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Cuando recibo la llamada, es medianoche en China.

Tomo el primer avión hacia Nueva York.

Ni siquiera tuve la oportunidad de despedirme de Louis.
Tras esa noche, no volví a verle en semanas.

Pero ahora es casi imposible volvérmelo a topar, pues nos separa el océano y un número de teléfono que no tengo porque jamás tuve el coraje para pedirlo.

[...]

Apenas llego al aeropuerto, tomo un taxi.
La madrugada da paso a las primeras horas de la mañana, tiñendo la ciudad en un rosa encantador.

Mi corazón se acelera a cada milla que avanzo, y cuando estoy en las escaleras de aquel edificio, pareciera como si este quisiera saltarse latidos.

Tras una breve carrera estoy frente a la verde puerta con los dorados números 769 empotrados sobre la superficie.

Toco, sin pensar mucho en que estoy frente a la puerta del hogar de mis hijos y mi ex esposo.

Tras el divorcio, Tristán mi ex marido, decidió llevarse a los niños muy lejos de mi. Los trajo a su ciudad natal, Nueva York.

Claro, tras ganar la custodia y la mitad del dinero, no pararon de ocurrírsele ideas para seguir humillándome ante los medios.

Habló sobre lo poco que parecía importarme la vida de mis hijos, de como le ignoraba a él y a nuestros votos.
Se regocijó al quitarme el auto, mis niños y hasta el perro.
Se alimento de su propia venganza en orden de joderme y desquitar el dolor. Pero él sabe que yo podría vivir sin lujos ni mascotas.

Él sabe muy bien que lo único que me duele es el haber perdido el amor de mis hijos.

[...]

Al no recibir respuesta, toco otras tres veces.
Pronto, escucho movimiento dentro del espacioso apartamento y no mucho después, tengo a un Tristán de aspecto somnoliento y cansado frente a mis narices.

"¿Qué quieres?", me pregunta.

"Tu me llamaste" replico. "Dijiste que era urgente."

Su cara se enciende de repente y su aspecto es mas despierto.
"¡Mierda! Es cierto, entra" dice, encendiendo la luz y dejándome solo sin esperar a que entre.

Observo el espacio de oscuros muebles, paredes blancas y excelentes vistas hacia la ciudad.
El toque de color es añadido por el cielo rosa tras los ventanales y los variados juguetes esparcidos por el piso.

La cocina es moderna, con algunas tacitas entrenadoras en el escurridor y algunos platos de personajes animados.

Tristán pone café mientras se ajusta la bata y yo lo veo hacer, mientras tomo asiento en el sofá.

Su mandíbula cuadrada esta menos definida, sus ojos verdes fijan su atención en la estufa mientras se mueve en busca del azúcar.
Su cuerpo sigue siendo ejercitado, sus labios siguen siendo más finos que los míos y sus manos siguen siendo pequeñas.

Lo veo, tan igual, y me parece tan distinto.

¿Cómo alguien que sostenía en mis brazos cada noche y me dejaba saber cada pequeña cosa acerca suyo, me puede parecer tan extraño y ajeno ahora?

¿Cómo funciona ese proceso de la vida en el que nos desintoxicamos de esas personas que embargan tu existir entero?

¿Cómo pude tener todo esto hace cuatro años y ahora pareciese como si nunca hubiera sido mío?

"Harry" me interrumpe Tristán, con voz cansada.

Me vuelvo a verlo, y sostiene una sola taza de café.

"Hoy me voy de vacaciones con mi prometido, necesito que cuides a los niños."

Resoplo. Tristán me frunce el ceño.

"¿Qué?"

"¿Peleaste tanto en la corte para esto? ¿Para dejarlos por un simple viaje, como si fuesen un par de mascotas?"

"¡Oh, no empecemos con la basura moralista! ¿Quieres, Harry? ¡Eres su padre, necesitas pasar tiempo con ellos!"

Me levanto del sillón en el que estaba, completamente enfadado.

"¡No parecías sentir lo mismo cuando pusiste la distancia de un océano entre nosotros! ¡Eso no te importo cuando me los quitaste y les dijiste que su padre no los amaba!"

"Yo no necesite decirles nada, ellos lo vieron por cuenta propia."

"¿Cuenta propia? ¡Son niños! ¿Ellos que van a saber?" exclamo, tratando de no alzar mucho la voz. Tristán me ve impasible.

"Que sean niños no los hace estúpidos, ni los absuelve de ver como su padre prefiere jugar al boy scout en vez de quedarse en casa con ellos."

"Te he dicho mil veces que es mi trabajo."

"¡Pues búscate uno convencional! ¡Yo lo hice! ¿Por qué no lo haces tu?"

"¿Y a ti que te importa mi vida?"

"No lo hace."

"¿Entonces por qué tanto problema con mi trabajo? ¿Para que me llamaste? Consigue una niñera."

Esto es lo último que digo antes de darme la vuelta y emprender mi camino a la salida.
Pero la voz de Tristán me detiene.

"¿Por qué conseguir una niñera cuando su propio padre puede cuidarlos, ya que dice tener tantas ganas de pasar tiempo con ellos?"

"¿Realmente lo haces por ellos? ¿O sólo para tu propia conveniencia?"

Tristán avanza hasta mi de forma amenazante.
"Escúchame bien: yo amo a mis hijos, daría todo por ellos; abandone mi hogar por ellos, renuncié a mi carrera y mis sueños y lo volvería a hacer. Nunca insinúes que no los amo, o que me amo mas a mi que a ellos porque te juro que te hago la vida imposible de nuevo."

"Y si los amas tanto, ¿por que destruiste su hogar? ¿Por qué te encargaste de que el mundo se enterara de que sus padres no se amaban más y su casa ya no funcionaba?" digo, viéndolo a los ojos.

"Nunca insinúes que elijo a mi trabajo por sobre mis hijos. Nunca. Volé desde China para estar aquí, solo porque dijiste que necesitaban que estuviese aquí."

La respiración de Tristán se normaliza y su lenguaje corporal es más suave, como derrotado.

Se aclara la garganta. "Deja de joderme, Harry. Cuidalos el fin de semana. Quédate en casa con ellos, para variar."

Esto es lo ultimo que añade antes de darle un sorbo a su café y desaparecer en su habitación.

Yo colapso sobre el sillón, dando un resoplo profundo mientras me paso una mano por la cara.

Momentos como este me hace extrañar la quietud en China. Y aun mas, la compañía.

the soles of our shoes are all worn out  || l.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora