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Después de unos minutos baje ya lista con mi gabardina y bufanda en mano. Me había recogido el cabello en una coleta alta, y mi navaja ya se encontraba en el bolsillo de la chaqueta. Cuando me vio bajar las escaleras me sonrió ampliamente, con ese destello en sus ojos que siempre me hacía dudar de sus intenciones.

—Oh, querida, te ves absolutamente encantadora esta noche. ¿Lista para una velada inolvidable? 

Solo lo miré de reojo con apenas una sonrisa nerviosa, sin dignarme a responder, mientras él abría la puerta con un gesto exagerado para dejarme pasar primero. A veces parecía demasiado divertido consigo mismo.


Ya en el auto, encendió la radio apenas arrancó, y por supuesto, no podía faltar alguna canción estruendosamente alegre. Comenzó a cantar al ritmo de la música, golpeando el volante con los dedos, y no pude evitar sentirme fuera de lugar, había perdido la práctica en esto. Mientras me ajustaba el cuello de mi gabardina, solté un suspiro y lo miré.

—Ya le he perdido la mano a esto. ¿Cómo lo haces? ¿Y los policías?

—Oh, estás con un profesional, querida. —Su tono estaba lleno de egocentrismo, como si el riesgo fuera inexistente en su mundo.

Rodé los ojos y bufé con frustración, pero no pude evitar una pequeña sonrisa al final. Era imposible no reconocer que su confianza era tan irritante como cautivadora. Las calles estaban casi desiertas, y la presencia de la policía parecía haberse desvanecido. Una rareza, considerando lo que había escuchado últimamente sobre los patrullajes nocturnos.

— No estoy tan loco como parezco. Esta noche vamos a hacer una visita al bar de Husk. Hace tiempo que no paso por allí, y me gustaría escuchar algunas noticias nuevas. Y si no encontramos nuestra cena...

—¡¿Nuestra cena?! —Lo interrumpí, sobresaltada. Mis palabras salieron más altas de lo que esperaba, y mi reacción provocó una carcajada inmediata de su parte. —Habla por ti solo, perverso.

Alastor me miró divertido, su risa resonando con fuerza en el auto.

—Siempre tan dramática, mon cheri. —Se llevó una mano al pecho, fingiendo estar ofendido antes de continuar. —Pero tranquila, si no encontramos a nadie en el bar, tenemos opciones... Tal vez un bosque, algo más íntimo, ¿no crees?

Me limité a mirarlo, negando con la cabeza mientras apretaba los labios para no responder. A veces me preguntaba cómo podía mantener la calma alrededor suyo.


Cuando finalmente llegamos al Gambler's, una sonrisa apareció en mi rostro. Hacía tanto tiempo que no iba allí que la nostalgia me golpeó con fuerza. Incluso el simple hecho de pensar en ver a Husk nuevamente me alegraba. Alastor salió primero a paso apurado, y antes de que pudiese tocar la puerta, él la abrió con decoro.

El bar estaba justo como lo recordaba, aunque parecía más desordenado y vacío que otras veces, sin ser sus clasicas mesas de azar, que estaba repleta de mujeres y hombres entrajados apostando millonadas, la barra en cambio, solo habían unos pocos hombres con tragos que terminaban de ambientar el local con el humo de sus cigarros. Aún así, aquel lugar me traía un no se que de nostalgia, que me gustaba. El vitral expuesto con botellas y luces neon celestes resaltaban, y aunque se notaban las faltantes de sus licores caros, parecía pasar a un segundo plano cuando Husk apareció debajo de la barra.

—¡Husk!

—Niña, hace tiempo que no te veía por aquí. —Su tono era bajo, pero cálido, y en sus ojos se reflejaba algo parecido a una leve sorpresa.

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Sinfonía de la muerte (Alastor x Tn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora