HARAM (ELLOS Y YO)

CAPITULO 13

NARRA NOA

TIEMPO ACTUAL

Una semana después.

Camino de mi habitación hacia el comedor, toda la familia está reunida, mi padre como de costumbre está pegado como chicle a mi madre y ella sonríe feliz. Llevo una semana al lado de mis ellos y todo parece normal, creo que al final la distancia nos ayudó.

<<Me cuesta aceptar que tengan novia. Siento celos de hermana, igual que mi madre, siente celos de madre, es lo mismo, eso es normal.>>

Los gemelos tienen los ojos pegados al móvil, Ethan sostiene un libro de astrofísica, Sai habla con tío Kesar y mi tía Tassia les presta atención.

—Buenos días. — digo con una sonrisa.

—Se te pegaron las sabanas. — se burla Luka.

Tomo mi lugar a la par de mi padre, a mi lado se encuentra Sai.

—Noa, ¿planeas seguir en el convento? — pregunta mi padre.

—Sí. — digo seria.

—En dos meses, puedes cambiar de opinión. — dice mi madre.

—Ambos conocen mi decisión. — digo sin verlos.

Inician a servir el desayuno todos inician a comentar anécdotas de los gemelos... cierto, si mi madre se entera de ese pequeño detalle con los gemelos, cuatro integrantes de la familia estaremos tres metros bajo tierra.

—¡Nosotros seremos más altos! — grita Lukyan.

—No griten en la mesa. — regaña mi madre.

—Madre, di que seremos más altos. — exige Luka.

—Sí siguen sin entrenar y comportándose como lo hacen, se quedarán enanos. — advierte mi madre.

—Mocosos, ni siquiera saben quién nació primero y así nos quieren igualar. — se burla Ethan.

Le doy un pisotón a Sai y rápidamente le pasa el pisotón a Ethan que apenas y lo puede disimular.

—¡Mientes! Yo nací primer. — dice engreído Luka.

Nadie responde, solo fingen alimentarse en completo silencio.

—Madre, nací primero, ¿verdad? — le dice a mi madre.

—No puedo creer que discutan por algo tan trivial. — dice mi padre.

—Ethan no molestes a los gemelos. — regaña mi madre después de tragar el bocado en su boca.

—Luka, no puedes permitir que te manipulen tan fácil. — regaña mi madre.

—Saben que las pulseras en su mano, son prueba de eso. — dice mi madre.

Noto la esclava de oro con un diamante incrustado que ambos llevan en la mano derecha. Tienen prohibido quitársela porque son idénticos, aunque ahora gracias a su personalidad es fácil distinguirlos.

—¡Teman! ¡porque seremos más altos! — gruñen los dos al unísono.

—La altura no lo es todo en la vida. — bufa Sai.

—¿Qué saben hacer? — les continúa diciendo Sai. — A su edad éramos hackers, expertos en lucha cuerpo a cuerpo, desarmábamos armas, ya éramos franco tiradores y aprendimos a pilotar un helicóptero, entre muchas, muchas cosas más. — dice engreído.