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Omnisciente

Era cuestión de tiempo para la batalla, horas incluso, los guerreros ya estaban preparados para recibir el ataque.

A decir verdad, muy poco convencidos, la gente del pueblo estaba afuera del pequeño castillo protestando en contra.

"¡Liberen al rey!"

Gritaban refiriéndose a Izuku, sabían que si Kujou hacía una estupidez le costaría la vida a todo el pueblo.
Era bien sabido que Katsuki no conocía la piedad, que Izuku era quien mantenía a la bestia bajo control.

Muchas personas ya habían huido del pueblo, Kujou tenía a todos en contra y aún así no aceptaría rendirse, incluso sin tener a su prisionero no se echaría para atrás.

— ¿Cuantas personas saben que estoy aquí? — preguntó Izuku nervioso y asustado, teme por su propia vida y la de los demás.

— Solo un pequeño grupo, mi rey, hubo un acuerdo secreto entre personas del pueblo — explicó lentamente — le rescataríamos y de esa forma el rey Bakugo nos perdonaría la vida — suspiró — aún que ya no sabemos qué va a ocurrir —

— Si me llevan con él — no pudo terminar de hablar.

Por los cielos se escuchó un fuerte rugido, el dragón estaba ahí, por las calles ya se podía escuchar a la gente entrar en pánico y correr por todos lados.

Izuku escuchó esto y cerró los ojos con tristeza, la gente aún le tenía terror a Katsuki. Sabía que su esposo, el rey, era capaz de cualquier cosa para rescatarlo, incluso destruir el reino en su furia.

El sol se ponía en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos rojizos y dorados mientras la ciudad se sumía en el caos de ese atardecer que podría ser definitivo.

Sobre las torres de la ciudad, el dragón carmesí alzaba sus alas, oscureciendo la luz del atardecer con su imponente presencia. Su cuerpo escamoso relucía bajo rayos del sol, sería una vista preciosa de no ser por la amenaza que venía consigo.

El pánico se apoderó de la ciudad cuando el dragón soltó un rugido que hizo temblar los cimientos de los edificios. Las llamas brotaban de su boca, iluminando la oscuridad con un resplandor infernal mientras el aire se llenaba del olor a quemado.

Los gritos de los ciudadanos resonaban en las calles, mientras corrían en busca de refugio y protección. Los guardias armados se apresuraban a formar barricadas y a prepararse para enfrentar al temible monstruo que amenazaba con destruirlo todo.

Desde lo alto, Katsuki que montaba al dragón observaba la ciudad con ojos llenos de ferocidad y enojo. Por un momento, parecía que nada podría detener su furia desatada.

En su vuelo, el dragón bajó escupiendo fuego de sus letales fauces, destruyendo la muralla de la ciudad y las barricadas formadas por los guardias.

Estaba más que claro que no había rival para Katsuki.

Una vez destruida parte de la muralla, entraron sus guerreros donde en primer fila estaban los príncipes gemelos.

— ¡Esperen! — gritó uno de los príncipes hacia sus guerreros que en vez de atacar se detuvieron ante el llamado.

Kai miraba a los ojos de sus contrincantes, como estaban llenos de terror, parecían suplicar con la mirada — Ríndanse — ordenó.

Sabe que está desobedeciendo a Katsuki pero no le importa, si dejaban que la guerra se convierta en una masacre no se detendría.

Salvaje [Katsudeku] (Omegaverse) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora