la pirámide no sepan que vamos tras ellos. —Me encojo de hombros—. Somos dos mil soldados y todos ustedes tendrán objetivos distintos en esta misión; porque no solo vamos a acabar con Antoni, sino que también vamos a tirar abajo a la pirámide de una buena jodida vez por todas.

Antoni es estúpido si cree que esto va a quedarse así, que yo voy a quedarme de brazos cruzados o hacerme la buena en toda esta situación.

No soy ninguna maldita niña buena y, por sobretodo, su intento de tenerme bajo sus garras no va a funcionar porque primero me rebano la maldita garganta dejándolo sin forma alguna de obtener lo que desea.

Es un patético intento de darle poder a la pirámide puesto que él y sus hombres solos no han podido ponerla en la cima ni siquiera con el pasar de los años.

Antoni es jodidamente poderoso e inteligente, si, pero su fuerza es poca. ¿Por qué? Porque sus hombres no son soldados. Son asesinos, nacieron y crecieron como asesinos; pero nosotros somos asesinos entrenados para ver la situación de todas las formas posibles y siempre conseguir nuestro objetivo sin importar lo que cueste.

Y quizás Christopher y Simón sean mi talón de aquiles, pero también son esas personas que nunca debes tocar a menos que quieras morir. Porque yo no me ando con juegos ni soy una pieza en un tablero que los jugadores puedan mover a su antojo.

Soy una soldado. Soy una Morgan. Puedo ser la dueña del mundo si así lo deseo, y la mayor prueba de ello es la cantidad de hombres que están arriesgando sus vidas y sus trabajos para estar de mi lado.

Porque yo recompenso la lealtad. Porque si hay alguien que siempre va a estar en la cima sin importar cuánto me jodan, cuanto me golpeen e intenten dañarme, esa soy yo.

—Usted díganos qué debemos hacer y lo haremos, capitana. —Dice Caleb—. Estamos aquí por y para usted.

Asiento.

—Perfecto, entonces comencemos.

***

—Necesitas descansar, muñequita. —Reece acaricia mi espalda y yo niego, restregando mis ojos mientras muevo planos aquí y allá.

No sabemos específicamente en cual de las tantas casas en Annaba están, así que, mientras los hombres de Patrick y Elif rastrean la señal, yo reviso los planos para idear un plan para cada situación posible.

—No puedo, tío. —Respiro profundo—. Leska está en Londres cuidando de Peyton y los gemelos. Yo le prometí que iba a llevar a Christopher y a Simón a casa. Yo me lo prometí a mi misma. —Lo miro—. Nunca he fallado, y esta no va a ser la primera vez.

Quizás no lo diga en voz alta, pero más que enojo tengo... miedo. Un enorme temor a que algo pueda pasarle a alguno de ellos y que yo no pueda evitarlo.

Christopher es mi hermano, es quien me cuidó durante años, quien me llevó a ver el lago de los cisnes por primera vez, quien me cuidó mientras estaba enferma y quien intimidaba a los que intentaban salir conmigo porque, según él, no eran suficientemente buenos.

Patrick es prácticamente mi mejor amigo. Fue mi apoyo durante mucho tiempo y siempre lograba sacarme aunque fuera una pequeña sonrisa levantándome el ánimo en menos de nada.

Y Simón... lo es todo. Simón es mi vida, es mi amor. Es el padre de mis futuros hijos, mi futuro esposo... es el hombre con el que siempre querré todo y me aterra no poder vivir nada de eso.

—Sé que no, cariño. Pero la mente cansada tampoco funciona bien. —Besa mi cabeza—. Podemos...

—Buenas noches. —La reconocida voz me hace cerrar los ojos con fuerza—. Por supuesto, esperaba encontrarlos en un adorable momento de tío y sobrina.

—Vete a la mierda, Thomas. —Reece resopla y yo respiro profundo antes de abrir los ojos para ver a mi tío parado junto a la mesa mirándome—. Los dejo.

Recibo el beso que Reece deja en mi mejilla antes de salir de la oficina, dejándome completamente a solas con Thomas.

—¿Qué haces aquí?—pregunto. La voz me sale tan cansada como me siento.

No estoy de humor para lidiar con cualquier tipo de problema que él intente traer. Estoy enfocada en salvar a Christopher, Patrick y Simón. Nada va a sacarme eso de la cabeza.

—Escuché que te comprometiste. —Fija sus ojos en el anillo en mi dedo y sonríe mínimamente—. Me alegro por ti.

Mi compromiso fue cubierto por todos los periódicos y revistas, no es una sorpresa para mi que también halla llegado a oídos de Thomas puesto que tiene ojos en todos lados.

—Gracias.

—Llegó a mis oídos información sobre el paradero de Christopher—dice y de inmediato me levanto—. Mis hombres del Mortal Cage en Argelia escucharon a algunos Halcones hablando. Ten. —Me entrega un papel con las coordenadas y yo inhalo profundamente.

—Yo... gracias, Thomas. —Aprieto su mano, sintiendo una oleada de alivio llenar mi cuerpo en grandes cantidades.

Esto facilita mucho las cosas. Sin duda no lo esperaba de Thomas, pero la información es bienvenida sin importar de donde venga.

El punto es que necesito sacar a los hombres de las garras de Antoni.

—De nada. Mis hombres del Mortal Cage están a tu disposición si los quieres o los necesitas—ofrece—. Por mucho que el imbécil de tu hermano no sea de mi total agrado, tú lo amas y... como sea, el punto es que están a tu servicio.

Si, Christopher y Thomas son como agua y aceite. Ellos nunca van a llevarse bien y... no es que yo tenga la mejor relación con él, pero aprecio lo que hace por mi.

—Gracias, tío. —Lo rodeo con mis brazos, escondiendo mi cabeza en su pecho mientras sus manos acarician mi cabello suavemente.

—No dejes que el hijo de puta de Antoni gane—me pide—. Eres Morgan, nuestro apellido tiene peso aquí y en el fin del mundo. Demuéstrale la razón de ello.

First and Only Love [Simón Miller]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora