.2025.

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¿Sabes en qué estaba pensando hoy Oliver?

Cuando me permito pensar en nosotros recuerdo todas las veces en las que creí que te conocía pero conseguías sorprenderme, la mente humana es muy cabrona y olvida el dolor con el paso del tiempo y con ello deja paso a la imaginación.

A veces me imagino que tuviste una gran razón para marcharte con ella en vez de conmigo, quizás fue porque era lo más fácil.

Tú siempre has tenido una coraza de coraje falsa, te aterraban muchas cosas pero siempre fingías que no para que nadie creyera que el gran Oliver Anderson era un humano más.

Te encantaba ser el centro de atención y tu música te lo proporcionó pero esa gente que te sigue hoy en día no sabe los resquicios que seguro quedan en tu corazón.

Un día me confesaste allá cuando tan solo éramos unos niños de nueve años que te aterraba que un día yo desapareciera y te quedarás solo. Tenías miedo del futuro en el que tus padres faltaran y tu hermana tuviera su propia vida.

Me hiciste jurar que nunca se lo contaría a nadie y no pienso hacerlo por eso solo lo plasmo en este papel que seguramente termine en el mismo cajón que el resto de cartas que te he escrito.

Estabas tan asustado ese día porque había fallecido tu abuelo y era el último abuelo que te quedaba con vida, acabábamos de volver del entierro y solo estábamos tú y yo en el jardín trasero de tu casa.

Nos sentamos juntos bajo el único árbol del jardín como tantas veces habíamos hecho, no sabía muy bien que decirte porque a mí no se me había muerto nadie todavía (que yo recordara claro) yo nunca había conocido a mis abuelos porque habían muerto antes de mi nacimiento.

Solo te sostuve la mano porque fue lo que me pidió mamá, me dijo al oído en el hospital cuando nos enteramos de la triste noticia.

No sueltes a Oliver aunque él te lo pida, te necesita más que nunca.

No lo hice.

No te abandone en todo el funeral y mucho menos cuando llegamos a tu casa y todo el mundo te quería dar el pésame, a pesar de tener la mano sudada del contacto con la tuya no las separé.

Tú no te quejaste cosa extraña porque a los nueve años todavía no eras tan cariñoso conmigo, siempre me quisiste pero estabas en esa época en la que las niñas dan asco.

Doy gracias a la vida por haber tenido una dulce niña y no un niño.

Lo habría querido igual pero qué difícil es para vosotros crecer, debes parecer fuerte y nunca demostrar debilidad. Escuché mucho a tu padre decírtelo mientras crecíamos.

Mi padre era todo dulzura y no tengo nada en contra del tuyo pero fueron infancias distintas, eras el único varón en nuestra extraña familia y eso se notaba bastante.

Desde aquí te pido perdón porque sé que muchas veces te encargaron cuidar de mí aunque igual tú no querías hacerlo.

Pero lo hiciste.

Me habría gustado cuidar de ti durante estos años, no sé si sentiste miedo antes de tu primer concierto o si te sentías solo en ese autobús.

No me dejaste cuidar de ti, me apartaste y aveces pienso que lo hiciste adrede para vivir esta experiencia solo como tantas veces me apartaste cuando necesitabas representar ese valor que te inculcaron que debías tener.

Solo los días tristes me permito pensar eso.

Ahora mismo pienso si quizás dejaste que Delia te ayudara, igual a ellas si la dejabas sostenerte la mano cuando lo necesitabas. Sin rechistar y sin oponer resistencia pero yo no puedo evitar recordar ese día en el que me dejaste cuidar de ti.

Casi tuvieron que obligarme a separarme de ti ese día cuando todo el mundo ya se había marchado a casa, tú estabas dormido en el sofá pero aún así no me soltaste la mano.

Mamá me dijo que ya era suficiente pero yo le repetí que había prometido cuidarte.

Ahí fue cuando tú madre me explicó que a veces cuidamos a las personas de maneras distintas, no solo de forma física también las ayudamos con las palabras, con los hechos pero sobretodo desde el amor que les procesamos.

¿Te fuiste tú por amor Oliver?

¿Me dejaste fuera de esta aventura por amor?

Siempre son preguntas que este tonto papel nunca me responde.

¿Te fuiste por miedo a mi?

¿Por miedo a lo que sentías?

A veces sueno estupida lo sé, es ilógico cree que te fuiste por otra razón que no se el hecho de que la elegiste a ella por encima de mí y creíste que soy una mentirosa.

Pero solo soy una chica sola con un bebé que se permite creer de vez en cuando, que se permite crearse futuros alegres en la cabeza para poder levantarse a la mañana siguiente sintiéndose un poco menos triste.

Será la tonta esperanza que dice todo el mundo que nunca se debe perder.

Quiero llamar ahora mismo a mamá para preguntarle si sabe cómo te va o si sabe algo nuevo sobre ti pero pacte un pacto de silencio hace años en el que no volvería a hablar con nadie sobre ti y muchos menos a alguien de nuestra familia.

Lo suelo romper sobretodo con Ava y con mi hermana en esos momentos de bajón que tanto han presenciado estas cartas pero aún así no sé si tengo derecho a seguir queriendo saber de ti.

A seguir queriendo saber si debo seguir cuidando de ti.

Si debo seguir sosteniendo tu mano.

A saber si debo dejarte volar de una vez y olvidarme de Oliver Anderson para siempre.

A dejar de escribir estas malditas cartas y aceptar de una vez que nunca me necesitaste, que nunca necesitaste que te cuidara y que de una vez por todas acepte que no volverás.

Que nunca más sostendré tu mano.

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