—Muchos de ustedes se estarán preguntando por qué los hice venir a esta hora. Me fue notificado que esta misma noche Harry Potter fue visto en Hogsmeade.
Los murmullos recorrieron el Gran Comedor, pero Snape continuó con su discurso. Gradualmente, el silencio volvió a apoderarse del lugar, pesado y tenso.
—A partir de ahora, cualquier estudiante o profesor que intente ayudar al señor Potter será castigado de acuerdo con la gravedad de su infracción. Además, cualquiera que tenga conocimiento de estos eventos y decida no confesarlo en este momento será merecedor de un castigo igual.
El ambiente se volvió aún más denso. Nadie se atrevía a romper el silencio, como si una sola palabra pudiera desatar un caos inminente.
—Muy bien... —Snape comenzó a recorrer las filas del comedor—. Si alguno de ustedes sabe algo sobre los movimientos de Potter esta noche, lo invito a que pase al frente... ahora.
Por unos segundos que parecieron una eternidad, el salón permaneció en un silencio opresivo. Los alumnos, avergonzados, bajaron la mirada, esquivando la mirada penetrante de su director. Fue entonces cuando resonaron unos pasos decididos, y al girar la cabeza, todos vieron a Harry, quien logró hacerse un lugar entre sus compañeros. Su expresión era de molestia, pero mantuvo la distancia necesaria para que su voz fuera audible.
—Parece que, a pesar de sus exhaustivas estrategias de defensa, aún tiene un pequeño problema de seguridad, director... —dijo Harry, y justo detrás de él, las puertas se abrieron, revelando a miembros del Ejército de Dumbledore y de la Orden del Fénix—. Me temo que es bastante grande.
Snape se quedó inmóvil, pero su mirada fija en Harry indicaba que algo más iba a suceder. Harry, visiblemente alterado, comenzó a elevar el tono de su voz.
—¿Cómo se atreve a pararse en su lugar? ¡Dígales lo que pasó esa noche! ¡Dígales cómo lo miró a los ojos, al hombre que confió en usted y lo mató! ¡Dígales!
Snape no dudó ni un segundo; su varita salió disparada de su túnica tras un vistazo fugaz a Sarah, quien observaba con una mezcla de confusión y preocupación. ¿Por qué la miraba en ese instante? ¿Acaso necesitaba su ayuda? Pero Severus siempre había sido capaz de protegerse solo.
En un acto de defensa, McGonagall se interpuso entre Harry y Snape, decidida a proteger al joven. Severus dudó, su varita bajó levemente, pero no tardó en apuntar de nuevo hacia la profesora. Ella lanzó un hechizo, y él lo desvió con maestría. Sarah sentía un nudo en el estómago; su preocupación por Severus crecía, aunque sabía que él era capaz. Sin embargo, una oscura intuición la alertaba, y esos presentimientos nunca fallaban.
Todos los presentes observaron cómo Snape salió por la ventana, mientras Minerva lo desafiaba, acusándolo de cobardía y avanzando para que todos pudieran verla. La ira de Sarah se encendió; Snape no era un cobarde, era todo lo contrario.
—¡Harry!
Una voz resonó en la mente de Harry, una voz familiar que lo hizo tambalearse. Mientras caía, escuchó a una niña gritar desgarradoramente. Se levantó rápidamente, preocupado por lo que ocurría. A su lado, otra chica también gritaba, cubriéndose los oídos como si estuviera siendo torturada.
—Sé que muchos de ustedes querrán pelear. Algunos pensarán que la lucha es sensata, pero es una locura —la voz de Voldemort penetró en la mente de cada uno, helando sus corazones—. Entréguenme a Harry Potter. Si lo hacen, nadie resultará herido. Denme a Harry Potter y dejaré a Hogwarts intacto. Denme a Harry Potter y todos serán recompensados. Tienen una hora...
Cuando la ominosa voz se desvaneció, el silencio se instaló nuevamente. Algunos alumnos miraban a Harry con desprecio.
—¿A qué esperan? —exclamó Pansy, señalando a Harry—. ¡Que alguien lo atrape!
ESTÁS LEYENDO
Our Safe Place | Severus Snape
Hayran KurguEn un rincón sombrío del castillo de Hogwarts, Severus Snape descubre a una joven con un secreto que la une a él de maneras inexplicables. Con su vida marcada por misterios y sombras, Snape ve en ella un reflejo inquietante de su propio pasado, una...