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035. D R A G O N E S

elaine prewett

Habían pasado más o menos quince días desde aquel encuentro con Draco en las bancas. Su actitud cambió mucho conmigo; ya ni siquiera se esforzaba en recalcarme que fumar estaba mal. Nos escabullíamos por las noches a fumar en la torre de astronomía.

Era divertido charlar de cosas absurdas mientras mirábamos las estrellas. Nos gustaba plantearnos disparatadas teorías sobre el torneo y las mil maneras en las que Potter podía morir: degollado, calcinado, aplastado, explotado, ingerido, ahogado, y muchas más... Sé que suena enfermizo y neurótico, pero claro que todo estaba dentro de bromas.

Draco había encontrado la excusa perfectamente para abrazarme todas las noches; el día en el que llevé un abrigo extra, decidió que era buena idea lanzarlo por el borde de la torre y que cayera en los jardines. Sí, a la mañana siguiente tuve que ir a buscarlo con su ayuda.

No me molestaba la cercanía; era agradable y sí, era cálido, como él me recalcaba siempre. Casi ni sentía que estábamos a cien metros de altura, o incluso más. Lo único que causó impacto en mí fue cuando su mano apretó la mía, pero ya no se sentía como todas las veces; algo dentro de mí se revolvió. No pude dejar de pensar en eso durante días...

Sacudí mi cabeza con cuidado y volví mis ojos al pergamino frente a mí.

Mi mano dolía, llevaba tres horas aproximadamente haciendo el ensayo de Transformaciones: »Razones y Consecuencias del porqué no convertir a un compañero en águila« me parecía tan absurdo hacerlo por culpa de unos Ravenclaw que creyeron que volverse animagos era así de fácil. No me alegraba tener que pasar un viernes por la noche haciendo tareas, pero ya ves; mi manía de dejar todo a última hora.

El silencio en la biblioteca en su mayoría era relajante, aunque era imposible no escuchar conversaciones ajenas que se propagaban como pequeños susurros.

El ruido seco de la madera chocando con los bajitos tacones me obligó a alzar la mirada.

Su mano acariciaba el borde superior de la falda, con su brazo rodeando su cintura y depositó un suave beso en la mejilla de Michelle, justo después de entregarle su bolso que había estado cargando por ella.

Theodore me miró fugazmente y se despidió de mí, con la mano. Michelle no dejaba de sonreír; me saludó de la misma manera y se sentó junto a mí.

No podía describir mi expresión en este momento.

—¿Qué fue eso?—pregunté con una pequeña sonrisa tonta. Michelle se encogió de hombros aún con sus dientes reluciendo ante la luz cálida de las lámparas—. ¿Y tú qué haces en la biblioteca?

Ambas reímos cortamente antes de escuchar un "Shhh"

—Digamos que alguien me convenció a hacer la tarea—murmuró mi amiga, sacando unos pergaminos completamente nuevos, junto con pluma y tinta.

Una sonrisa juguetona apareció por mi rostro. Empujé mis cosas a un lado para apoyarme en la mesa, acuné mi rostro en mis manos y la miré esperando a que me contara.

—¿Qué?—preguntó Michelle sin borrar esa sonrisa de su rostro. Sabía que se estaba haciendo la tonta, y ella sabía que yo sabía—. ¿Los besos en la mejilla ya son el paso dos?—preguntó, extendiendo el pergamino sobre la mesa.

Piqué sus costillas para fastidiarla y se rio, empujándome. Otro "Shhh" se escuchó, aún más fuerte.

Me detuve y volví a mi posición anterior. No iba a hacer que echaran a mi amiga en su primera tarde en la biblioteca.

𝐆𝐎𝐎𝐃𝐍𝐈𝐆𝐇𝐓 𝐍 𝐆𝐎 -𝗱𝗿𝗮𝗰𝗼 𝗺𝗮𝗹𝗳𝗼𝘆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora