LIV

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❝ Just make it die or
you will turn it all. ❞

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«—Terminamos, Jeongin, entiéndelo de una vez, nunca estuvimos destinados a estar juntos.»

Jeongin estaba sentado en el suelo de su dormitorio, con la espalda apoyada contra una pared cubierta de grietas profundas que parecían extenderse como heridas abiertas en la estructura misma de su habitación, heridas qué se asimilaban a las suyas. Sus manos temblaban mientras sostenía un retrato: una selfie de él y HyunJin tomada en algún momento de felicidad pasada, cuando el mundo aún parecía lleno de posibilidades y promesas por cumplir —cuando el Día del Destino era el mayor de sus problemas—. En la foto, Jeongin sonreía ampliamente, sus mejillas enrojecidas por el frío o tal vez por la emoción, mientras HyunJin, más reservado, lo miraba de reojo con una expresión de complicidad que ahora parecía tan lejana como un sueño olvidado.

Las lágrimas corrían libres por las mejillas de Jeongin, cayendo sobre el vidrio que protegía la imagen. No intentaba detenerlas; no habría tenido sentido, solo podía sentirlas deslizarse lentamente por su rostro. Era como si su pecho se hubiera convertido en una presa rota, dejando salir toda la tristeza, el arrepentimiento y la culpa que lo habían estado consumiendo desde el momento en que liberó a Hyonin. Ese acto impulsivo, esa decisión tomada por un deseo egoísta de arreglar su vida y obtener su "final feliz", había desencadenado una cadena de eventos que lo habían llevado a este punto: solo, con el corazón roto y atrapado en una escuela que ahora era poco más que una fortaleza flotante en ruinas.

El dormitorio, que una vez había sido su refugio, ahora era una extensión del caos que Hyonin había desatado sobre Ever After High. Zarzas de la Noche, oscuras y retorcidas, se enredaban alrededor de los muebles, cubriendo su cama, su escritorio y parte de las paredes como si fueran serpientes vivas. Las espinas brillaban con un resplandor maligno, pulsando al ritmo de la magia que las animaba. Un enorme agujero en la pared dejaba ver el vacío infinito que rodeaba la escuela, el cielo oscuro salpicado de estrellas lejanas y la niebla que se arremolinaba como un océano espectral —al menos, las Zarzas seguían colgando—. Todo en su entorno hablaba de ruina y desesperación, de lo que se suponía que debía esparcir un villano, un villano que Jeongin había desatado por su egoísmo.

—HyunJin... —susurró, apenas capaz de pronunciar su nombre.

Su voz se quebró, y apretó el retrato contra su pecho como si al hacerlo pudiera volver a traer a su lado a la única persona que alguna vez había entendido su verdadero yo. Pero HyunJin no estaba aquí. Se había ido, escapado al Bosque Encantado, y Jeongin sabía que era poco probable que volviera. El silencio fue roto por un sonido bajo y gélido: la puerta de su habitación abriéndose lentamente. Jeongin levantó la vista con los ojos enrojecidos, y allí estaba ella. Hyonin. La Reina Malvada.

Erase una vez || HyunInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora