61. Miradas que Lastiman

7 1 0
                                    

La conversación bien pudo haber quedado entre ellos dos, pero Harry, que estaba en el pasillo adyacente, escuchó cada palabra. Cuando subieron al tren de regreso a casa, no perdió tiempo en contarle a Eileen y Ron todo lo que había oído, detallando hasta el más mínimo susurro. Eileen y Ron lo escucharon con atención, intercambiando miradas inquietas. Aunque el desconcierto era evidente, decidieron no precipitarse. Mejor esperar hasta estar en casa, rodeados de los miembros de la Orden, quienes podrían ofrecer una solución más clara y definitiva.

Mientras reflexionaban sobre lo ocurrido, Lavender apareció en su vagón. Montó una escena amorosa exagerada, llena de dramatismo innecesario, antes de marcharse. Ron estaba visiblemente irritado, tanto que consideraba seriamente romper con ella. Hermione, por su parte, parecía cada vez más abatida, y su distanciamiento era palpable. Eileen tampoco estaba en su mejor momento; Sarah seguía clavada en su mente como una espina, y la necesidad de olvidarla se volvía cada día más urgente.

Cansada de la atmósfera tensa, Eileen decidió despejarse. Salió del vagón, dejando atrás a sus dos amigos, y comenzó a vagar por los pasillos del tren. Pronto se encontró frente a un vagón ocupado por varios estudiantes de Slytherin: Sarah, Draco, Crabbe, Goyle, Pansy, Blaise y Theodore. En cuanto la vieron, las conversaciones se apagaron, y todas las miradas se clavaron en ella, expectantes. Pero fueron las de Blaise y Theodore las que más la impactaron: había algo más profundo en sus ojos, algo que los hacía brillar de manera distinta.

—Theodore, ¿recuerdas el favor que me debes? —preguntó Eileen con un tono suave pero cargado de intención.

—Pensé que ya estábamos a mano —respondió Theodore, aunque sus palabras no coincidían del todo con el interés que reflejaba su expresión.

—No lo creo. Si lo estuviéramos, lo recordaría. ¿Me ayudarás o debo buscar a alguien más?

Antes de que Theodore pudiera reaccionar, Blaise intervino con rapidez:

—Quizá pueda ayudarte yo —ofreció, esbozando una sonrisa. La tensión en el aire aumentó cuando Theodore le lanzó una mirada fría, llena de advertencia.

—Gracias, Zabini, pero Nott es perfectamente capaz... aunque no lo parezca —respondió Eileen, sin perder la calma ni la ironía.

—Bueno, si ese imbécil no puede ayudarte como te lo mereces, estaré encantado de hacerlo —insistió Blaise, con un tono desafiante.

Eileen lo miró con una sonrisa sutil y, antes de girarse hacia Theodore, respondió:

—Lo tendré en cuenta. ¿Vienes conmigo, Theodore?

Sin pensarlo dos veces, Theodore se levantó de su asiento y la siguió. Mientras se alejaban, Draco no perdió la oportunidad de expresar su desagrado, murmurando una queja con los dientes apretados.

—¿Desde cuándo te interesa salir con una sangre sucia, Zabini? —espetó Draco, sin molestarse en disimular el desdén que sentía.

—No me interesa en lo absoluto —respondió Blaise con calma—, pero hay que admitir que es perfecta para lo que busco. Ella no quiere compromisos, y yo tampoco. Solo me busca cuando le apetece, y ahí termina todo.

Draco entrecerró los ojos, aún escéptico.

—¿Y cómo estás tan seguro de eso?

—Lo dejó claro desde la primera vez que estuvimos juntos —Blaise esbozó una sonrisa ladina—. Fue en los vestidores después del partido de Quidditch. No pasó mucho, pero la expectativa está ahí. Y, créeme, estoy ansioso por más.

—Así que, básicamente, dices que es una puta —dijo Draco con frialdad.

Blaise no se inmutó ante el comentario.

Our Safe Place | Severus SnapeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora