Cap 45

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Simón
Dos días después...

—Por fin en casa—dejo el bolso de Rosie en el sofá y ella camina lentamente en dirección a este, así que me apresuro a acercarme y tomarla suavemente de la cintura para que se apoye en mi.

Me preocupa. Se sigue culpando por lo que pasó, puedo verlo claramente en sus ojos. Esos ojos que no brillan desde hace tres días, pero que se sienten como una eternidad.

»¿Quieres que prepare algo de comer?—pregunto suavemente, agachándome frente a ella cuando se sienta en el sofá—. Puedo hacer carne asada, ya sabes, esa que tanto te gusta.

—Estoy bien, gracias—me da lo que parece el intento de una pequeña sonrisa pero termina siendo una mueca—. ¿Dónde está Peyton?

—Corinna la cuidará hoy—levanto mi mano y aparto el cabello de su rostro—. Déjame sujetar esto, no quiero que te estorbe.

Ella asiente sin mirar nada en específico y eso me hace respirar profundo.

Me duele. Joder, me duele muchísimo nuestra pérdida, pero a ella sin duda le afecta de forma distinta porque se culpa.

No es su maldita culpa. Leska me dijo que quería retirarse de la misión. Ella quería hacer lo correcto y no pudo porque las emboscaron y no queda más opción que defenderse.

Vi los videos de las cámaras. Estoy furioso como la mierda, pero estoy jodidamente orgulloso de lo fuerte y valiente que fue al enfrentarse a tantos hombres.

Y ver como ella caía al piso agarrándose el vientre... joder, daría lo que sea por tener a Romanov en mis manos y poder acabar con su vida de la forma más tortuosa y lenta.

Jamás van a sacarme a Rosie, gritando del dolor en el piso, de la cabeza.

—Hola—la voz de Christopher me hace levantar la cabeza y suspiro, negando en su dirección mientras le recojo el cabello en una coleta baja a Rosie.

Rosalie mira brevemente a su hermano y asiente antes de mirar por los ventanales de la sala.

—Voy a buscarte fruta para que comas ¿si?—beso la frente de Rosie y ella simplemente se recuesta en el sofá, apretando su mano en un puño cuando se dirige a su vientre. Y entonces la aparta.

El dolor en mi pecho crece y me obligo a caminar a la cocina, tomando a Christopher del brazo para que me acompañe.

—No está bien—dice cuando estamos solos y yo niego—. ¿Comió algo? Se ve pálida.

—En el hospital apenas comió una quinta parte de lo que le llevaron, dijo que está bien—niego, apoyando mis manos en la encimera y respirando profundo—. Ella jodidamente no está bien.

Me doy la vuelta y saco algunas frutas de la nevera que comienzo a cortar bajo la mirada de Christopher.

—La sandía le gusta...

—Sin semillas, pero en el hospital le dieron y no quiso—hago a un lado la sandía y comienzo a sacar algunas fresas y kiwi—. Come fresas y Kiwi cuando se siente mal, eso es lo que voy a prepararle.

—Antes le agregaba miel—me recuerda y asiento—. Aunque dudo que quiera algo dulce en este momento.

—No, no lo querrá—comienzo a picar las frutas y a dejarlas en un tazón—. Ella... se culpa por lo que pasó. No parece entender que lo primero fue un descuido y lo segundo... ella tenía que defenderse si o si.

Él respira profundo, caminando hasta el almacén y entrando brevemente antes de salir con galletas de chispas de chocolate que pone en un pequeño plato, luego camina a la nevera y saca leche que pone en dos vasos.

—Iré con ella—me informa y asiento, viéndolo salir con los vasos y el plato de galletas.

Rosalie.

—Bien, sería un desperdicio que no tuvieras galletas—Christopher se sienta a mi lado y abro los ojos para verlo—. Toma—me ofrece un plato con galletas.

Niego.

—Come tú, la leche me basta—tomo el vaso y bebo un sorbo que mi garganta agradece por completo—. ¿Qué haces aquí? Deberías estar trabajando.

Aunque yo no tenga la energía para eso, no voy a permitir que todos actúen como si esto fuera algo más grande de lo que es.

Es mi dolor. Mío y de Simón. El mundo sigue adelante.

—Cancelé mi agenda—toma una galleta y la moja en la leche antes de morderla—. Leska está en mi casa durmiendo igual que los gemelos.

—¿Cómo está ella?—pregunto.

Intentaron verme en el hospital pero... sinceramente, no tenía ánimos para ver a nadie. Sea quien sea.

—Una costilla rota y algunos moretones—sus ojos recorren mi rostro y respiro profundo sabiendo exactamente lo que ve—. Ella va a estar bien—toma mi mano y la aprieta—. Tú también.

Asiento.

No se siente como si eso fuera verdad. Mi estómago no quiere absolutamente nada, mi cuerpo se siente como si aún estuviera adormilado a pesar de los repentinos destellos de dolor por mis costillas rotas.

Y el dolor en mi pecho que persiste.

Escuché a Rachel susurrarle a Brenda si era posible que me doliera la pérdida de un bebé con el que ni siquiera pude encariñarme. Lo preguntó con genuina curiosidad y yo... sin duda sé que si. Porque mi corazón no duele por casi nada y en este momento me está matando.

—Hey, sal de tu cabeza—Christopher llama mi atención—. Deja de pensar en ello o va a consumirte, Sisie.

—Ya lo hace—me sincero—. Estuvo poco tiempo conmigo, Chris. ¿Por qué duele tanto?—los ojos se me llenan de lágrimas y él respira profundo.

—Porque era tuyo—me quita el vaso antes de abrazarme—. Era tuyo, Sisie y puedes llorarle todo lo que quieras. Pero no puedes sentarte con tu dolor toda la vida.

Era mío y me lo quitaron.

—Oye—Simón entra y me muestra un plato con frutas—. ¿Puedes comer aunque sea un poco? Por favor—me ofrece el tenedor y respiro profundo.

Asiento, tomando algunos bocados a pesar de que mi estómago no parece estar contento de recibir comida no deseada.

Simón y Christopher me miran a la expectativa, así que uso el poco ánimo que me queda en acabarme el tazón de frutas sin un solo quejido o palabra, sin siquiera dirigir alguna mirada a mi prometido o a mi hermano.

Sé que ambos están preocupados, no quiero preocuparlos. Pero duele mucho como para molestarme en fingir que estoy bien. No lo estoy, joder.

—Joder, preciosa—Simón me rodea con sus brazos cuando el primer sollozo se me escapa—. Está bien, déjalo salir—acaricia mi cabello y yo me aferro a él con fuerza.

—Los dejo solos—escucho la voz de Christopher a lo lejos mientras yo sigo aferrada a Simón, necesitando arrancarme el corazón para que el dolor desaparezca de una vez por todas.

—Mírame—Simón toma mi rostro entre sus manos—. Vas a estar bien, Rosie. Quizás no mañana o pasado, pero vas a estar bien—acaricia mi mejilla.

Asiento.

»Está bien, retrasaremos la boda, nos tomaremos nuestro tiempo y... ¿qué tal si hacemos ese viaje a París?—pregunta y dudo, pero asiento—. Bien, quizás el cambio te ayude un poco. Dame un par de días para arreglarlo todo.

—Te amo—le aseguro y suspira, inclinándose a besar mi frente—. Sé que soy un desastre en este momento y que quizás no sea la situación más bonita pero...

—Preciosa—niega—, te pedí matrimonio, ¿recuerdas? Y aunque no estuviéramos comprometidos sabes que no me importa que tan buena o mala sea la situación, siempre voy a estar—me atrae a sus brazos de nuevo.

First and Only Love [Simón Miller]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora