CAPITULO 3

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NARRA NOA

Rusia

Dos pares de manos acarician mi cuerpo, dos hombres besan mis piernas hasta subir a mis pechos, dos pares de ojos dorados profundos me queman al encontrarse con los míos.

—Eres nuestra. — dicen al mismo tiempo.

—Solo nuestra. — susurran en mi oído mientras sus manos tocan mi sexo.

—¡aagh! No pueden. — gimo al sentir sus dedos penetrar mi sexo.

—Somos imposibles, pero aquí estamos, siendo imposibles juntos y dejando lo posible para otro día. — dicen al unísono en mi oído.

Muerden mi cuello mientras sus manos aprietan mis pechos y acarician mi sexo.

—¡Etai! — gimo al sentir sus labios chocar con la punta de mis pechos.

—¡Noa! ¡Noa! — alguien me sacude y me hace pegar un brinco sobre la cama.

—¡que sueñas que no te despiertas! — se burla Dulce.

Llegas tarde a la oración matutina, el padre Máximo estará allí. — dice y sale corriendo de la habitación.

Me dejo caer de nuevo sobre la almohada y miro el techo, otra vez ese mismo sueño... la pesadilla que no me deja tranquila.

<< "Etai"... Ethan y Sai.>>

El diminutivo con el cual solía llamar a mis her manos cuando era niña. Y por el cual los llamo inconscientemente en mis pesadillas.

<<La maldición que me persigue, el pecado que no quiero cometer, porque el demonio de la lujuria me hechizo.>>

A los quince años, estaba más que segura que si seguía al lado de mis her manos el deseo prohibido que inicie a tener por ellos y el que ellos parecían tener solo aumentaría, creí que convirtiéndome en una monja eso cambiaria, incluso le prometí a mi padre que renunciaría a ser monja el día que mis her manos se casara...

<<Inicio a dudar si el hecho que ellos se casen sea un obstáculo que detenga mis pensamientos.>>

—Durtschi de nuevo legas tarde. — regaña por lo bajo la madre superiora.

Ya todas se encuentran rezando con el rosario en la mano, miro al sacerdote al centro de todas de rodillas frente al cristo, en silencio me coloco detrás de todas y me uno a sus oraciones. Internamente inicio a rezar como todos los días sin seguir lo que las demás dicen...

"Dios mío, el peso de mis pecados pesa mucho en mi conciencia y sé que no hay justicia en mí. Vengo a ti suplicando tu gran misericordia, y me arrepiento de todos los muchos pecados que he cometido contra ti tan gravemente. Señor, confieso que en mi orgullo y arrogancia incluso bromeé sobre tu existencia y te blasfemé en palabras y hechos, sin embargo, descubrí que enviaste a tu único Hijo, el Señor Jesucristo, para ser el único sacrificio aceptable que podría pagar el precio por mis pecados".

"Mi Dios, me presento ante ti quebrantada de corazón por el mal que he hecho contra ti y suplico por tu gracia y misericordia sobre una pecadora lamentable, que ha venido a confesar que Jesucristo es el Señor, y que Él es mi Salvador y Redentor. Elimina de mi alma el deseo insano, por el pecado mortal que mi alma condena".

Rezo con total devoción, implorando que mis suplicas sean escuchadas y que el mal en mi ser sea eliminado, que mis oraciones me alejen de las garras del pecado, de lo prohibido, deseo que me alejen de todo lo insano e inmoral.

HARAM (ELLOS Y YO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora